El renovado interés del turismo religioso - Alfa y Omega

Desde siempre el hombre se ha preguntado dónde está y qué hay más allá del horizonte. El hombre tiene en su interior el sentimiento religioso y esto ha hecho que le lleve hasta lugares santos, lo que supuso la creación de las peregrinaciones. Ahí tenemos Jerusalén, Roma y Santiago, lugares de referencia para sus fieles, a lo que hay que unir el contacto con la naturaleza, simbolismo de una singular espiritualidad. En esto se basa esa dicotomía de los viajes por turismo y el viaje del turismo religioso, que no se dirige tanto hacia un bienestar sino hacia un bien en la espiritualidad de cada persona. Esa es la filosofía que nos debe conducir: la unión con Dios en la realización del viaje.

Fue la gallega Egeria quien en el siglo IV realizó el viaje de su vida por el norte de Italia, cruzó el Adriático hacia Constantinopla y viajó a los santos lugares, viaje que plasmó en su Itinerarium ad Loca Sancta.

Esa innata curiosidad que todo ser humano tiene fue lo que llevó en el siglo XVIII a realizar a los hijos de los nobles ingleses el Grand Tour por Italia. La finalidad de este viaje era iniciarlos en la realidad de la vida y entrar en contacto con otras sociedades europeas para después servir mejor a la corona. Grand Tour lo acuñó un sacerdote católico, Richard Lassels, quien acompañó como tutor a viajeros, y de esas experiencias viajeras publicó en 1670 su diario de viaje Voyage of Italy.

Esa experiencia sobre viajes hizo que en el siglo XIX surgiera en Inglaterra la primera agencia de viajes fundada por Thomas Cook, un pastor baptista. El primer viaje organizado fue a un congreso de alcohólicos anónimos al que fueron 500 pasajeros en tren.

El turismo ha de ser otra cosa, apoyándose en la experiencia viajera que tienen hoy las compañías turísticas. Al turismo hay que añadirle el plus de la espiritualidad que marque la vida interior de los viajeros.

Son las peregrinaciones las que se llevan la palma en este campo del turismo religioso. Quiero destacar las palabras del consejero delegado de Iberia, Javier Sánchez-Prieto, quien incidió «en la importancia de apostar por un modelo de mayor calidad después de haber vivido de un turismo a granel».La ruta de peregrino más reconocida del mundo es Santiago de Compostela, cuyo Camino Francés tiene 775 kilómetros, y fue declarado en 1987 como el primer Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa. En 2019 tuvo cerca de 350.000 peregrinos.

El segundo lugar de peregrinación está en mi tierra extremeña: el Camino Real de Guadalupe fue el más popular durante siglos. Por allí pasaron santos como Teresa de Ávila, Pedro de Alcántara o Juan Pablo II; Cristóbal Colón bautizó a los primeros indios llegados de América en una pila que hoy sirve de fuente pública, y también estuvo Miguel de Cervantes. Durante este jubileo se han acercado más de 140.000 peregrinos, según Raúl Muela, responsable del Año Santo Guadalupense.

El ministro de Turismo de México, Miguel Torruco, informaba en 2016 que «la basílica de Guadalupe se ha convertido en el centro religioso más visitado del mundo. El templo del Tepeyac supera el número de visitantes que registran el Vaticano y la basílica de San Pedro, en Roma». Ambos recintos religiosos reciben a 18,5 millones personas al año, mientras que la basílica de Guadalupe registra una afluencia de 20 millones de fieles.

Me asombran estas cifras, pero me asombró más una reflexión que hizo un mexicano tras una charla sobre Hernán Cortés y la Virgen de Guadalupe, quien dijo: «Es muy bueno que haya mucha gente ante la Guadalupana, pero es mucho más importante calar en el interior de las personas para hacer vivir en ellas el misterio de la fe profunda».

Tras la pandemia se está rediseñando una nueva forma de viajar. Quizá el turismo religioso pueda y sepa ofrecer sugerencias al pueblo necesitado de nuevas iniciativas que calen más en el interior de las personas que la algarada que conforma hoy el turismo como lo conocemos. Se hace un turismo vacío de espiritualidad cristiana, un turismo chabacano. Hemos de buscar una manera de atraer hacia un turismo de calidad, que busca otros fines y no solo el de un bienestar por encima de todo. El turismo ha de aportar recreación, felicidad, paz interior, reflexión cultural en el encuentro con monumentos, paisajes y otras formas de vivir. Hemos de añadir la faceta espiritual, un turismo que llene más el interior de las personas.

Hay que difundir el Evangelio a través de las peregrinaciones y saber comunicar bien la aceptación de la fe cristiana, pues la fe ha de estar por encima de todas las cosas.

Francisco Rivero participó en el VIII Congreso Mundial de Pastoral del Turismo, que se celebró en Santiago de Compostela del 5 al 8 de octubre