El último sacerdote ordenado en Plasencia: «Le he dado bastante trabajo al Señor» - Alfa y Omega

El último sacerdote ordenado en Plasencia: «Le he dado bastante trabajo al Señor»

Luis Miguel sintió la vocación de sacerdote a los 14 años, ingresó en los Hermanos de San Juan de Dios, lo dejó después de 10 años, se casó y tuvo dos hijas, la Iglesia declaró nulo su matrimonio y por fin se ordenó recientemente a los 56 años

José Calderero de Aldecoa
Luis Miguel Pérez, junto al obispo de Plasencia. Foto cedida por Luis Miguel Pérez

En un clima de invierno vocacional, una ordenación sacerdotal siempre es una buena noticia. Y más, todavía, si esta es la primera en seis años en la diócesis y la primera de su obispo, recién ordenado. Es lo que ocurrió recientemente en la diócesis de Plasencia con Luis Miguel Pérez, que fue ordenado por el nuevo obispo monseñor José Luis Retana. Pero no ha sido un camino fácil. «Yo le he dado bastante trabajo al Señor», advierte el sacerdote en conversación con Alfa y Omega.

A pesar de haberse ordenado a los 56 años, la vocación de Pérez comenzó pronto, a los 14 años. «Empecé a sentir la llamada del Señor a través del testimonio de un sacerdote, don Ramón, al que ayudaba en Misa, y el de un seminarista de Trujillo, que nos hablaba del don del sacerdocio», asegura.

Dos años más tarde, el joven trujillano se marchó con los Hermanos de San Juan de Dios. Con ellos estuvo cerca de 10 años, pero entonces tuvo una crisis vocacional y se salió de la orden. «Influyó la inquietud de la juventud, de no comprender algunas cosas, y tomé la decisión de salir. Además, con los hermanos uno no puede ser sacerdote fácilmente, es después de haber rodado mucho y si hay necesidad en la comunidad», explica.

Luis Miguel se buscó un trabajo, en el que ha estado cerca de 30 años, y «me encontré con el amor de mi vida». Se casaron y ella se quedó embarazada muy pronto. Tuvieron dos hijas y permanecieron juntos 20 años. «Después vinieron problemas, se complicó la cosa y nuestro matrimonio no siguió adelante. Nos dieron la nulidad».

Llegó una época de mucho dolor, de oración y Evangelio, y solo «cuando comencé a rehacerme como persona fue cuando el Señor volvió a despertar la inquietud del sacerdocio». Sin embargo, Pérez se sentía incapaz de dar el primer paso. «Un día le dije al Señor con lágrimas en los ojos: “Mira Señor, te doy mi sí. Mi sí ya lo tienes, con lo cual tú haz lo que tengas que hacer, pero no esperes que yo dé el paso. No esperes que yo vaya a un obispo a decirle que quiero ser sacerdote. Si tú quieres que yo lo sea, pon los medios, las personas y las circunstancias….”».

Dicho hecho. «Un día conocí de casualidad en el autobús al padre Vladimir. Comenzamos a hablar y, de pronto, dijo: “yo veo en ti algo. Además ya tienes la teología hecha. Voy a hablar con el obispo”». Pero el obispo no lo vio tan claro como Vladimir y «él lo dejó pasar por algún tiempo». Mientras tanto, el futuro sacerdote se involucró en la parroquia de Vladimir. «Luego el obispo murió y llegó otro y la cosa fue para adelante. Tuve que hacer un proceso, pasar por un psicólogo para ver si era una persona madura, por un director espiritual, y también tuve que ir a Salamanca a reciclar la teología y vivir en comunidad unos años». Al final, «el obispo lo vio claro y, finalmente, me ordenó».

Luis Miguel confiesa al final de la entrevista que nunca pensó que su vocación se fuera a materializar, «pero el Señor fue poniendo los medios, a las personas idóneas, y fue modelando mi barro, y yo le dije que sí». Así se convirtió así en uno de los pocos sacerdotes en España que tiene hijas, una circunstancias «que ellas han vivido con entusiasmo y alegría porque me veían feliz a mí». Pero más allá de esto, le pide a Dios «ser un pastor sensible a las necesidades de todas las personas con las que convivo. Que spa poner sus vidas en la Eucaristía y que yo mismo sea Eucaristía», concluye.