En vela por nuestra salvación - Alfa y Omega

En vela por nuestra salvación

Jueves de la 7ª semana de Pascua / Juan 17, 20-26

Carlos Pérez Laporta
Foto: DALL·E.

Evangelio: Juan 17, 20-26

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró, Jesús diciendo:

«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Comentario

Nos conmueve cuando alguien reza por nosotros. En especial cuando lo hace por largo tiempo y en secreto. Es alguien atento a nuestra vida, muchas veces antes de que nosotros atendamos a la suya. Es una gratuidad que nos refleja una especial vinculación con Dios. Como si a Dios no le bastasen los santos y los ángeles para interceder por nosotros, para cuidar nuestro camino.

Pues más conmovedor resulta que Cristo se sobrecogiera al pensar en nuestro día y rogase al Padre por nosotros, cuando pensó en todos los que creerían en Él gracias a sus discípulos: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos». Cada instante del tiempo tiene al Eterno en vela por nuestra salvación, y en el corazón humano de Cristo latió esa eterna preocupación.

Y esa salvación no es otra cosa que la unión con el Padre y el Hijo, por el Espíritu: «Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. […] que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos». Lo que salva todos los instantes de nuestra vida es el Amor de Dios, que nos conduce en cada circunstancia de nuestra vida a la vida Eterna.