«No podemos esperar a que nuestros problemas los resuelva Europa» 

«No podemos esperar a que nuestros problemas los resuelva Europa»

«Entre el 70 % y 80 % de las legislaciones nacionales nace de Bruselas», alerta el representante de las familias católicas europeas, que participó el lunes en el acto: Nos jugamos la vida. El alma de Europa

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Nicola Speranza, a la izquierda, durante el encuentro
Nicola Speranza, a la izquierda, durante el encuentro. Foto: NEOS.

El italiano Nicola Speranza, secretario general de la Federación de Asociaciones Familiares Católicas en Europa (FAFCE), participó el pasado lunes en Madrid en el acto organizado por NEOS Nos jugamos la vida. El alma de Europa. En el evento también participaron Jaime Mayor Oreja, presidente de NEOS; Josep Miró, coordinador de la Asamblea por la Vida, la Dignidad y la Libertad, o el filósofo Fabrice Hadjadj, entre otros. 

¿Por qué un evento como este a las puertas de una nueva convocatoria electoral en el continente?
Este tipo de encuentros son necesarios para comprobar que no estamos solos. Hoy en Europa se puede pensar que los cristianos somos los únicos que creen en la belleza de la antropología humana básica, pero no es así. Y, sin quitar el hecho que nos quedamos una minoría, podemos ser una minoría muy creativa. Somos muchos más de lo que podríamos pensar.

¿Qué es lo que está en juego ahora mismo en Europa?
Nos jugamos mucho. Nos jugamos la vida, en realidad. Dar la vida por otros es la única forma de vivir de verdad. Los cristianos anunciamos esto, pero este mensaje está inscrito en nuestra misma naturaleza humana. Cada vida humana cuenta, y por eso denunciamos que en Europa hay amenazas a la vida y la dignidad de la persona humana. En Bruselas hay grupos de extrema izquierda que trabajan en contra y censuran que podamos accedes a las instituciones europeas. Hay quienes quieren que nos callemos, pero los cristianos nunca hemos hecho tal cosa.

¿Qué es lo más preocupante?
Estamos asistiendo al suicidio de Europa, especialmente en un sentido demográfico. Hay un invierno demográfico que denunciamos desde hace años, y poco a poco se está empezando a tomar conciencia de este problema. La cuestión es que no se va a las raíces, sino solo a las consecuencias. El hecho de no querer tener hijos, de no tener el coraje de entregarse en una familia, denota una falta de sentido vital. La razón profunda es que no hay ganas de hacer familia, y eso está generando una notable crisis de soledad en los europeos.

¿La familia está protegida por la Unión Europea?
Es difícil contestar a esta pregunta con un sí o un no. La familia no es una competencia como tal de la UE. La definición de matrimonio y familia depende de las legislaciones nacionales, pero es evidente que las políticas europeas tienen consecuencias en las familias. Fundamentalmente, no se la considera como una célula fundamental de la sociedad. Por eso estamos allí en Bruselas. 

¿Algún ejemplo?
El Certificado de genitorialidad propuesto por la Comisión Europea y que está en fase de negociación por los Estados miembro. Con él se quiere imponer una visión de la paternidad a todos los Estados miembro, haciendo del hecho de ser padre o madre un simple registro administrativo, con todas las consecuencias que eso tiene, hasta el reconocer la practica de los vientres de alquiler. 

El acto organizado por NEOS ha hecho hincapié en las próximas elecciones europeas, del 6 al 9 de junio. ¿Por qué?
Todas las elecciones son importantes, porque en todas se juega de alguna manera el bien común a todos los niveles. Hay una tendencia a hablar poco de Europa porque parece distante y lejos de nuestro día a día, pero hay que recordar que entre el 70 % y 80 % del contenido de las legislaciones nacionales nace de lo que ha salido antes de Bruselas. Simplemente, las legislaciones nacionales recogen lo que ya se ha decidido allí. Solo por esto debemos tener una mayor conciencia de sus repercusiones sobre la familia. De todos modos, no podemos esperar a que nuestros problemas los resuelva la política en Europa, hay que tomar en cuenta la política activa de nuestros actos cotidianos y de nuestros pronunciamientos. La vida política no se juega solo en las elecciones. Se juega antes de todo en nuestras propias familias, y en nuestra capacidad de hacer red: la familia y las redes de familias son antídotos para la soledad, la enfermedad de nuestra época.