Hay varias manifestaciones convocadas para hoy, pero el malestar no se agota en esas protestas. La lista de agraviados es inagotable. Alcanza a «funcionarios, médicos, taxistas, profesores, comerciantes…», escribe Victoria Prego en El Mundo. «La cólera incontenible del español desarmado se dirige hacia los mandantes de las entidades financieras; hacia los políticos de todos los niveles y de todos los partidos…»; «Es una indignación ciega», contra el Gobierno y contra la oposición. No se ve salida. «El riesgo de incendio es extremadamente alto».
El fuego se extiende, y los bomberos están a la cabeza de la manifestación. ABC mostraba, el martes, a algunos de ellos, reglamentariamente equipados, al frente de un grupo de furiosos ciudadanos, derribando una valla que protegía el Congreso de los Diputados. Explica Ignacio Camacho en este periódico: «El Estado ha descargado el peso del ajuste sobre los ciudadanos, pero se resiste a someterse a cirugía de adelgazamiento… Estamos a cinco minutos de la algarada, del acoso, de las noches de cristales rotos».
PP y PSOE tratan de culparse mutuamente del desastre de las Cajas, mientras salen a la luz estafas, como la de Novagalicia en El Rosal, un pueblo de Pontevedra, en el que 7 mil de sus 9 mil vecinos han perdido sus ahorros, porque, sin saberlo, la letra pequeña de las cláusulas les privan de su dinero hasta dentro de miles de años. «Seguro no, segurísimo», les habían dicho a los padres de una discapacitada, que querían dejar sus ahorros a buen recaudo. El Mundo explica que más de 700 mil españoles tienen atrapados sus ahorros en este tipo de productos financieros, la mayoría ofrecidos por cajas de ahorro, a menudo a clientes incautos.
No basta ya con culpar a Zapatero. El Gobierno lleva unos cuantos errores, en un tiempo en el que los errores se pagan caros. El PP tardó demasiado en comprender la situación. «Deslumbrados por los suntuosos despachos, los escoltas atentos, los automóviles blindados, los serviciales ujieres, la parafernalia del poder», los nuevos inquilinos de la Moncloa «se dedicaron a pasearse por los jardines monclovitas convertidos en desdeñosos pavos reales», afirma Luis María Ansón en El Mundo.
Hay recortes, pero no explicaciones. El domingo, los periódicos informaban de los tijeretazos aprobados en el Consejo de Ministros del viernes. Aquel día, el Gobierno se negó a aportar los datos. Lo hizo, sin previo anuncio, al día siguiente, en una nota dirigida a los inversores extranjeros.
«Señor Rajoy, su fracaso es de tales proporciones que sólo puede elegirse entre dos opciones: dejar el puesto a otro, o cambiar radicalmente de política económica», escribe Eulogio López en Hispanidad.com. No toda la culpa es del Presidente. «Los países del euro nos han dejado tirados. Pues bien, tendrá usted que pensar, a ser posible junto a Italia, en ofrecer un ultimátum a Alemania: o esto cambia, o nos vamos del euro», añade el comentario. Falla Europa, y falla estrepitosamente el modelo autonómico español. Algunas Comunidades torpedean los planes del Gobierno, o, como en el caso de Cataluña, se niegan a acatar una sentencia del Supremo que cuestiona sus políticas, como ha sucedido con la reciente sentencia contra la inmersión lingüística.
En su último Informe Anual, el Foro de la Sociedad Civil no oculta su decepción. El ex ministro Ignacio Camuñas, Presidente del Foro, se refiere al sistemático incumplimiento de las promesas electorales del PP, a la ausencia total de explicaciones públicas, a la nula concreción en las anunciadas «medidas de regeneración democrática»… Pero Camuñas entiende que, sólo con reproches, no se va a ninguna parte. «Es la hora de la colaboración inteligente entre el Gobierno y la oposición», pide. Y «es la hora, también, de la sociedad civil»… Porque si un problema grave tiene hoy España, ése es precisamente la omnipresencia de los partidos.