Fernando Giménez Barriocanal: «Compromiso económico y fe no están separados»
Renovado en el cargo de vicesecretario de Asuntos Económicos de la CEE, reconoce que la crisis es una ocasión para llamar a la responsabilidad y a la comunión: «Con diez o 20 euros de forma estable, el problema de financiación estaría resuelto»
Los obispos le han vuelto a elegir para liderar la economía en la Iglesia…
Son muchos años, 15 ya, como vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal. Mientras la Iglesia me pida echar una mano, pueda hacerlo y me vea con ganas, con la ayuda de Dios lo haré.
¿Es este el momento más difícil?
Es distinto. También lo fue en 2005 y 2006, con el cambio de sistema de financiación. Entonces hubo una enorme incertidumbre y ahora también. Pero los momentos de incertidumbre son también de oportunidad, de replantear las cosas. También para la Iglesia. Es una ocasión para llamar a la responsabilidad, a la comunión, a la participación, a la transparencia, al buen gobierno… y para poner en valor todas esas cosas que hace la Iglesia y que están ocultas.
¿Cómo está afectando la pandemia a la economía de la Iglesia?
Está repercutiendo, y mucho. Ha habido una bajada de ingresos. Sin duda. Esto nos está obligando a acelerar procesos que tenían que ocurrir. Las aportaciones voluntarias de los fieles que venían a través del cepillo han sufrido un importante retroceso por la restricción de aforos. Esta merma de ingresos se está intentando compensar con los nuevos sistemas de captación de recursos, que han crecido mucho: Bizum, cepillos electrónicos, suscripciones permanentes… Por ejemplo, las aportaciones a través del portal donoamiiglesia.es se han multiplicado por cinco con respecto al año pasado. Es un incremento notable, pero todavía insuficiente.
¿Hay diferencias entre diócesis?
Cada diócesis es un mundo. Las que más han sufrido son las que dependían en mayor medida de las colectas dominicales. Algunas incluso han tenido que pedir créditos ICO. También lo han pasado mal las que tienen parte de sus recursos en actividades económicas golpeadas por la pandemia: turismo, visitas culturales, residencias de estudiantes… Otras no han sufrido tanto porque su financiación es más estable. Desde la Conferencia Episcopal se ha ayudado a las que lo han solicitado a través de una dotación especial, adelantando fondos o facilitando el acceso a otras fuentes de financiación.
Decía antes que el incremento en las nuevas formas de colaborar era insuficiente… ¿Por qué?
Partíamos de un nivel muy bajo. En general, no hay una cultura de compromiso permanente y, por tanto, hay mucho camino que recorrer.
¿Es necesario un mayor compromiso, también en lo económico?
La Iglesia está intentando demostrar que el compromiso económico no tiene que estar separado de la vivencia de la fe.
Este momento es bueno para fortalecer el vínculo con la comunidad parroquial y adquirir un compromiso permanente a nivel económico. Si las familias que acuden a las parroquias contribuyeran con entre diez y 20 euros de forma estable, el problema de financiación estaría resuelto. Además, de los 150 primeros euros, se devuelve el 80 % en la declaración de la renta.
¿Qué ofrece la Iglesia como institución al recibir estas aportaciones?
Compromiso y responsabilidad. Tenemos la obligación de gestionar de forma eficiente los recursos y de aplicarlos de acuerdo con la realidad misma de la Iglesia: el anuncio de la fe y el encuentro con el más necesitado. Además, debe haber un enorme esfuerzo de transparencia, de comunicar lo que hacemos. Esto significa decir en qué nos hemos gastado el dinero. No hay que tener prejuicios, porque la Iglesia necesita recursos.
¿Hay miedo a pedir dinero?
Sí, porque da la sensación de que la Iglesia siempre está pidiendo. Pero desprenderse de los bienes y ponerlos en comunión con los demás viene desde el principio de la Iglesia. Tiene mucho que ver con la madurez de las comunidades eclesiales. En una comunidad viva, donde se vive la fe, se participa en los sacramentos, la catequesis… suele haber mucha generosidad. Otras veces hay que despertarla y, en este sentido, es importante la formación.
¿Algún ejemplo de buena práctica?
En diócesis como la de Madrid se han hecho, desde los años 90, campañas de financiación que pivotaban sobre la comunidad parroquial. Allí donde se ha hecho ese esfuerzo y la catequesis de pertenencia eclesial iba unida al compromiso económico, se ha visto que la economía no es un problema, sino una oportunidad para hacer más cosas.
¿Buscan que el peso de la asignación tributaria sea cada vez menor?
No renunciamos al sistema actual. Sin embargo, pensamos que el mecanismo fundamental debe ser la colaboración de los fieles de modo directo.
La Iglesia ha multiplicado iniciativas por la pandemia. ¿Conclusión?
La Iglesia ha seguido ahí en condiciones muy difíciles.
¿Cuáles serán los retos económicos de la Iglesia para este 2021?
Gestionar bien sus recursos y contar qué hace con ellos. Y también llamar a la acción, a la fe, al anuncio del Evangelio… porque en este momento tiene más sentido encontrarse con Dios. Del anuncio y de la vivencia de la fe surge el compromiso cristiano y también el económico.