Famoso pensador italiano: «Gracias al Papa estoy orgulloso de ser católico»
«Francisco es una oportunidad para la Iglesia. La oportunidad de reducirse, deshacerse de estructuras superficiales. Pero cada vez que pienso en esto, debo recordar que un Papa no puede cambiarlo todo». Reflexiones en voz alta de Gianni Vattimo, famoso pensador italiano. Polémico, considerado el «filósofo del pensamiento débil», sin pelos en la lengua. En una conversación con Alfa y Omega se declara un entusiasta seguidor de la renovación emprendida por el Pontífice argentino. Y advierte de que, si «se habla mal del Papa», es porque Francisco está en lo correcto
Anciano, de pelo cano y barba blanca, no puede mantenerse en pie sin la ayuda de un bastón. Nadie diría que nació en el mismo año que el vital Jorge Mario Bergoglio: 1936. Él mismo reconoce que está al final de sus días. «Estoy escribiendo un libro ahora, aunque no sé si alcanzaré a terminarlo, quizás me muero antes. Todo buen filósofo debe dejar algún texto inédito para trascender, así trabajan los estudiantes de filosofía y toman becas para analizar los manuscritos», dice entre risas.
Miembro de la Cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro en Argentina, ganador de premios y doctorados honoris causa en varios países, se confiesa un cristiano nostálgico. Sus rezos, acepta, son «como los de las viejitas», incluyen el breviario y las oraciones de la noche.
Aunque en sus tiempos de mayor exposición pública había dicho que él era «ateo gracias a Dios», y llegó a ser presentado como icono del progresismo radical italiano, hoy parece que vuelve sobre sus pasos. Pensamientos filosos, justo cuando esta semana se cumplen cuatro años de la elección de Bergoglio al papado.
¿Cómo percibe usted la irrupción del Papa Francisco en el escenario mundial?
La percibo como una gran ocasión para la Iglesia. Existen Papas que representan una oportunidad para la renovación y la transformación. Quizá exagero, comprendo que el Papa es siempre el Papa, debo recordarme muy a menudo que un Papa no puede hacerlo todo, solo algunas cosas. Pero estoy convencido de que él tiene una buena intención y paradójicamente tienen razón aquellos que lo ven como una amenaza para la Iglesia, porque es una amenaza para la Iglesia tradicionalista; es uno que —en el fondo— afronta los problemas. Como cristiano no especialista, estoy convencido de que todos nosotros en este período deberíamos estar empeñados en una obra de reforma de la Iglesia que implique disminuciones, recortes en muchas cosas. Tengo la impresión de que, cuando se habla mal del Papa en la Iglesia, es porque se siente que él es uno que purifica un poco, que hace cosas que no necesariamente son placenteras.
¿Usted cree que las críticas al Papa serían la confirmación de que él está actuando en la dirección correcta?
Así es. A final de cuentas estoy convencido de esto. Estoy un poco preocupado porque miro la situación desde el punto de vista de un fiel periférico, algunas veces espero que él sea tan equilibrado como para dejar de lado muchas cosas obsoletas de la Iglesia sin arruinar la experiencia de fe de los creyentes. Ahí está el problema, se corre el riesgo de que el Papa sea demasiado iluminado con respecto a muchos creyentes de periferia. Yo mismo vivo un cristianismo muy de viejita, digo las oraciones tradicionales y a veces me pregunto si esto deriva de una cierta nostalgia por la Iglesia tradicional.
El Papa, en su esfuerzo de renovación y actualización, de poner la Iglesia al nivel de los pobres, afronta un problema de equilibrio. Debe actuar correctamente y lo que hace no debería escandalizar. Es un delicadísimo momento de transformación en la Iglesia.
Usted dijo alguna vez: «Gracias a Dios soy ateo». ¿Con el Papa Francisco está cambiando de opinión?
Cuando digo que gracias a Dios soy ateo es porque no creo en el Dios de los filósofos. Yo soy un estudioso de [Friedrich] Nietzsche. Él decía que Dios ha muerto, pero ¿qué Dios? El Dios moral, supremo garante del orden del mundo capitalista. ¿A nosotros qué nos interesa de ese Dios capitalista? La Iglesia durante muchos siglos, especialmente en Europa, ha sido una especie de instrumento de conservación, pero actuando así terminó por conservar solo sus propios privilegios. Esto es algo que el Papa está dejando atrás. Insisto: en este momento la tarea de los cristianos podría ser la de soltar lastre en la Iglesia, por ejemplo su excesivo patrimonio. Ojo, no quiero decir que se deban vender los Museos Vaticanos, no exageremos. Pero quizás tener alguna cosa menos no hará ningún daño.
¿De dónde viene el enorme peso que ha adquirido el Papa Francisco como líder?
Su peso específico viene del hecho de que representa una gran institución con más de mil millones de fieles. El papado es una potencia histórica. Quien ocupa ese espacio puede actuar como poderoso o como pobre. Francisco ha decidido actuar como pobre, actúa acordándose de los pobres antes que poniéndose a disposición de los ricos. Estoy convencido que el Papa es el primer debilista del mundo.
¿A qué se refiere?
En la historia de la salvación y del cristianismo existe un carácter providencial del debilitamiento de la religión. Una religión fuerte a menudo ha acompañado el colonialismo, las potencias, la disciplina pública, las dictaduras… Que ahora exista un movimiento de reducción lo encuentro muy acertado y creo que entra en el plan de salvación divina. Pero con ciertas salvedades. Si yo no me hubiese encontrado con la Iglesia católica no me habría topado con el Evangelio, por lo tanto no puedo pensar que la Iglesia deba reducirse más allá de cierto límite de presencia, porque, de otra manera, ¿quién predicaría el Evangelio? ¿Quién hará conocer a Cristo? Pero las dos cosas se pueden conciliar. Además y sobre todo se puede proyectar un Jesús más conforme a la imagen que él quería dar de sí.
La denuncia del Papa a las injusticias, la inequidad y el capitalismo salvaje no deben tener muy contentos a los poderes fuertes, ¿no?
Los poderes fuertes están muy atentos, porque se han dado cuenta que tiene una cierta «vena comunista». Eso lo salva [ríe]. Prefieren adoptar la actitud de siempre cuando los Papas predican la pobreza: lo dejan decir mientras no les moleste demasiado. Pero el Papa Francisco está tirando la cuerda lo más posible, para actuar de una manera distinta. Estoy contento porque gracias a él estoy orgulloso de ser católico, cuando en otros momentos llegué incluso a avergonzarme de serlo.
¿Este proceso de renovación iniciado por el Papa Francisco durará en el tiempo? ¿Cree que podría existir la tentación de dar marchas atrás en el futuro?
Sinceramente no lo sé. Desearía que no, pero me parecería bastante comprensible que en la Iglesia estén preparándose movimientos en sentido contrario. Aun así, ciertos pasos que él ha dado no se podrán echar para atrás. Consideramos siempre que el Papa no puede transformar la Iglesia al 100 %, pero la puede transformar al 50 y sobre el resto podría verificarse un reflujo. Pero, en resumen, muchas cosas permanecerán.