Varias editoriales y librerías religiosas de nuestro país, haciendo un esfuerzo encomiable, presentan estos días sus novedades, autores y catálogos en las casetas de la Feria del Libro en el Retiro de Madrid. La feria alcanza su 75ª edición. Las noticias hablan con optimismo de cifras crecientes en las ventas de libros durante las ferias. Lejos de una aparente buena salud o recuperación del mundo del libro, se confirma más bien la fuerte estacionalidad de las ventas en momentos puntuales, en contraste con la desertización de las librerías durante el resto del año. Como si del campo se tratara, se mira al cielo implorando la misericordia de Dios para que no llueva. Un sant Jordi lluvioso en Barcelona o un par de fines de semana bajo la lluvia en el Retiro pueden suponer para muchos un problema grave.
Muchos analistas califican la situación del libro en España como de tormenta perfecta. Una tormenta en la que confluyen varios factores que, en los últimos años, han puesto el sector patas arriba. El libro religioso no es ajeno a esta situación crítica. El mercado editorial del libro en general ha perdido en los últimos años cerca de un 40 % de facturación, volviendo a las cifras de hace 20 años. Algunos datos apuntan a un tímido aumento o, al menos, a un estancamiento en la caída, pero no sería descabellado pensar que se deba más a la buena climatología que a una recuperación real. Aunque las exportaciones y las ventas de derechos parecen aliviar un poco la situación, la tormenta, de hecho, también se está produciendo al otro lado del Atlántico. El futuro del comercio exterior del libro es, cuanto menos, incierto.
Algo nos hace sospechar que la caída no solo es debida a la crisis económica general. Esta preocupante tormenta se explica más bien por la confluencia simultánea en el tiempo de, al menos, otros dos factores o causas importantes –con sus derivaciones– que se suman y la agravan: el cambio tecnológico y, en el caso del libro religioso, la progresiva secularización de la sociedad.
El factor tecnológico
De la crisis económica ya se ha hablado mucho. No hace falta abundar en ello. El trepidante cambio tecnológico se ha ido manifestando en los últimos años como un factor poliédrico y realmente importante a tener en cuenta. Se trata de algo más que de un mero cambio en la preferencia de los soportes de lectura (papel o dispositivos electrónicos) o de los hábitos de compra de libros, que también. La piratería o la generalización de los dispositivos electrónicos, aun importantes, tampoco son en este momento la preocupación fundamental. De hecho, aunque en nuestro país todavía crece algo, el futuro del libro electrónico no parece que vaya a ser tan feliz como se auguraba. La cosa parece más preocupante. El cambio tecnológico está suponiendo una auténtica revolución en las costumbres de lectura, consulta y acceso al conocimiento. Algunos lamentan que la necesaria concentración y profundización que ofrece la lectura en papel está siendo sustituida por una abundante información, tal vez más ruidosa y superficial, que ofrece internet. Google y la Wikipedia nos proporcionan todo tipo de contenidos audiovisuales de forma inmediata, gratuita mayormente, atractiva y divertida. Está por ver lo que todo esto afectará a la cultura y al conocimiento. Sea lo que fuere, parece evidente que no favorece a la tradicional industria editorial. A la gente le cuesta, cada vez más, dedicar su tiempo a leer libros.
Determinante secularización
En nuestro caso la secularización de la sociedad española es un factor añadido. Para el libro religioso, tal vez sea el más determinante. Cada vez son menos los peces de la pecera y los posibles consumidores reales de libros religiosos que, además, se van situando en esa franja de edad en la que los índices de lectura apuntan las cifras más bajas. Sin embargo, el número de editoriales sigue siendo más o menos el mismo que hace 30 años y la variedad de títulos y novedades –como sucede en el mundo del libro en general– sigue creciendo (eso sí, con tiradas más bajas), aunque no siempre en calidad o en aportaciones realmente novedosas.
Si la razón económica por sí sola explicara la caída, sería lógico esperar que una recuperación de la economía se tradujera en un aumento en las ventas. Dado que esa razón no es la única, cabe la duda razonable de si los que dejaron de comprar libros por otras razones volverán o se fueron para siempre. Que se incorporen nuevos lectores al libro religioso, ciertamente, parece una quimera; volver a las cifras de ventas de hace unos años, imposible.
Aun en la tormenta, el libro religioso no puede dejar de soñar y ofrecer a la sociedad y a la Iglesia su mejor servicio y quehacer: anunciar la Buena Noticia. Es necesario seguir ofreciendo buenos títulos y autores con creatividad, profesionalidad y discernimiento, adecuando nuestras estructuras editoriales y nuestra oferta a la demanda real. La conversión misionera también ha de llegar al mundo del libro religioso, pues más que un negocio, la edición y difusión de buenos libros es un verdadero ministerio de evangelización. Su presencia en las ferias es muestra de una cualificada y difícil labor misionera de la Iglesia en las periferias intelectuales y culturales. Se hace obligada una mayor toma de conciencia colectiva sobre el particular, así como un sereno diálogo eclesial en el que participen los agentes implicados y los pastores para seguir adaptando, impulsando, renovando, orientando y, sobre todo, garantizando este servicio evangelizador de frontera.