«En Gaza están en shock al ver sus casas destruidas»
La tregua permite a los gazatíes empezar tímidamente a hacer planes. Pero «no es suficiente»: la víctima de un preso palestino que será liberado pide reconciliación
Los sacerdotes y religiosas y la gente refugiada en la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza estaban comiendo el pasado domingo con menú de fiesta —espinacas y algo de pollo— cuando notaron que «había algo extraño, un silencio ensordecedor: no se oían bombardeos», asegura el párroco, Gabriel Romanelli. Aunque esperaban el inicio del alto el fuego auspiciado por Catar, Egipto y Estados Unidos entre Israel y Hamás, al retrasarse unas horas ocurrió durante la Misa y no se habían percatado. Se extendió la alegría, aumentada por las noticias sobre la primera liberación de rehenes y presos palestinos, y se organizó una videollamada al Papa para agradecer su continuo apoyo. A la vez, «los que pudieron trataron de volver a sus barrios» por primera vez. «Algunos encontraron sus casas destruidas» y, si bien lo sospechaban, «al verlas se quedaron en shock». El pasado lunes se constató la «devastación» de «barrios enteros». Con todo, unos pocos —«poquísimos»— se plantean volver. «No estando ya la guerra, hay algo de esperanza» y empiezan a pensar en reparar las viviendas «con alguna habitación sana» o en que los jóvenes retomen la universidad.
La guerra de Gaza «ha sido una de las más destructivas en zonas urbanas» en los tiempos modernos, subraya José Vericat, investigador principal del Real Instituto Elcano. Con los muertos en los intensos bombardeos previos a la tregua, el balance según el Gobierno, controlado por Hamás, es de 47.000 muertos. El cese de hostilidades «podría haberse acordado hace 400 días y se habrían salvado muchas vidas», lamenta Robi Damelin, directora de Relaciones Internacionales de Parents Circle Family Forum, asociación de personas que han perdido a seres queridos en el conflicto pero defienden la paz y el fin de la ocupación.
- Para Vericat «el sábado es la prueba de fuego»: empieza la vuelta de desplazados al norte y la retirada israelí.
- La mayoría de palestinos liberados no tiene cargos, dice Vericat. Damelin acepta que sean 30 por rehén: «No me interesa comparar sufrimiento».
- Romanelli espera que llegue más ayuda e Israel les deje recogerla antes de que se estropee.
«Claramente es un logro de Donald Trump» ya antes de su toma de posesión del pasado lunes, apunta Vericat. Pero no oculta cierto desconcierto. En mayo, Israel rechazó un acuerdo propuesto por Biden porque Tel Aviv «quería la completa rendición de Hamás y que entregase a los rehenes prácticamente a cambio de nada». Ahora que se esperaba un cheque casi en blanco del republicano al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, este acepta soltar a entre 30 y 50 presos palestinos por cada uno de los 33 rehenes liberados en las seis primeras semanas —mujeres, niños y mayores de 50 años— y retirarse progresivamente de la Franja cuando su meta era «retomar su control» o incluso anexionarse parte; un giro de 180 grados que refuerza a Hamás y enfrenta a Netanyahu con quienes lo apoyan.
La clave, apunta el experto, puede ser «la contraparte que le haya ofrecido Trump». No descarta que el plan sea que el alto el fuego se quede en un respiro temporal «y no llegue a la segunda fase». Esta se tendría que empezar a negociar el 3 de febrero e incluiría la liberación del resto de rehenes, un alto el fuego permanente y la retirada total de soldados. En la tercera, se devolvería a los rehenes fallecidos y comenzaría la reconstrucción.
Una solución justa
Romanelli reconoce a Alfa y Omega que «va a ser muy complicado hacer efectiva la tregua» hasta el final. Al cierre de esta edición, pide oraciones para «que llegue más rápido la liberación de todos los rehenes con intercambio de prisioneros y ayuda consistente desde fuera». También para que «sea el inicio del final de la guerra». En la misma línea, los ordinarios católicos de Tierra Santa subrayaron que «es necesario abordar de forma seria y creíble» las cuestiones que «están en las raíces de este conflicto. Una paz genuina solo se puede lograr por medio de una solución justa».
Damelin coincide: el final de esta guerra «no es suficiente; lo que realmente deseamos es crear un marco para la reconciliación». Cita como «posible base» los casos de su Sudáfrica natal o de Irlanda. Los líderes católicos invitaban a «reconocer el sufrimiento del otro y una educación en la confianza». La representante de Parents Circle Family Forum está lista para poner de su parte. Cuando supo que el palestino que mató a su hijo David estará entre los presos excarcelados, le escribió: «No tengo problema con tu puesta en libertad si ayuda a traer de vuelta a un rehén. Para mí no hay venganza, solo la santidad de la vida humana». Lo mismo han hecho otros compañeros en la misma situación. Además, desde el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 80 nuevas víctimas se han unido a su entidad. Gente como Yonatan, cuya madre fue quemada viva el 7-O, o Moosa, «que perdió a 30 parientes en Gaza», pero solo piden paz. Damelin le hablaba de ellos al asesino de su hijo y le invitaba a «considerar un camino diferente».
Gaza no es el único territorio palestino afectado por la guerra. El inicio del alto el fuego ha coincidido con la peregrinación anual a Israel y Palestina de la Coordinadora para Tierra Santa, que del 18 al 22 de enero ha reunido a obispos de seis países —incluido el obispo de Urgel, Joan Enric Vives— para orar por la paz, dar testimonio de la cercanía de la Iglesia a los cristianos locales y transmitir a las autoridades de sus lugares de origen su visión sobre las cuestiones que afectan a aquellas comunidades.
Además de en la Franja, su atención este año se ha centrado en la preocupante situación en Cisjordania. Han visitado la capital de facto, Ramala, y las localidades de Taibe y Aboud, donde vivieron con la parroquia local una Eucaristía «maravillosa y alegre» a pesar de que «están rodeados de asentamientos de colonos» israelíes «no autorizados y la vida es muy difícil para ellos», subraya el inglés Jim Curry, obispo auxiliar de Westminster y miembro de la delegación. «Desde el comienzo de la guerra muchos no pueden acudir a sus trabajos en Jerusalén» y otros lugares de Israel «o los han perdido. Nos recordaron que quieren vivir en paz, con vidas normales».