El más preciado - Alfa y Omega

El más preciado

Redacción
Los jóvenes españoles ,en la JMJ de Sydney, muestran su entusiasmo, tras el anuncio que hizo Benedicto XVI de que la JMJ de 2011 sería en Madrid

Agradezco de corazón la invitación de Alfa y Omega a unirme a otros muchos que, en estos días, hablan de la Jornada Mundial de la Juventud, en vísperas de sus celebraciones centrales y la presencia en Madrid de Su Santidad Benedicto XVI. Me uno también a las voces de tantos jóvenes, a los que ya están en el lugar de este gran encuentro, y de otros que se encaminan hacia él desde todas las partes del mundo, dejando un tono singular en las localidades de paso o en los aeropuertos de tránsito. Es un tono de alegre ilusión, de expectación, con un deje de nerviosismo, propio de quien se aproxima a un acontecimiento de excepción y a unos momentos decisivos. ¿Cómo será? ¿Con quién me encontraré? ¿Cómo me irá? Confieso que comparto de lleno estas mismas emociones, pues la Jornada Mundial de la Juventud nada tiene de rutinario y consabido, como no lo tiene la juventud misma, a la que tanto amaba san Juan Bosco. En efecto, el cometido de estas Jornadas es hacer resonar en los jóvenes la llamada de Cristo vivo, favorecer el encuentro personal con Él y compartir la experiencia de fe entre ellos y con todo el pueblo de Dios. Y también resaltar el interés constante de la Iglesia por las nuevas generaciones, pues el mensaje del Evangelio se transmite en la medida en que entra y arraiga en el corazón de cada uno, algo que es siempre nuevo e inédito, misterioso y sorprendente.

Es de agradecer a la archidiócesis de Madrid tantos esfuerzos para acoger este excepcional acontecimiento. La decisión de fijar esta sede no debiera sorprender. Por decirlo de alguna manera, estaba en la agenda desde hace años por la proverbial hospitalidad de esta ciudad en la que caben todos y, especialmente, por su comunidad eclesial de gran vitalidad, emprendedora y con ganas de ir siempre a más. Ahora, miles y miles de jóvenes llenarán las calles y plazas madrileñas con sus preguntas, las preguntas que surgen de lo más íntimo, que denotan aspiraciones e ideales, temores e incertidumbres, generosidad y apertura. Madrid se convertirá en el gran foro en que se catalizan las múltiples modalidades de la fe de los jóvenes y se recibe la luz de lo alto para acometer nuevos compromisos y reforzar la adhesión a Cristo. La experiencia que marca una vida se irradiará después por doquier, casi por contagio. De este modo, lo vivido en Madrid, que los acoge, y el encuentro con el sucesor de Pedro, que los congrega y confirma en la fe, será el más preciado regalo que los jóvenes llevarán consigo a sus familias, amigos y comunidades. Y así, lo que el Señor sembrará en el corazón de cada joven, producirá abundante fruto por toda la tierra.