Hombre de letras y de Iglesia - Alfa y Omega

Hombre de letras y de Iglesia

Maica Rivera
Detalle de la portada del libro

De todas las conmemoraciones que nos deja este año literario a punto de agotarse nos quedamos con una de las mejores noticias, llegada en la recta final, que es la publicación de esta edición bilingüe de Viorica Patea de La tierra baldía, en la colección Letras Universales de Cátedra. El centenario de la obra maestra de Thomas Stearns Eliot (1888-1965) no podría tener mejores honores que esta nueva traducción —Natalia Carbajosa con la colaboración de M.ª Teresa Gibert y la propia Viorica Patea—, acompañada de un apéndice con una selección de textos a los que el autor se refiere. El gran poema del siglo XX, fundacional de la poesía moderna, es presentado como «un cruce de géneros y estilos, fragmentario, deliberadamente extraño, enigmático y plurilingüe, que simboliza el viaje del alma hacia la trascendencia a través del desierto de la ignorancia, del sufrimiento y de las aspiraciones terrenales».

Para profundizar en toda esa vasta complejidad, se brinda un extenso aparato crítico actualizado que nos dibuja un perfil del poeta muy interesante en todo lo relacionado con la evolución cronológica de su con(s)ciencia filosófica y de su fe. Se explica cómo rechazó el materialismo científico, a la par que censuró el idealismo: se mostró hostil al reduccionismo ético y metafísico del norteamericano Josiah Royce, que marcó tendencia hasta la Primera Guerra Mundial y recurrió a los principios matemáticos para demostrar la existencia de Dios mediante una argumentación lógica. También documentan estas páginas cómo Eliot se opuso al utilitarismo de su tiempo, y recogen su crítica del relativismo extremo y del antropocentrismo del pragmatismo de William James, precursor de la posmodernidad.

Queda registrada su intención pasajera, según le habría confesado a la poeta Gabriela Mistral, de convertirse al budismo. Sin embargo, desde 1923, se sintió cada vez más atraído por la Iglesia anglicana, hasta que, en 1927, se convirtió al anglocatolicismo, una decisión muy meditada a la búsqueda de respuestas tras el fracaso de su vida matrimonial. No sabemos si realmente Eliot tuvo una iluminación mística, pero sí que «encontró en la experiencia religiosa la solución a las limitaciones de las especulaciones filosóficas». Son estos ya sus denominados años de madurez, en los que «el problema de la fe será una preocupación central en su obra artística y también en sus escritos ensayísticos, y, de ahora en adelante, la principal fuente de inspiración la constituirá su fe cristiana», como en Journey of the Magi (El viaje de los Reyes Magos, 1927), A song for Simeon (Un canto para Simeón, 1928) o Miércoles de ceniza (1930), que se valora como la culminación de este camino que el propio autor define como «la experiencia de la búsqueda de Dios y el intento de explicar los sentimientos humanos más intensos a la luz de la finalidad divina».

En Religion and literature (1935), Eliot insistió en la convicción de que la crítica literaria debe practicarse desde una perspectiva ética y religiosa. Destaca que sus inquietudes le acercaran al grupo de intelectuales cristianos Chandos; de 1938 a 1943 participó de sus reuniones y debates, que enfocaban los problemas sociopolíticos de la época desde una perspectiva cristiana, algo que le llevaría a entablar un intenso diálogo, entre otros, con el católico Christopher Dawson. De esta época se señalan los textos The idea of a christian society (1939) y Notes towards the definition of culture (1948). Al igual que Simone Weil, se apunta, Eliot pensaba que la historia «se debe juzgar a la luz de valores eternos» (Catholicism and international order, 1933).

La conclusión es que la obra eliotiana sobrevive por la claridad de su análisis y la vitalidad de su mensaje espiritual.

La tierra baldía
Autor:

T. S. Eliot

Editorial:

Cátedra

Año de publicación:

2022

Páginas:

416

Precio:

16,50 €