El Papa agradece a la Curia la colaboración durante su pontificado - Alfa y Omega

El Papa agradece a la Curia la colaboración durante su pontificado

Al finalizar su últimos Ejercicios Espirituales como Papa, Benedicto XVI ha dado las gracias a los miembros de la Curia «no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino». El Santo Padre ha expresado también su agradecimiento al predicador de estos Ejercicios, el cardenal Gianfranco Ravasi, por sus meditaciones, «hermosas caminatas por el mundo de la fe y el universo de los Salmos». En una carta escrita al cardenal, Benedicto XVI aseguró que «el sucesor de Pedro y sus colaboradores están llamados a dar a la Iglesia y al mundo un claro testimonio de la fe, y esto sólo es posible gracias a una inmersión profunda y duradera en el diálogo con Dios»

Redacción

El 23 de febrero concluyeron los últimos ejercicios espirituales de Benedicto XVI como Papa. Durante casi una semana, el Santo Padre y miembros de la Curia Vaticana se han retirado a la capilla Redemptoris Mater para dedicarse a la oración. Al terminar este tiempo de retiro, el Papa se dirigió a los miembros de la Curia presentes para darles las gracias «no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino». Si bien en breve terminará la «comunión exterior y visible», Benedicto XVI afirmó que «permanece la cercanía espiritual, la profunda comunión en la oración. En esta certeza avanzamos, confiados en la victoria de Dios, seguros de la verdad de la belleza y el amor».

El encargado de dirigir estos seis días de oración fue el cardenal Giangranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, que eligió como tema Ars orandi, ars credenti. El rostro de Dios y el rostro del hombre en la plegaria de los salmos. El presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, monseñor Ravasi, dirigió un total de 17 meditaciones cuyo hilo conductor fue el libro de los Salmos. El cardenal eligió el libro de «los Salmos porque son por una parte, la expresión del hombre que pide. Por eso están todas las facetas del hombre: que sufre, que tiene miedo, que está feliz, el padre de familia, el sacerdote. Todo el mundo está representado en los Salmos».

En sus palabras al final de los Ejercicios Espirituales, Benedicto XVI se refirió a las meditaciones del cardenal Ravasi como unas «hermosas caminatas por el mundo de la fe y el universo de los Salmos». También le ha escrito una carta de agradecimiento, en la que subraya que «el Sucesor de Pedro y sus colaboradores están llamados a dar a la Iglesia y al mundo un claro testimonio de la fe, y esto sólo es posible gracias a una inmersión profunda y duradera en el diálogo con Dios. A los muchos que aún hoy preguntan: ¿Quién nos hará ver el bien?, pueden responder cuantos reflejan en su rostro y con su vida la luz del rostro de Dios».

Palabras de agradecimiento al final de los Ejercicios

¡Queridos Hermanos, queridos Amigos!:

Al final de esta semana espiritualmente tan densa, queda solo una palabra: ¡gracias! Gracias a vosotros por esta comunidad orante a la escucha, que me ha acompañado en esta semana. Gracias, sobre todo, a usted eminencia, por estas «caminatas» tan bellas por el universo de la fe, por el universo de los Salmos. Hemos quedado fascinados por la riqueza, la profundidad, la belleza de este universo de la fe y permanecemos agradecidos porque la Palabra de Dios nos ha hablado en modo nuevo, con nueva fuerza.

Arte de creer, arte de orar era el hilo conductor. Me ha venido a la mente el hecho de que los teólogos medievales tradujeron la palabra logos no solo con verbum, sino también con ars: verbum y ars son intercambiables. Solo en las dos juntas aparece, para los teólogos medievales, todo el significado de la palabra logos. El Logos no es solo una razón matemática: el Logos tiene un corazón, el Logos es también amor. La verdad es bella, verdad y belleza van juntas: la belleza es el sello de la verdad.

Y además usted, partiendo de los Salmos y de nuestra experiencia de cada día, también ha subrayado fuertemente que el muy bello del sexto día -expresado por el Creador- es permanentemente contradicho, en este mundo, por el mal, el sufrimiento, la corrupción. Y parece casi que el maligno quiera permanentemente ensuciar la creación, para contradecir a Dios y para hacer irreconocible su verdad y la belleza. En un mundo así marcado también por el mal, el Logos, la Belleza eterna y el Ars eterno, debe aparecer como caput cruentatum. El Hijo encarnado, el Logos encarnado, es coronado con una corona de espinas; y sin embargo justo así, en esta figura sufriente del Hijo de Dios, empezamos a ver la belleza más profunda de nuestro Creador y Redentor; podemos, en el silencio de la noche oscura, escuchar todavía la Palabra. Creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor.

Eminencia, gracias por todo y hagamos todavía caminatas, ulteriormente, por este misterioso universo de la fe, para ser cada vez más capaces de orar, de pedir, de anunciar, de ser testigos de la verdad, que es bella, que es amor.

Al final, queridos amigos, querría dar las gracias a todos vosotros, y no solo por esta semana, sino por estos ocho años, en los que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor, fe, el peso del ministerio petrino. Queda en mí esta gratitud y también aunque ahora acaba la exterior, visible comunión –como ha dicho el cardenal Ravasi– queda la cercanía espiritual, queda una profunda comunión en la oración. En esta certeza vayamos adelante, seguros de la victoria de Dios, seguros de la verdad de la belleza y del amor. Gracias a todos vosotros.

Carta de agradecimiento del Papa al cardenal Gianfranco Ravasi

Deseo de todo corazón, venerado hermano, manifestarle mi profunda gratitud por el servicio prestado a mí y a la Curia Romana proponiendo las meditaciones de los Ejercicios Espirituales. Al inicio de la Cuaresma, la semana de los Ejercicios es un tiempo aún más intenso de silencio y de oración, y el tema de este año –justo el diálogo entre Dios y el hombre en la oración de los Salmos– nos ha sido de especial ayuda: apenas entrados, por así decir, en el desierto tras las huellas de Jesús, hemos podido acudir a la fuente de agua purísima y abundante de la Palabra de Dios, que usted ha guiado a sacar del Libro de los Salmos, el lugar bíblico por excelencia en el que la Palabra se hace oración.

Rico de su ciencia y de su experiencia, usted ha propuesto un itinerario sugestivo a través del Salterio, siguiendo un doble movimiento: ascendente y descendiente. Los Salmos en efecto orientan sobre todo hacia el Rostro de Dios, hacia el misterio en el que la mente humana naufraga, pero que la misma Palabra divina permite captar según los diversos perfiles en los que Dios mismo se ha revelado. Y, al mismo tiempo, justo ala luz que emana del Rostro de Dios, la oración sálmica nos hace mirar al rostro del hombre, para reconocer en verdad sus alegrías y sus dolores, sus angustias y sus esperanzas.

De este modo, querido señor cardenal, la Palabra de Dios, mediada por el ars orandi antiguo y siempre nuevo del Pueblo judío y de la Iglesia, nos ha permitido renovar el ars credendi: una exigencia urgida por el Año de la fe y hecha aún más necesaria por el particular momento que yo personalmente y la Sede Apostólica estamos viviendo. El sucesor de Pedro y sus colaboradores están llamados a dar a la Iglesia y al mundo un claro testimonio de fe, y esto es posible solo gracias a una profunda y estable inmersión en el diálogo con Dios. A los muchos que aún hoy preguntan: «¿Quién nos hará ver el bien?», pueden responder cuantos reflejan en su rostro y con su vida la luz del rostro de Dios (cfr. Sal 4, 7).

El Señor sabrá, venerado hermano, recompensarle por este empeño, que ha realizado tan brillantemente. Por mi parte, le aseguro el recuerdo siempre reconocido en la oración por su persona y por su servicio eclesial, mientras que con afecto le renuevo la Bendición Apostólica, extendiéndola con gusto a cuantos le son queridos.