Hace medio millón de años, el homo heildelbergensis cuidaba a los enfermos. Piedad con los vivos y con los muertos - Alfa y Omega

Hace medio millón de años, el homo heildelbergensis cuidaba a los enfermos. Piedad con los vivos y con los muertos

La teoría de la selección natural afirma que la vida es una descarnada lucha por la supervivencia, en la que sólo hay lugar para los más fuertes, pero en la evolución del ser humano se constata justamente lo contrario. Sorprendentes hallazgos en las excavaciones de Atapuerca muestran que, hace ya medio millón de años, nuestros antecesores cuidaban de los más débiles. También han aparecido pruebas de un comportamiento funerario en los homínidos ya entonces, cientos de miles de años antes de lo que se suponía. La piedad con los vivos y la piedad con los muertos se presentan como los rasgos que han caracterizado a nuestra especie desde sus orígenes

Catalina Roa
Excavaciones en la Sierra de Atapuerca (Burgos). Foto: Mario Modesto Mata.

Atapuerca es un pequeño conjunto montañoso en Burgos internacionalmente conocido por el valor de sus fósiles prehistóricos. En una recóndita cavidad con difícil acceso de Atapuerca, denominada la Sima de los Huesos, ha tenido lugar un hallazgo extraordinario: un insólito enterramiento colectivo e intencionado. Esto implica un comportamiento religioso mucho más antiguo –medio millón de años– de lo que se podía imaginar.

Para hacernos una idea: las primeras manifestaciones de un comportamiento espiritual en homínidos se sitúan hace unos 40 mil años, y corresponden a pinturas prehistóricas que se relacionan con alguna práctica religiosa. Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre la autoría de las pinturas: podrían ser obra de neanderthales o de homo sapiens. En el caso de la Sima de los Huesos, estamos hablando de fósiles de hace medio millón de años pertenecientes al homo heildelbergensis. Hay una diferencia de más de 400.000 años entre las dataciones de las pinturas que se consideran las primeras muestras de espiritualidad en homínidos y este enterramiento, razón por la cual en el ámbito científico hay resistencia a admitir que el enterramiento fue intencionado y que se trata de un signo de comportamiento religioso.

El propio don Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología y Codirector de las excavaciones, reconoce abiertamente que, si no se hubiese encontrado él personalmente con este hallazgo, jamás hubiese creído que algo así pudiera ser cierto. Pero las pruebas no dejan lugar a dudas. La última, el reciente hallazgo entre los cadáveres de uno de los huesos más pequeños del cuerpo humano, la falange, perteneciente a un niño. Esto descarta que los cadáveres hubieran sido arrastrados allí por depredadores, porque ese hueso hubiera sido devorado. Tampoco hay signo alguno de que la Sima fuera un lugar habitado, por lo que debió tratarse de un centro de enterramientos. El equipo investigador piensa que los cadáveres fueron enterrados en la Sima a propósito por sus compañeros y familiares.

Benjamina y Elvis

Entre los cadáveres encontrados, en 2001 fue hallado y reconstruido el cráneo de Benjamina, la niña querida. El cráneo era asimétrico. Benjamina padecía una enfermedad llamada craneosinotosis. Esta enfermedad, que actualmente se opera al nacer, no sólo provoca una deformidad, sino que conlleva minusvalías. Con esas dificultades vivió en su grupo Benjamina, arropada, y cuidada por los demás miembros del grupo. No fue excluida ni apartada por su deformidad o discapacidad. Gracias a los cuidados, pudo sobrevivir hasta aproximadamente los 10 años.

Otro caso en la Sima de los Huesos que supone un comportamiento solidario son los restos de una pelvis y parte de un tronco de un individuo de edad avanzada al que se ha denominado Elvis, y que sufría cierto grado de minusvalía psicomotriz. En un mundo de cazadores, no podía cazar, era un cazador jubilado. Su subsistencia dependía de los demás miembros de su grupo. Y aun así, sobrevivió. Según el equipo de Atapuerca, «estos fósiles constituyen la evidencia más antigua encontrada hasta la fecha de un humano de edad avanzada con signos claros de envejecimiento y discapacidad. La supervivencia de este individuo puede interpretarse como un indicio del cuidado social dispensado en el pasado remoto a los mayores del grupo».

El comportamiento altruista que indican Benjamina y Elvis es atípico, y contradice la explicación que dio Darwin a la evolución de las especies. Según esa teoría, el motor de la evolución es una competencia entre individuos en la que sobreviven los más fuertes. Esto no es válido para el hombre, como reconoce el profesor Arsuaga: «Tenemos una manifestación de solidaridad, de un comportamiento que se opone a la idea de la supervivencia de los mejores y la eliminación de los peor dotados o más desfavorecidos, que algunos identifican con la idea de la evolución y con el mecanismo de la selección natural. Eso no reza para la evolución de las especies sociales y mucho menos para la nuestra. Aquí nos encontramos con manifestaciones que nos dicen que los débiles o los que tienen problemas o dificultades reciben la solidaridad y el apoyo del grupo para su supervivencia».

En el caso del hombre, concluye Arsuaga, se invalida la premisa de Sartre de que el infierno son los otros. Mirando a Benjamina y Elvis, que nos muestran la cara más amable del comportamiento de nuestra estirpe, podemos decir todo lo contrario: el cielo son los otros.