No todas las religiones predican lo mismo - Alfa y Omega

No todas las religiones predican lo mismo

Merecen la pena las Veneradas y temidas del CaixaForum Madrid, aunque hay que ser cautos: intenta convertir el arte religioso en un símbolo de lucha y hay paralelismos extremos

Ricardo Ruiz de la Serna
Icono de la Virgen de Smolensk. Yaroslavi (Rusia). British Museum
Icono de la Virgen de Smolensk. Yaroslavi (Rusia). British Museum. Foto: María Pazos Carretero.

CaixaForum acoge en Madrid hasta el próximo 14 de enero la exposición Veneradas y temidas. El poder femenino en el arte y las creencias. Fruto de la colaboración entre la Fundación La Caixa y el British Museum, la muestra ofrece la posibilidad de admirar 166 piezas que recorren más de 5.000 años de vida religiosa en todo el mundo. Comisariada por Belinda Crerar, responsable de desarrollo de exposiciones internacionales del British Museum, y Rosa Martínez, asesora curatorial de la selección de obras contemporáneas, Veneradas y temidas se estructura en torno a cinco ejes temáticos —«Creación y naturaleza», «Pasión y deseo», «Magia y maldad», «Justicia y defensa» y «Compasión y salvación»— que reflejan otras tantas facetas de la vida religiosa y espiritual del ser humano. El arte es el modo en que se expresa esa relación entre el hombre y lo que en la fenomenología de la religión suele llamarse el misterio, lo sagrado o lo santo.

El relativismo cultural del British Museum impregna la exposición, que no deja de ser interesante. A fin de cuentas, no siempre se tiene la posibilidad de ver piezas procedentes de la gran casa londinense. Sin embargo, uno debe ir con cautelas porque, aunque todas las religiones y creencias puedan alumbrar formas artísticas bellas, no todas valen lo mismo. No es igual el culto de la diosa Ishtar, en Babilonia, que la devoción por la Virgen. A veces hay ciertos detalles que revelan, sobre todo, en las obras contemporáneas, que no se ha estudiado en profundidad la experiencia religiosa de todas las creencias que se pretenden representadas. Así, por ejemplo, la figura de María se relaciona con el concepto de compasión del budismo. Quizá esto sea llevar los paralelismos demasiado lejos.

Otra limitación de la exposición es el intento de convertir el arte religioso —en algunos casos, quizá habría que llamarlo más bien arte sagrado— en un símbolo de lucha contra «el patriarcado» o del «empoderamiento» femenino. Así, una talla irlandesa medieval de Sheela-na-gig, que representa a una mujer prominente, se convierte, para ciertas artistas contemporáneas, en «emblema de la reproducción, de la sexualidad femenina y del potencial creativo de las mujeres».

Al final, la exposición condesciende a los relatos más manidos y falsos de la literatura anticristiana y, en particular, anticatólica. Así, la propia nota de prensa de la exposición nos dice que «la Inquisición quemó a muchas mujeres, acusándolas de brujería». Esto no significa que la exposición no valga la pena. Hay obras bellísimas, como el icono ortodoxo de la Odighitria, la Madre de Dios que señala el camino apuntando al Hijo que sostiene en su regazo. No falta la Virgen de Guadalupe en un mosaico de briznas de paja brillante. Sin embargo, este intento de equiparar las religiones termina llevando a la conclusión engañosa de que, al final, todas predican lo mismo y tienen la misma visión de la mujer. Al final, la diosa leona Sekhmet y Kali, la diosa hindú del amor y la guerra, vienen a ser similares porque, a fin de cuentas, se relacionan con «la fuerza física, la justicia y la autoridad moral».

Aquí se dan cita piezas muy antiguas con montajes contemporáneos. A veces puede resultar desconcertante.