Permaneció junto a los contagiados por el cólera
El sacerdote Antonio Vicente González se quedó con los enfermos en lugar de abadonar la ciudad. Ahora podría convertirse en el primer santo de la diócesis de Canarias. El Papa también ha declarado venerable al Tata Vasco
La declaración como venerable de Antonio Vicente González, sacerdote canario del siglo XIX, «llega en un momento providencial», apunta el delegado para las Causas de los Santos de la diócesis de Canarias, Higinio Sánchez. En un contexto de pandemia como el actual, el cura es modelo de acogida a los enfermos más contagiosos.
González fue ordenado en 1845, pero apenas pudo ejercer siete años como tal antes de que encontrara la muerte con 34 años debido a la epidemia del cólera. «La enfermedad entró por el puerto, por lo que se recomendó a la población y a las autoridades dejar la ciudad», situada a la altura del mar, «y subir 400 metros a la zona de Tafira, que se preveía más libre de la epidemia», explica el delegado. Así lo hizo la población al completo, e incluso el Cabildo de la catedral. Sin embargo, «él optó por seguir de párroco atendiendo espiritualmente y consolando a los infectados y a los moribundos». Además, creó un centro de caridad frente a su parroquia «donde acogía a los enfermos» y que pronto se convirtió en un pequeño hospital. Allí «les entregaba ropa y comida» y ponía a su disposición todos sus ingresos.
Antonio Vicente murió en 1851 contagiado por aquellos mismos enfermos y ahora la Iglesia hace avanzar su causa en una pandemia que también interpela a la solidaridad de los católicos.
El español que se hizo indio
En el mismo decreto firmado por el Papa también se reconocen las virtudes heroicas de otro español, el misionero Vasco Vázquez de Quiroga. Fue conocido como «el español que se hizo indio» y como Tata Vasco –que en lengua purhépecha significa papá–, como recordó Francisco durante la Misa de su viaje a México de 2016 en la que quiso celebrar con el báculo y el cáliz del que fue el primer obispo de Michoacán.
La admiración de Bergoglio por el Tata Vasco se entiende mejor a la luz de su reciente encíclica sobre la fraternidad. Es la misma intuición del misionero, quien «tras su toma de posesión como obispo en 1538 puso la primera piedra de una catedral de cinco naves en la que aspiraba a acoger por igual a indígenas, mestizos o españoles», explica Abraham Díaz, rector de la catedral de Morelia y juez del proceso diocesano de canonización de Vasco de Quiroga.
Pero en la vida del misionero destacó principalmente su preocupación por los indígenas. «Ante los abusos de algunos españoles» durante la conquista, «compró con su dinero un terreno en el que construyó un hospital-pueblo para atender a los indígenas», asegura Díaz. Hizo lo mismo tras ser trasladado a Michoacán, donde «los nativos vivían en los cerros por miedo al conquistador Nuño de Guzmán». Allí «evangelizaba a los indígenas y les enseñaba un oficio», lo que hizo que el cariño por su persona haya permanecido hasta la actualidad entre la población», concluye Díaz.
Junto a los españoles, el Papa Francisco declaró venerables a un polaco, el sacerdote Ignacio Stuchl; a los italianos Bernardino Piccinelli, obispo, y Antonio Seghezzi, sacerdote fallecido en Dachau; al también cura Bernardo Antonini, evangelizador en Rusia, y a la religiosa italiana Rosa Staltari, de la Congregación de las Hijas de María Santísima Corredentora.
En la reunión del Papa con el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, Francisco también aprobó el martirio del juez antimafia Rosario Angelo Livatino, que será beatificado próximamente. El jurista fue asesinado por la Stidda, la mafia local, el 21 de septiembre de 1990 a los 38 años. Cuatro hombres lo molieron a golpes y luego lo remataron a tiros. No pudo llegar a ver cómo en 1992 aquello por lo que tan duro había trabajado, el descubrimiento de una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos del momento y a varias empresas, llegaba a buen fin.