A Cristo entre zumba y WhatsApp - Alfa y Omega

A Cristo entre zumba y WhatsApp

Hace apenas dos semanas recibieron el Bautismo, la Comunión y la Confirmación tres adultos, acompañados por una veterana catequista de 84 años. Ni el confinamiento pudo detener su formación

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Juana fue la madrina de Aelio en una celebración en Nuestra Señora de Loreto, en la que el vicario Juan Carlos Vera «nos habló de ser santos y evangelizar». Foto: Olga Khomyakova

«Todo empezó con una clase de zumba. Así, literalmente», dice Eva, que hace unos meses, en su gimnasio, entre baile y baile conoció a Bárbara, una médico argentina de 31 años con muchas inquietudes en el corazón.

La madre de Bárbara enfermó el año pasado, y eso hizo que empezara a buscar a Dios con más ahínco. «Peregriné varias veces a Covadonga. Me daba mucha paz y empecé a experimentar que tener fe me daba mucha fuerza», asegura. «También empecé a ir a Misa y eso me ayudaba. Ahora mi madre está fenomenal». «A mí siempre me había rondado en la cabeza la idea de entrar en la Iglesia, y todo aquello me dio más ganas».

Después de aquella clase en el gimnasio surgieron varias conversaciones con Eva, que al final acabó acompañando a Bárbara a la parroquia para pedir el Bautismo y le presentó a su madre, Juana, de 84 años, veterana catequista y profesora de Religión durante toda su vida.

Señales en el camino

Durante varios meses, Juana ha ido adentrando a Bárbara en los misterios de la fe, y junto a la argentina han estado Ángela, una joven estudiante de Magisterio, y Aelio, un portugués de origen angoleño, novio de una nieta de Juana.

Ángela fue educada en la fe católica pero estaba sin bautizar: «Mis padres no pudieron en su momento y luego lo fueron dejando, pero yo siempre lo he deseado», afirma. Además, tras sus estudios de Magisterio, «como profesora me gustaría transmitir a los niños el amor de Dios y enseñarles la fe».

Para Aelio, la celebración de hace unos días fue el final de una relación con Dios muy especial. «He tenido señales que me han ido marcando el camino. A lo largo de mi vida he pasado por situaciones malas y siempre que he pedido ayuda a Dios, algo bueno me ha pasado». Y pone el ejemplo de cómo hace diez años estuvo a punto de morir ahogado en el mar: «No había nadie alrededor y empecé a pedir ayuda a Dios, y de repente una persona me sujetó y me salvó la vida». «He vivido experiencias que no he podido olvidar, en las que Dios es la única explicación».

Para todos ellos, la preparación para el Bautismo ha sido una aventura, sobre todo porque en mitad de las catequesis estalló la pandemia y seguir la formación era un desafío. Si al principio las reuniones eran en casa de Juana, con el confinamiento tuvieron que tirar de creatividad. Aelio —que pasó esos meses en casa de Juana, a quien llama cariñosamente abuela—, seguía la sesión desde la puerta de la habitación de su catequista, para guardar la distancia social; y Bárbara y Ángela se conectaban con ellos a través de una videollamada de WhatsApp.

«Ha sido una experiencia inolvidable», dice Aelio. Con la guía del compendio del Catecismo de la Iglesia católica, quedaban una vez a la semana para hablar, compartir y rezar. Juntos repasaban el Credo, los sacramentos y la moral tal como la enseña la Iglesia, «que es lo mejor que Dios nos ha dado para ser felices», apostilla Juana. Y juntos han vivido un camino que alcanzó su meta en la celebración de hace apenas dos semanas, cuando los tres catecúmenos recibieron los tres sacramentos de la Iniciación cristiana: el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación.

El grupo tiene la intención de seguir formándose y rezando juntos, cada 15 días, en casa de Juana. Y todos, como dice Aelio, quieren seguir con suvida cristiana, «que es lo más importante, y vivir lo que hemos experimentado y aprendido todo este tiempo».

Juana: «Hasta que Dios me dé vida»

«El deseo de bautizarse es una cosa de Dios. Él sabe lo que pasa en el corazón de cada uno», asegura Juana, que tiene muy dentro la inquietud por llevar la fe a los demás, sobre todo desde que en una peregrinación a Roma escuchó a san Juan Pablo II subrayar la importancia de la catequesis. Ha sido profesora de Religión durante más de 20 años y catequista otros 15. A pesar del cansancio que le causó el confinamiento, siguió adelante hasta llevar a Bárbara, Ángela y Aelio hasta la pila bautismal. «Yo no quiero figurar para nada», asegura. «Solo quiero que se luzca la Iglesia. Hay gente que está mal . Hay que hacer apostolado, y yo lo voy a seguir haciendo hasta que Dios me dé vida».

Ángela: «Llevaba muchos años deseándolo, y ahora lo he podido hacer. Me siento más llena como persona»

Aelio: «Si no estuviera Dios en mi vida yo no estaría aquí, o estaría pasándolo fatal. Llegó un momento en que me dije: “Tengo que hacerme hijo de Dios”»

Bárbara: «Ahora quiero ser una buena católica y una buena persona, hacer el bien siempre. Estoy muy contenta con el paso que he dado»