Francisco invita a los católicos a sembrar reconciliación
Más de 150.000 personas acuden a la Misa en un inmenso parque de Rangún
Conmovido por la presencia de fieles «venidos de las lejanas tierras montañosas, algunos incluso a pie», el Papa Francisco ha dedicado este miércoles su primera Misa en Myanmar a intentar romper el círculo vicioso de la violencia, que explotan tanto los militares como cuatro grupos armados en distintos territorios étnicos. Todos los periódicos de Rangún lucían en sus portadas las fotos del encuentro del día anterior con la consejera de Estado Aung San Suu Kyi.
Ante una asombrosa multitud de más de 150.000 personas, en un país de 700.000 católicos muy pobres y dispersos, Francisco ha ido directamente al grano reconociendo «que muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles».
En esa situación —cuyo caso extremo son los rohinyá, pero que afecta también a las etnias kachín, shan y mon— se puede pensar, según el Papa, «que la curación puede venir de la ira y la venganza. Sin embargo, el camino de la venganza no es el camino de Jesús».
Hablando a muchas personas que han perdido familiares, han sufrido abusos o han pasado tiempo encarcelados, Francisco ha insistido en que «el camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y la muerte, él respondió con perdón y compasión».
Utilizando una expresión oriental, el Papa ha afirmado que «Jesús no nos enseñó su sabiduría con grandes discursos o demostraciones de poder político, sino entregando su vida en la cruz», y «quiere dar esa sabiduría en abundancia».
El Santo Padre les ha asegurado que Jesús «recompensará vuestra tarea de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación».
Tanto en sus discursos como en sus homilías, el Papa utiliza siempre el nombre oficial de «Myanmar», ya que el antiguo de «Birmania» refleja el predominio de la etnia mayoritaria en un país con cuatro guerrillas en territorios étnicos, incluido el de los rohinyá en el estado de Rakhine, y un total de 135 minorías étnicas, frecuentemente menospreciadas y maltratadas.
Por eso, en una Misa celebrada en inglés, birmano y latín, las oraciones de los fieles fueron leídas en san, chin, tamil, karen, kachín y kayan.
En la oración en karen se ha pedido por «los líderes de Myanmar» —léase sobre todo los militares—, para que «a través del diálogo y la comprensión, pongan fin al conflicto en los estados de Kachine, Rakhine y Shan», donde se están registrando los abusos peores.
Mencionar explícitamente a los rohinyá sería contraproducente para ellos en un país dominado por la xenofobia que alimentan tanto el ejército como una minoría muy venenosa de monjes budistas fanáticos, dispuestos a promover «pogromo» contra cristianos en zonas rurales, igual que los han desencadenado contra los musulmanes rohinyá en el estado de Rakhine.
Francisco está realizando la primera visita de un Papa a Myanmar movido por su deseo de ayudar a los rohinyá en un caso de «limpieza étnica» que avergüenza a la humanidad, pero también por su deseo de favorecer la reconciliación nacional como ha hecho en Sri Lanka, República Centroafricana o Colombia.
El cristianismo ofrece tanto la medicina preventiva como los remedios, y el Papa ha elogiado en su homilía que «la Iglesia en Myanmar está haciendo mucho por llevar el bálsamo de la misericordia de Dios especialmente a los más necesitados», anunciando el Evangelio «a otras minorías tribales, sin forzar ni coaccionar, sino siempre invitando y acogiendo».
Les ha felicitado, además, porque «muchos de vosotros ofrecéis ayuda práctica y solidaridad a los pobres y los que sufren», aliviando la situación de «un gran número de hombres, mujeres y niños sin distinción de religión y origen étnico».
Lo mismo sucede —aunque el Papa no lo ha mencionado— en la vecina Bangladés a donde viajará el jueves, pues la Cáritas de ese país alimenta cada día a unos 70.000 refugiados rohinyá.
En el inmenso parque de Kyaikkasan, antigua zona de hipódromos y deportes al aire libre desde la época colonial británica, la práctica totalidad de los 150.000 asistentes a la misa se sentaban en el suelo. A pesar de que la ceremonia había comenzado a las ocho y media de la mañana para evitar el tremendo calor húmedo, buena parte de los fieles tenían que recurrir a los abanicos.
El Papa se reunirá por la tarde con el consejo central, «Sangha», de los monjes budistas. Es un encuentro muy importante para mejorar el entendimiento mutuo y aislar a los predicadores del fanatismo y la violencia.
Juan Vicente Boo / ABC