El ignorado amigo de Colón sin el que España no habría descubierto América
«Él fue la causa de que sus altezas tuviesen las Indias», reconocía el famoso navegante a su hijo Diego, en una carta fechada en 1505, sobre fray Diego de Deza
«Él fue la causa de que sus altezas tuviesen las Indias», escribía Cristóbal Colón a su hijo Diego en una carta fechada el 21 de diciembre de 1505. Hacía 13 años que el famoso navegante había descubierto América y quería rendir justicia a uno de los artífices en la sombra −cuyo papel fue ninguneado y ocultado por la mayoría de los historiadores de su época− de aquella empresa que cambió el curso de la Humanidad. Su nombre: Diego de Deza.
El famoso marino no solo dejó constancia de ello en esta misiva, sino en toda la correspondencia que se envió durante los dos años anteriores con Diego Colón. En total, cinco cartas en las que habla de su protector y amigo nacido en Toro (Zamora), sin cuyo apoyo y asistencia el genovés reconocía que nunca habría podido echarse al mar y cruzar el Atlántico con la Niña, la Pinta y la Santamaría. «Deza fue la causa de que yo me quedase en Castilla, cuando ya estaba de camino para fuera», insistía en el mismo mensaje, sobre uno de los momentos claves de la organización del viaje, cuando Colón vio su proyecto fue rechazado por segunda vez y pensó que todo estaba perdido, que nunca podría iniciar su expedición.
Este testimonio de primera mano fue ignorado por los historiadores de finales del siglo XV y principios del XVI, que se centraron siempre su labor religiosa y como docente del Príncipe Juan de Aragón, ocultando esta empresa sin duda más importante. Un menosprecio en el que también cayeron los cronistas de los Reyes Católicos y todos sus antiguos biógrafos. El silencio, por ejemplo, de Andrés Bernáldez, historiador y capellán de Diego de Deza en Sevilla, fue flagrante. En su Historia de los Reyes Católicos no hizo mención alguna a esta labor que, sin duda, conoció. Tampoco Pedro Mártir de Anglería −humanista al servicio de Isabel y Fernando, famoso por sus escritos acerca del descubrimiento de América− ni Gonzalo Fernández de Oviedo −primer cronista de las Indias recién descubiertas− registraron el papel jugado por Deza en la empresa de Colón. Y eso que este último conoció a nuestro protagonista, a pesar de lo cual decidió omitir por completo su participación en el descubrimiento en su Historia general de las Indias o las bibliografías que escribió.
El ascenso del fraile y el marino
Diego de Deza había nacido en 1443, ocho años antes que el navegante, aunque sus caminos no se cruzaron hasta 1486, cuando el primero tenía 43 primaveras y el segundo, 35. Cuando se produjo el feliz encuentro entre ambos en Salamanca, Colón llevaba ya nos seis años dándole vueltas a la idea de alcanzar las Indias por una nueva ruta. En realidad no estaba solo en esto. En Portugal, país en el que residía desde 1479, eran bastantes los navegantes inmersos en la carrera por circunnavegar África para llegar al mismo destino por Oriente. La diferencia es que el genovés creía que debía atravesar el Atlántico.
A esta idea había llegado al estudiar los numerosos mapas y cartas marítimas que había heredado de su suegro −tras casarse ese mismo año en Lisboa con Felipa Moniz de Perestrelo, hija de un antiguo gobernador de Porto Santo−, así como toda la información que este había recopilado durante sus años de navegante por el Atlántico. Después de analizar toda esa documentación, Colón leyó los textos de viajeros como Marco Polo, Plinio El Viejo, Silvio Piccolomini y Pierre d’Ailly. Después se aprendió al detalle el mapa dejado por el matemático y marino Paolo dal Pozzo Toscanelli, fallecido poco antes, y finalmente ideó su proyecto.
Por su parte, en 1479, Diego de Deza sucede a Pedro de Osma como responsable de la cátedra de Prima de Teología de la Universidad de Salamanca. Hasta allí había llegado nueve años después de ingresar en el monasterio de los dominicos en San Ildefonso, en su localidad natal, y finalizar sus estudios en Salamanca como discípulo de intelectuales como Antonio de Nebrija y Alfonso de Madrigal. Pronto se convirtió en una figura de primer orden en la ciudad, a raíz de lo cual tuvo la oportunidad de iniciar su relación con los Reyes Católicos tras una visita de estos por aquellas tierras en 1480. La impresión que les causó fue tan buena que, seis años después, le nombraron maestro del príncipe heredero Don Juan, único varón de los monarcas.
Salamanca, el encuentro entre Deza y Colón
En 1482 y 1483, Colón había intentado negociar con el Rey Juan II la financiación de una flota para buscar las Indias por el Atlántico, pero ni el portugués ni sus asesores creyeron factible aquel viaje. Entonces el genovés, desilusionado y enfadado, buscó el apoyo de los Reyes Católicos. Fue a principios de 1986 cuando Colón consiguió presentarles su proyecto. «Se vino a la corte y les hizo a los reyes relación de su imaginación, a la cual no daban mucho crédito. Les platicó, les dijo que era cierto lo que les decía. Y les enseñó el mapa del mundo, de manera que les generó el deseo de saber de aquellas tierras», contaba Bernáldez en la mencionada «Historia de los Reyes Católicos…», sin citar a Deza.
Los monarcas crearon una comisión de expertos matemáticos, cosmógrafos, astrónomos y filósofos para que determinasen si era posible llevar a cabo la idea del navegante. Entre estos se encontraba precisamente Diego de Deza, que fue prácticamente el único que creyó en la viabilidad del proyecto de Colón y el único que en un principio lo apoyó. Pero fue insuficiente y lo rechazaron. Isabel y Fernando andaban más preocupados por acabar con los últimos reductos nazaríes de Granada y finiquitar la Reconquista, que en empresas fantasiosas. «Todos ellos acordaron que era imposible lo que el almirante decía», informaba entonces Rodrigo Maldonado.
A pesar del varapalo, el genovés no desistió de su idea de alcanzar Asia desde Europa atravesando el Atlántico y se ganó a Deza para su causa. Desde ese mismo momento se convirtió en uno de sus principales valedores, iniciando una amistad que no rompería hasta el día de su muerte. «Siempre, desde que yo vine a Castilla, me ha favorecido y deseado mi honra», añadía Colón en otra de aquellas cartas. Tal es así que, en noviembre de 1486, su amigo consigue introducirle en la corte para que pueda acompañar a los Reyes en su viaje hasta Salamanca y persistir en sus argumentos. Allí se establece Colón al abrigo del fraile, que le buscó aposento en el convento de San Esteban y cubrió todos sus gastos durante los años de indecisión que siguieron al primer rechazo.
En este convento, en el que Diego de Deza estaba activamente inmerso, no sólo se enseñaba Teología o Derecho canónico, también otras ciencias. El resto de frailes conocían y estudiaban la obra «Sphoera», de Leonardo Dati, en la que se defendía que la Tierra era redonda. Esto facilitó la comprensión de las ideas de Colón, que entusiasmaron a su nuevo amigo, el cual no dudo en comenzar a hacer gestiones ante Isabel y Fernando para convencerles de la viabilidad de la propuesta del genovés.
En la Historia de las Indias que el cronista Bartolomé de las Casas (1474-1566) empezó a escribir en 1527, se hace la primera referencia de lo dicho anteriormente por el genovés, en un primer intento por sacar a la luz ese testimonio de primera mano: «En una carta de Colón dirigida a los Reyes dice que el maestro del príncipe Juan −es decir, Diego de Deza− había sido la causa de que los Reyes tuvieran las Indias». Se confirmaba la idea que tenía Colón de que sin la defensa de su proyecto por parte del famoso fraile la expedición, posiblemente, no se habría producido.
La amistad profesada por Deza, por lo tanto, fue decisiva en la corte de Castilla para que se aceptara finalmente que este emprendiera su viaje. La mayoría de los expertos en materia de navegación que asesoraban a los Reyes Católicos siguieron rechazando el plan, mientras Deza resistía contra viento y marea en su defensa durante los momentos más difíciles. Incluso consiguió que le concediera al navegante su primer sueldo en la Corte: 10.950 maravedíes. Y Colón pudo seguir visitando Salamanca, con el objetivo de facilitar la comprensión de su idea con el apoyo del obispo como principal mediador ante sus opositores en el terreno científico. Así lo refería fray Fernando de Anaya en su Historia del convento de Salamanca: «Cuando estuvo en Salamanca, no solo le favorecieron los religiosos dominicos de San Esteban. Deza le hospedaba y mantenía en la corte, y fue su principal protector con los Reyes para llevar adelante su empresa. Por eso decía Colón que fue la causa de que sus majestades tuvieses las Indias».
«Fue Deza quien más se empeñó»
Tras la inicial omisión, entre el siglo XVI y principios del XX, algunos autores fueron dando por ciertas las conversaciones que Deza y Colón mantuvieron en Salamanca al respecto del proyecto y el impulso que el primero dio a este. Lo destacan tanto historiadores españoles (Antonio Sánchez Moguel, Antonio de Remesal, Consuelo Varela, Bernardo Dorado) como extranjeros (W. H. Prescott, Pierre Mandonnet, Washington Irving), que comienzan a señalar el decisivo papel de este como mediador ante los Reyes Católicos y el agradecimiento continuo de Colón a su amigo.
El testimonio de Remesal en su Historia General de las Indias Occidentales, publicada en 1619, decía: «Para persuadir de su intento a los Reyes de Castilla, Colón vino a Salamanca a comunicar sus razones con los maestros de astrología y cosmología de dicha Universidad. Comenzó a proponer sus discursos y fundamentos, y solo encontró atención y acogida en los frailes de San Esteban […]. Entre todos estos, fue el maestro fray Diego de Deza quien más se empeñó en favorecerle y acreditarle ante los Reyes […]. Todo el tiempo que se detenía Colón en Salamanca, el convento le daba aposento y comida y cubría el gasto de sus jornadas. Por esto y por las diligencias que hizo con los Reyes para que le creyesen y ayudasen en lo que pedía, se atribuía [a Deza], como instrumento, el descubrimiento de las Indias». Y en esta misma línea aparece el testimonio de De las Casas en su Historia de las Indias, cuando asegura: «Muchos años antes que viese yo escritas las cartas del Almirante Colón, había oído decir que el arzobispo de Sevilla −véase, Deza− se vanagloriaba de haber sido la causa de que los Reyes aceptasen dicha empresa y se descubrieran las Indias».
En enero de 1492, al caer Granada, el genovés se presenta de nuevo ante los Reyes Católicos y su proyecto vuelve a ser rechazado. En aquel momento Diego de Deza era obispo de Zamora y ya había dejado la semilla plantada junto a otros valedores que el navegante había ido ganando para su causa. Esta trama de amistades y el apoyo financiero conseguido de algunos italianos, unido al interés político y comercial que Deza había generado en las cabezas de Isabel y Fernando, obraron el cambio que permitieron firmar las famosas capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril de ese mismo año. Según este tratado, los monarcas se reservaban la titularidad de todas las tierras descubiertas y un porcentaje de las riquezas que se hallen, a cambio de permitir y financiar la expedición. Colón, además, sería nombrado virrey y gobernador de los nuevos territorios, así como el 10 % de los tesoros y una octava parte del comercio que se generara en el futuro.
El 13 de agosto zarpa, Colón y sus barcos zarpan por fin de Palos de Frontera, en Huelva. El resto es historia.
I. Viana / ABC