Entre pucheros - Alfa y Omega

La esencia del Stella Maris reside en el contacto y la acogida de los marinos. Su mística se alimenta principalmente de la visita a bordo de los buques.

Salvando las limitaciones de la pandemia y si no es un momento delicado de trabajo a bordo, tras firmar en el check point, los marinos nos invitan a entrar en las tripas del buque. El recorrido es una sucesión de olores —el color de escaleras y paredes, mamparas, es monótono—, se pasa del olor de la carga en el exterior al de la grasa de máquinas en los pasillos hasta el aroma de la comida que se cuece en el fogón de la cocina en la entraña del barco.

Normalmente, el lugar de encuentro de los voluntarios visitantes con la tripulación es el comedor de los marinos (la messroom). El cocinero, que siempre está allí, nos invita a un té o un café turco según la nacionalidad de la tripulación, unas galletas, algo que alimente la fraternidad. Por nuestra parte, se ofrece un rato de conversación y bienvenida. Intercambio de experiencias y vivencias, cada uno desde lo que siente. Estoy recordando a uno de los voluntarios, Paco, cocinero profesional jubilado. Claro, cuando llega y habla con el cocinero de a bordo, está en su salsa.

Y Paco, en tierra, nos sigue cuidando y mimando el estómago. De cuando en cuando, celebrando, continuamos la historia culinaria. Los valencianos lo arreglamos todo con una buena paella. Nos gusta celebrar comiendo —aunque creo que eso es patrimonio de la humanidad—. En una paella cabemos todos: invitamos a los marinos que tengan la fortuna de estar desembarcados en ese momento. Como el día que vinieron los chinos para las paellas de las fiestas de San Pedro. Les encantó el arroz. Y en la paella cabe casi de todo, con perdón de los expertos. Es imagen de mezcla y armonía culinaria y cultural.

Definitivamente, la mística de Stella Maris se aprende en la mástica de esa cotidiana interculturalidad e interrelación humana. Porque, al final, recordando a santa Teresa, a Dios lo podemos encontrar donde realmente queramos, y nos queramos, incluso entre los pucheros de la comida de cada día.