Franciscanos en Siria: «Ojalá tras el terremoto la comunidad internacional intervenga» - Alfa y Omega

Franciscanos en Siria: «Ojalá tras el terremoto la comunidad internacional intervenga»

Siria cumple doce años de guerra mientras lucha por recuperarse del terremoto. En la zona rebelde, los franciscanos solo podían hacer actividades en su iglesia, ahora destrozada

María Martínez López
Familias acogidas por los franciscanos en Latakia. Foto: Fadi Azar.

Cuando se cumplen doce años del inicio de la guerra en Siria, «la gente está cansada. Han perdido la esperanza», asegura desde Latakia el franciscano Fadi Azar. El 15 de marzo de 2011, las protestas masivas contra el régimen de Bashar al Assad fueron duramente reprimidas por las Fuerzas de Seguridad. Fue el detonante de un conflicto que ha causado entre 300.000 y 600.000 muertos, según distintas fuentes, y unos 13 millones de desplazados; incluidos 6,7 millones de refugiados en otros países.

En el aniversario del estallido, el Enviado Especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, ha hecho un llamamiento a todas las partes a hacer más esfuerzos en busca de la paz, ya que «seguir como en la actualidad desafía la humanidad y la lógica», informa EFE. «Las dificultades vividas a la hora de responder a los catastróficos terremotos recientes nos recordaron que el actual statu quo es insostenible e indefendible», ha afirmado este miércoles el diplomático noruego en un comunicado.

En este aniversario, muchos análisis se centran en el alcance de la llamada «diplomacia del terremoto», que ha llevado a algunos países árabes a dar pasos de acercamiento a Damasco. «La gente dice que ojalá tras el terremoto la comunidad internacional interviniera para arreglar la situación», relata fray Azar. «No quieren la guerra, solo vivir en paz y que el embargo y las sanciones terminen, para poder vivir». De momento, la relajación de las sanciones internacionales no se nota demasiado. «La vida sigue estando muy cara, porque la libra siria sigue perdiendo valor respecto al dólar y el euro».

Sin libertad de culto

No es la única consecuencia de la guerra, unida desde hace un mes a las terribles consecuencias del terremoto del 6 de febrero en Siria y Turquía, y de sus réplicas posteriores. Azar está en contacto con los franciscanos de Yakubieh, en la zona controlada por los rebeldes. Ahora mismo, «su situación es muy difícil».

Aunque «gracias a Dios están bien, siguen viviendo en tiendas de campaña porque su monasterio y su iglesia sufrieron muchos daños», al estar en la frontera con Turquía. Esta situación les ha obligado a cesar cualquier labor pastoral. «No hay libertad de culto: los frailes no pueden ponerse el hábito ni podían tocar las campanas o hacer actividades en público. Solo podían rezar en la iglesia». Y ahora está demasiado dañada para ello.

Diez apartamentos de alquiler

En cuanto a la comunidad de Latakia, casi todas las 375 personas que llegaron a acoger después del seísmo «ya han podido regresar a sus casas, gracias a Dios. Tenían miedo de hacerlo porque son edificios de siete u ocho pisos, pero el Gobierno ha dicho que son seguros» después de realizar unos arreglos básicos, por ejemplo en las ventanas. «Hay daños en la pared y el techo, pero no hay peligro de que se caigan. Ahora les han dado el permiso para empezar a repararlo».

Para los huéspedes que perdieron sus casas, «hemos conseguido diez apartamentos», prosigue Azar. Durante un año, la parroquia franciscana les pagará el alquiler, con ayuda «de los feligreses, de gente de otras ciudades del país y de la Asociación Pro Terra Santa». Como muchas personas han perdido sus hogares, «hay una gran necesidad de vivienda y los alquileres han subido y están muy caros». Sobre todo si se necesitan apartamentos con muebles.

Ahora, en la parroquia quedan solo tres familias, para las que aún no han podido encontrar un nuevo hogar por el alto coste y la escasez de oferta. «Una son dos hermanas, una de las cuales tiene cáncer. Hay también una señora de 95 años con su hija de 75 y sus sobrinos de 40 y 50, y un padre y una madre jóvenes con su hija». «Gracias a Dios» el dispensario que tienen no sufrió daños y funciona con normalidad. La parroquia también está entregando cestas de comida para las familias más pobres.