Francisco Javier López, el primer diácono permanente de la diócesis de Canarias
Está casado con Rocío, es padre de dos hijas y recibió la ordenación en la catedral de Santa Ana el pasado 5 de marzo. «Lo importante ahora mismo no es quién abre la puerta, sino que la puerta se ha abierto para que este mismo camino lo puedan recorrer también otros», afirma
Técnicamente no es el primer diácono permanente de Canarias, pero casi. «En la diócesis nunca ha habido… Espera. Miento. Hubo uno hace como 30 años. Un jesuita, pero fue una cosa puntual. Luego lo destinaron pronto a otro lugar. Realmente, de personas de la diócesis, nadie había accedido nunca al diaconado permanente», explica Francisco Javier López, que el 5 de marzo se ordenó como tal en la catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canarias, a partir de las 11:00 horas.
De alguna forma, él es el primero, circunstancia que no lleva nada bien: «Yo soy más de vivir las cosas en segunda línea. Te reconozco que antes pensaba, “por qué no nos esperamos un poco, así somos dos o tres y nos ordenamos todos juntos”. Pero no, y este cierto protagonismo es lo que peor llevo». En este sentido, López considera que «lo importante ahora mismo no es quién abre la puerta, sino que la puerta del diaconado permanente se ha abierto en la diócesis de Canarias para que este mismo camino lo puedan recorrer también otros».
Del seminario al matrimonio
Él dio los primeros pasos por esta senda cuando, «con 19 años, me fui al seminario». Allí estudió Teología, «pero al acabar me di cuenta que el camino del sacerdocio no era para mí», recuerda. Con su salida, López debía reorientar su vida y, como tenía la carrera de Teología, hizo la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA) para ser profesor de Religión. «He estado durante 22 años dando clase en distintos institutos de aquí de la diócesis». Tiempo durante el que también «conocí a mi mujer, Rocío, con la que he tenido dos hijas».
Paralelamente, Francisco Javier colaboraba como profesor del Instituto Superior de Teología de Gran Canaria, por el que también pasó en calidad de alumno. «En aquel tiempo, hice la especialidad en Teología dogmática y acabé el doctorado». En la actualidad, López es el subdirector del Instituto y, desde septiembre, delegado de Enseñanza de su diócesis.
Una pregunta de la Iglesia
Así transcurría su ajetreada vida, hasta que José Mazuelos fue nombrado obispo de Canarias. «Venía de Jerez, donde sí había diáconos permanentes, de tal forma que cuando llegó, preguntó si aquí también había», explica López. Ante la respuesta negativa, el prelado se puso manos a la obra y comenzó a impulsar el tema. «Le debieron sugerir algunos nombres, entre los que figuraba el mío, y entonces lo que ocurrió es que fue la Iglesia la que se acercó a nosotros. “¿Ustedes nunca se han planteado el tema del diaconado permanente?”, nos preguntaron».
La respuesta fue negativa, pero desembocó, tras la sorpresa inicial, en un proceso de discernimiento dentro del matrimonio. «“¿Qué querrá Dios con todo esto?”, nos preguntábamos. Hay que tener en cuenta que ya teníamos una intensa actividad laboral y también familiar». Las dudas era muchas, pero se disiparon todas con dos encuentros que vivieron. «Unos amigos de los Equipos de Nuestra Señora, que tenían varias responsabilidades, nos dijeron que ellos, cuando estaban desbordados, rezaban así: “Ocúpate Señor de nuestras cosas, para que nosotros nos podamos ocupar de las tuyas”. Y les empezamos a imitar. Nos pusimos en las manos del Señor».
La segunda cita fue con el obispo: «Teníamos una retahíla de preguntas, pero para todas tenía una respuesta clara. Salimos con mucha serenidad de aquel encuentro» A partir de ahí, «dijimos: “Señor, esto no es una cosa buscada por nosotros. Así que, si esto es lo que quieres, pues adelante», concluye Francisco Javier López, que hoy está adscrito a la parroquia Arcángel San Rafael, en Vecindario, Gran Canaria, como diácono permanente. «Es todo muy reciente. Todavía nos estamos adaptando en casa. En mi primera homilía tuve que advertir de que todavía llevaba la L de novato».