Mereces más, mereces un gran «gracias» - Alfa y Omega

Es julio, y por ello celebramos, en la festividad de la Virgen del Carmen, el día dedicado a las gentes del mar. Esta vez con el lema Dan mucho, merecen más. Permítanme, pues, que me dedique hoy a quien vive en el mar. Tal vez sea un mensaje al viento. De ese más de millón y medio de trabajadores que navegan en la marina mercante serán muy pocos, casi ninguno, los que lean este rincón de opinión. Tal vez alguno de los que se dedican a la pesca, más cercanos, lo haga. Así lo espero.

Te dedico este texto a ti porque te lo mereces como persona. Como dice Jesús, «coge tu camilla y echa a andar». No te conformes con estar atado a la situación de tu trabajo, precario y escondido en el fondo de un barco, entre los ruidos del motor de un petrolero o en las largas jornadas en una cocina o en la lavandería de un crucero, mientras otros despilfarran su dinero en juegos y bebida unos pisos más arriba junto a la piscina. Si Jesús te viera ahí abajo, te diría: «Te mereces más; y, como hijo, mucho más».

Coge tu camilla y, si ya no la usas porque has empezado a andar por ti mismo, seguro que habrá otro, próximo, que la va a necesitar. Porque en demasiadas ocasiones tienes que convertirte en pescador de hombres, en el sentido más literal de la frase. Hombres, mujeres y niños a la deriva en el mar pidiendo rescate. Si el mar es duro, lo es todavía más con esta lacra del tráfico de personas. Sé que, como gente de mar, no le negarás nunca la barca a nadie a la deriva.

Tú, que das tanto por nuestro bienestar comercial —mueves el 90 % del comercio mundial y nos traes la pesca a casa—, te mereces, como mínimo, bienestar emocional y espiritual. Porque, conociéndote, sabemos que el bienestar empieza con un «hola» o una bendición. Hemos hablado de ti en esta sección durante unos meses ya. Hemos aprendido de ti porque tienes mucho que aportar. Y no solo tu fuerza de trabajo, tus horas a bordo. Sino también porque tú nos ves de forma diferente, mirando a tierra desde el mar.

Por eso, desde aquí, desde la Iglesia de aquí, te queremos decir, en nombre de todos los que queremos estar a tu lado: no estás solo, tu vida nos importa, tu trabajo nos hace bien y te mereces un gran «gracias».