Si les digo que la obra que van a ver y vivir es de Lope de Vega, es maravilloso. Si les aseguro que el equipo lo forman jóvenes de entre dieciocho y veintidós años, entre actores, figuristas, músicos… es estupendo. Pero si además de todo esto, les confieso que es un espectáculo sensacional con momentos de magia, con música en directo, muy, pero que muy movido, a la que pienso regresar —palabra—; no me negarán ustedes que es una de esos proyectos que no se pueden perder.
He querido hablar conscientemente en términos de proyecto porque Fuenteovejuna es eso, más allá de una obra de teatro y su representación, brillante, eso sí. Un lindo y trabajado proyecto formado por jóvenes, La joven compañía, que bajo la dirección de José Luis Arellano llevan a escena uno de los textos más convulsos del dramaturgo. Respetando el verso, el ritmo castellano ahora más que nunca necesario, y adecuándolo al siglo XXI, con traje y corbata, con unos Reyes Católicos justos, de esa justicia que apenas recordamos. Con un Fernán Gómez, el Comendador perverso, al estilo de esos que tienen de la mano el poder y abusan de todo lo que pillan a su paso, hasta de las vejaciones. Y unos muchachos y muchachas libres para pensar y amar, un Alcalde y las gentes de su pueblo, con los mismos derechos para respetar y acatar órdenes pero eso sí, siempre desde el sentido común. Seres, al fin y al cabo, de barro. Que si los golpeas, se deshacen en pedazos, y si los recompones, se tambalean. Una obra redonda, ya me entienden.
Ya conocen el argumento de Fuenteovejuna. Un pueblo que se levanta en armas contra los abusos de poder del Comendador, quien tiene atemorizado a todos con su forma de hacer, su derecho de pernada, entre otros, sus castigos indiscriminados y sus torturas a diestro y siniestro. Frente a él, el pueblo entero, encabezado por la joven Laurencia, la hija del Alcalde, quien inyecta en el resto esos ánimos de venganza, esa rebelión contra la tiranía donde lo que se pretende es que triunfe el amor puro, verdadero entre Laurencia y Frondoso, además de otros pormenores. Éste y otros muchos agravios gestarán una necesaria venganza para abolir la ambición y la tiranía, y así recomponer el orden establecido: la honra, el honor y el rey; los tres elementos vertebradores del Siglo de Oro español, los tres ingredientes necesarios para condimentar esta bella y casta historia de amor. Una cosa más: por si no lo han advertido todavía, es una obra que no se pueden perder además de por la energía que se derrocha sobre el escenario que traspasa hasta las puertas de entrada y salida, de ese buen hacer que tienen estos jóvenes que por momentos alcanzan momentos brillantes, como si llevaran sobre las tablas toda una vida; algo que a mí especialmente me entusiasmó fue el calorcito que se siente cuando entras en un espacio donde son los propios miembros de la compañía los que te reciben con un Hola, qué tal; Que disfruten de la obra; Qué les ha parecido y Muchas gracias por venir; con una permanente sonrisa en el rostro. A mí me entraban ganas de abrazar a todos y cada uno de ellos. Pensando que tal vez la magia del teatro puede, y efectivamente así ocurre, comenzar antes de que se suba el telón, en cada paso que das hasta llegar a tu asiento acompañada de esos rostros que se desviven por hacer de este arte un bello y digno modo de vida. Cuánto tenemos que aprender de la devoción y pasión con la que nuestros jóvenes hacen las cosas. Jóvenes y no tan jóvenes, por supuesto.
Así es. Vayan, por favor al Teatro Conde Duque, con funciones para centros de educación todas las mañanas, o si lo prefieren, asistan por la tarde. Ya saben, es una ocasión única para reconciliarse con nuestra juventud, para disfrutar con otros ojos de una Fuenteovejuna de nuestros días, con traje y corbata.
Recuerden a Lope: Pobre del pueblo que de sí no cuida. Yo aún digo más: Pobre de ustedes si de sí mismos no cuidan.
Como siempre: ¡Gracias!
★★★★☆
Calle Conde Duque, 11
Plaza de España
OBRA FINALIZADA