Flamenco feeling. El sentimiento: Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos - Alfa y Omega

No sé nada de flamenco. No conozco los palos. Distingo cante, toque y baile por razones evidentes, y sé que existen modernas variedades del tradicional flamenco, que se hacen llamar «fusión», «chill» o «nuevo flamenco», algo que, por norma, entusiasma a modernos y horroriza a puristas. Aunque de todo hay.

Puedo asegurarles que no llego a utilizar todos los dedos de la mano para contar las veces que he asistido a un espectáculo del baile Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que ha llegado desde Andalucía a lugares tan remotos como Japón, donde para su anecdotario les contaré, ha pegado tan fuerte que hay más academias por persona que en la propia España.

Por eso, no han de encontrar en estas líneas un análisis técnico o formal del espectáculo que Sara Lezana y el Ballet Flamenco de Madrid acaban de estrenar en el castizo Tirso de Molina, en el Teatro Fígaro.

Lo que sí han de hallar aquí es sentimiento. Y creo que los bailaores, y la propia creadora del espectáculo se sentirán orgullosos al leerme, ya que han elegido como título de su montaje Flamenco feeling. El sentimiento y no Las variedades del flamenco. Análisis de los palos. Porque lo que se genera durante la hora y media larga que uno está pegado a la butaca sin poder cerrar la boca es ese sentir tan propio de nuestra tierra sureña, esa fuerza desgarradora, ese imán de almas que es el flamenco cuando no sólo rezuma arte, sino que rezuma vida, rezuma historias, rezuma personas.

Personas como Victoria Duende —fantástica, alocada, infinita— o el gran bailarín Francisco Guerrero, que con su limpieza y perfección recrean un espectáculo visual del que no puedes despegar la mirada —grande, muy grande Francisco—. El equipo se completa con Iván Gallego, José Joya, Noelia Casas y la propia Sara Lezana, que con una genialidad digna de admirar van sucediendo coreografías en solitario, en grupo, en pareja… y recuperan, como dice la propia Lezana, «los palos flamencos más importantes» y mantiene viva «la esencia del flamenco más ortodoxo».

No señores. Aquí no hay «chilles» ni «outes». Es pura escuela española, donde la poesía, el baile y el cante “nos llevan de la mano a viajar por la geografía del flamenco, haciendo un recorrido por los diferentes estilos”, subraya la coreógrafa. Ella misma es quien hila, en escena, con versos de José Martí y algún que otro Lorca, una actuación con otra. Todo ello regado por el chorro de voz de Natalia García, y la compañía de la música en directo de Rafael Andújar a la guitarra, Rafael Jiménez a la percusión y Moisés Pascua a la flauta.

Si quieren ver flamenco de ese que a uno le pone la piel de gallina, si quieren rememorar la historia de un pueblo, si quieren sentir las raíces de la tierra, si quieren rasgarse la camisa y recordar, ahora que se nos fue el maestro, que quedaron muchos discípulos en casa que no dejarán que le olvidemos, si quieren ver a tres generaciones flamencas dar lo mejor de su edad y experiencia sobre el escenario, si quieren aplaudir a rabiar y salir con la emoción dando vueltas en el pecho, vayan al Fígaro. No hay mejor modo de terminar una noche de invierno, y pronto, de primavera.

Gracias Ballet Flamenco de Madrid por apostar por vosotros, por apostar por nosotros. Si es que ya lo decía Lorca:

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Flamenco feeling. El sentimiento

★★★★☆

Teatro:

Teatro Fígaro

Dirección:

Calle Doctor Cortezo, 5

Metro:

Tirso de Molina

OBRA FINALIZADA