Homilías del Papa en la Residencia Santa Marta: Magisterio en pequeñas píldoras - Alfa y Omega

Homilías del Papa en la Residencia Santa Marta: Magisterio en pequeñas píldoras

El Papa ha inaugurado una nueva modalidad de ejercer su magisterio. En las homilías de las Misas que celebra cada día, a las 7 de la mañana, en la capilla de la Residencia Santa Marta, va dejando caer pequeñas perlas, a veces auténticas cargas de profundidad, denunciando el fariseísmo en la Iglesia, o recordando que hoy vivimos en un tiempo de mártires

Ricardo Benjumea
El Papa Francisco preside la Misa del 22 de marzo pasado, Viernes de Dolores, en la capilla de la Residencia Santa Marta.

El Papa ha confesado abiertamente su ineptitud para la informática y las nuevas tecnologías, pero, en su mes escaso de pontificado, ha demostrado estar dotado de un gran talento para la comunicación. No hay un día en que no sea noticia. No hace falta que sucedan grandes acontecimientos. A veces, son sólo pequeñas reflexiones, que rara vez llegan al papel de los periódicos o a los informativos de televisión, pero, en cambio, sí aparecen en las webs de información religiosa y en las ediciones digitales de muchos diarios.

La decisión –por ahora, temporal– de permanecer en la Residencia de Santa Marta, implica que el Santo Padre no celebra Misa en la privacidad de los apartamentos papales, sino en una capilla, a la que, por turnos, asisten los empleados de los distintos departamentos de la Santa Sede, además de los visitantes que se alojan en este lugar. Las homilías, o al menos algunos fragmentos, se dan a conocer a través de Radio Vaticano. Perla del día, o mini-magisterio, son nombres con los que algunos medios han bautizado esta peculiar nueva forma de magisterio papal, siempre a partir de comentarios a las lecturas del día.

Las perlas del día

Muchos de estos mensajes del Papa han ido, hasta ahora, dirigidos a corregir actitudes poco evangélicas en la Iglesia. Pueden ser críticas muy duras, pero dichas siempre con dulzura y misericordia, y a menudo con gran sentido del humor. «También en las comunidades cristianas existen trepadores, ¿no?, que buscan lo suyo…», personas que buscan hacer carrera y viven la fe «un poco como negocio», denunciaba el lunes. El fariseísmo fue también el blanco de sus críticas el pasado viernes, cuando alertó acerca de la contaminación ideológica en la Iglesia, y «el moralismo» de quienes falsifican el Evangelio, y «se convierten en intelectuales sin talento, eticistas de la bondad», incapaces de entender que «el camino del Evangelio es sencillo: el camino de la conversión, de la humildad, del amor, del corazón…».

El sábado, en cambio, el Papa habló de los «cristianos –por así llamarlos– satélite, que tienen una pequeña Iglesia a su medida», los «cristianos tibios», en contraposición a los que se dejan guiar «por el camino de Jesús», incluso hasta el martirio. En esa misma línea, habló el 16 de abril sobre los 50 años del Concilio Vaticano II, «una obra hermosa del Espíritu Santo», que, como todas las de Dios, nos despierta de nuestro letargo, y «nos empuja a tomar una vía más evangélica» en nuestra vida personal y comunitaria. Por eso, hay resistencia a acogerlo: «Festejemos este aniversario, hagamos un monumento, pero que no nos dé fastidio. No queremos cambiar».

De gran calado fue también su homilía al día siguiente (concelebrada, entre otros, por el Patriarca Latino de Jerusalén), cuando habló de la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Los primeros cristianos «dejaron su casa, no tenían seguridad, pero fueron de sitio en sitio anunciando la Palabra… Eran simples fieles, apenas bautizados desde hacía un año o poco más, quizá. Pero tenían el coraje de ir a anunciar. ¡Y les creían! ¡E incluso hacían milagros!» Con su testimonio, «suscitaban curiosidad… Hemos conocido a Jesús», anunciaban. «Y nosotros, ¿creemos en esto? ¿Que el Bautismo sea suficiente para evangelizar? O esperamos que el cura diga, que el obispo diga… ¿Y nosotros?». «Somos fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras? Cuando hacemos esto, la Iglesia se convierte en una Iglesia Madre, que genera hijos». De lo contrario, lo que tenemos es una «Iglesia-niñera, que cuida al niño para que se duerma. Es una Iglesia adormecida», dijo el Papa, y recordó que, en Japón, cuando los misioneros fueron expulsados en el siglo XVII, las comunidades permanecieron más de dos siglos sin sacerdotes. Con el regreso de los misioneros, se descubrió una comunidad cristiana viva. «¿Quién hizo esto? ¡Los bautizados!».

Para evangelizar, hace falta cultivar una auténtica relación personal con Dios. Y a veces creemos en «un Dios difuso, un Dios-spray, que está un poco por doquier, pero no se sabe qué es», decía el Papa, durante la Misa del 18 de abril. «Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos con Dios, hablamos con personas: con el Padre, con el Hijo o con el Espíritu Santo. Ésta es la fe».

Para ello, es importante cultivar la perseverancia. Jesús no se nos presenta con una varita mágica y arregla todos nuestros problemas, advirtió el Papa el 12 de abril. «A veces, hace milagros, pero en la vida cotidiana; nos salva en el tiempo, en la historia personal de cada uno».

Un modelo de actitud cristiana que, a menudo, presenta el Papa es el de los mártires. «Aquí, en Roma, tenemos tantos testimonios de mártires, comenzando por Pedro», dijo el 15 de abril. «Pero el tiempo de los mártires no ha terminado: aún podemos decir, en verdad, que la Iglesia tiene más mártires que en la época de los primeros siglos».

La persecución se alimenta del odio a la fe, que primero se manifiesta en forma de calumnia. Y advirtió el Papa: «Todos somos pecadores, pero la calumnia es otra cosa…; nace de algo muy malo: nace del odio. Y el que crea el odio es Satanás», por lo que, «donde hay calumnia, está Satanás mismo».