En familia. Reunión de soledades - Alfa y Omega

Hay una variedad de cigarras que vive bajo tierra durante diecisiete años. De pronto, un día, como sincronizadas por un sofisticado mecanismo de relojería que la ciencia aún desconoce, todos los individuos salen a la vez a la superficie para aparearse, formando una impresionante nube que llega a oscurecer el cielo. En ese momento muestran abiertamente toda su fragilidad (escondida y preservada tanto tiempo bajo tierra) y son presa fácil de sus depredadores. Los supervivientes se aparean y sus descendientes volverán a resguardar su fragilidad bajo la tierra. Y el ciclo continúa.

Esta es una obra sobre cigarras. Sobre cigarras humanas, frágiles y rotas, solas y enterradas, abandonadas y necesitadas de amar y ser amadas. Presas fáciles en cuanto sacan a la superficie sus miedos, sus carencias, sus fracasos.

Son tres hermanos: Belén, Olga y Nacho, que se reúnen para preparar la cena de Nochebuena en casa de la primera, a la espera de que lleguen sus padres. Durante una hora y media se dedicarán a ultimar todos los preparativos. Pero en el encuentro, mientras cortan berenjenas y descorchan botellas, empiezan a irse desprendiendo de corazas, y las conversaciones aparentemente triviales pero llenas de una tensión y angustia soterradas terminarán mostrando abiertamente su interior desquiciado y frágil.

El espectador se va a enfrentar a una obra de personajes que pivota en torno a los actores. El teatro es esencialmente el arte del actor, pero en este montaje esta frase cobra pleno sentido. La misma obra surge como un trabajo en el que Belén Ponce de León, Olga Rodríguez e Ignacio Mateos (que prestan sus nombres a sus personajes) intervienen en el proceso de creación con sus propios textos, su aportación dramatúrgica, su desnudarse en un empeño en el que se adivina mucho trabajo previo de improvisación, de dejarse la piel en una tarea colectiva. Y desde luego es la interpretación lo más destacado de este montaje. Y degustar estas interpretaciones justifica el acercarse a Nave 73.

Y aunque este modo de encarar la escritura teatral pueda tener que pagar el peaje de difuminar la solidez y estructura de una obra escrita por una sola mano, es un peaje que vale la pena: tres actores se lanzan al escenario sin redes y lo dan todo. Como tres cigarras surgidas del fondo de la tierra, Belén, Olga y Nacho (los personajes, los actores) lucen sus mejores galas y se muestran a la vez profundamente vulnerables, dan lo mejor de sí mismos y no tienen miedo a mostrarnos su interior más oscuro. Y lo hacen a pecho descubierto, sabiendo, como dice el personaje de Nacho, que tienen “mucho amor que dar”. Y mucha necesidad de amar (que en el fondo, para qué lo vamos a negar, es lo que lleva a todo actor a enfrentarse a un público: La necesidad de darse, de expresarse, de comunicarse, de vivir la pasión del teatro).

La dirección y dramaturgia de Elena Olivieri ha sabido encauzar el trabajo de los actores. Y el espacio escénico de Nave 73, contribuye a crear el ambiente de intimidad y comunicación necesario para esta obra. (Lo que está haciendo Nave 73 empieza a ser ya prodigioso: es ya una verdadera referencia de calidad y de amor al arte de teatro).

Es esta una obra, que incluso con sus naturales limitaciones, encuentra su plena justificación en el trabajo actoral: arriesgado y valiente y sincero. Y esto siempre es digno de apoyo y elogio. Creo que trabajos como los de Belén, Olga y Nacho sobrepasan el ámbito de lo estético para adentrarse en el de lo ético. Como dijera Stanislavski en su obra La construcción del personaje: “A no ser que el teatro pueda ennoblecerle a uno, convertirle en una persona mejor, hay que huir de él».

En familia

★★★☆☆

Teatro:

Nave 73

Dirección:

Palos de la Frontera, 5

Metro:

Embajadores, Palos de la Frontera

OBRA FINALIZADA