Ciertamente, no puede haber libertades personales y políticas en una sociedad si no hay también libertad de mercado. Pero una economía de mercado no se identifica con el capitalismo, ni exige la desaparición del Estado social, ni del poder moderador del Estado sobre el mercado. Cuando esto se hace, pasamos de la economía de mercado a la sociedad de mercado, en la que todo –hasta los propios individuos– pasa a estar en venta, y el descarte de vidas humanas se convierte en un inevitable efecto colateral del sistema. La actual crisis económica pone de manifiesto la diferencia que existe entre el libre mercado y el capitalismo financiero desregulado.