Un médium le recomendó ir a Misa, pero su vuelta a la fe solo llegó después de una confesión - Alfa y Omega

Un médium le recomendó ir a Misa, pero su vuelta a la fe solo llegó después de una confesión

Su vida eran los caballos y las discotecas, pero todo cambió tras una confesión en la que se quitó «una tonelada de encima»

Redacción
Foto: Miguel Mota

La pasión de Miguel Mota eran los caballos. Por eso, «me fui a Francia a trabajar con un jinete para aprender». Allí se encargó de todo, desde asear los animales hasta montar a hermosos ejemplares, y cuando regresó a su Portugal natal, lo hizo «con cierta ingenuidad y arrogancia, pensando que ya era un gran jinete».

Por el camino, Mota se había dejado la fe. Hasta entonces, «mi formación cristiana se limitaba a la preparación para la primera comunión en la parroquia». De hecho, «dejé la práctica religiosa, y por lo tanto de ir a Misa, muy pronto», asegura él mismo en un testimonio publicado por la Oficina de Prensa del Opus Dei en Portugal.

Fiesta diaria

Con arrogancia y sin fe, «cuando regresé a Portugal me perdí completamente. Salía por la noche prácticamente a diario con diferentes amigos del mundo de los caballos del norte de Lisboa. Tenía varias novias y la clara convicción de que nunca me comprometería a casarme», confiesa.

Foto: Miguel Mota

Aquella vida le hacía a Miguel «vivir sin alegría» y trató de poner solución a sus problemas recibiendo sesiones de un astrólogo. El médium le ofreció muchas sugerencias, pero una de ellas era ciertamente curiosa para venir de quien venía. «Me sugirió ir a Misa durante nueve días seguidos» y entonces «decidí volver a la iglesia».

A pesar de su vuelta temporal a los templos, Miguel Mota continuaba con su intensa vida nocturna, muchas veces desarrollada en la discoteca propiedad de sus padres.

Una tonelada de confesión

Todo cambió en 2011 cuando una de sus primas —que hoy es su esposa— le invitó a almorzar con un tal padre Hugo. «Aquel encuentro con un sacerdote tuvo un enorme impacto en mí. En esa reunión le pedí inmediatamente que me confesara. Perdí una tonelada en esa confesión. También me di cuenta de que hasta entonces había vivido en la oscuridad».

Impulsado después de haberse quitado todo ese peso de encima, Mota vivió un fulgor inicial en su vida de fe. Sin embargo, poco después «empecé a sentir que no progresaba como debía. El peso de mi vida pasada y las tendencias que luchaban contra mi deseo de una vida diferente —muchas de ellas que apenas podía detectar— no me dejaban mejorar».

Se dio cuenta entonces que necesitaba apoyo. En esta ocasión, no recurrió a un médium, sino al Opus Dei, institución que había conocido recientemente gracias a un amigo. «Me di cuenta que había encontrado mi vocación. Además, de la asistencia espiritual y la formación, había hallado la manera de estar en la vida como un hijo de Dios a través de mi familia, la dedicación a los demás y mi trabajo».

Sufrir por Él

Recientemente, a Miguel Mota le diagnosticaron un mieloma múltiple. «Lo que se me ocurrió inmediatamente [después del diagnóstico] fue que si Jesús se entregó y murió por mí, ¿por qué no debería sufrir por Él? Seguramente esto sería para mi propio bien, para mi salvación y la de mi familia». Esto le llevó a no tener nunca miedo o a dejarse llevar por el desesperación o el enfado.

A partir de ese momento, concluye, «me di cuenta de que mi vida adquirió otro valor, la enfermedad y el sufrimiento me unieron como nunca antes con Jesús. Pude rezar y ofrecer todo esto por todos los que amo, por la Iglesia y por la Obra. Yo, que soy tan pequeño y carente de generosidad, ahora tenía mucho que ofrecer».