«El Evangelio no se vende, no es un producto para anunciar» - Alfa y Omega

«El Evangelio no se vende, no es un producto para anunciar»

¿Predicar a Jesucristo para hacer proselitismo? Eso no es evangelizar. «Ese es un trabajo de telepredicador, regido por la lógica del mercadeo». Pero el mensaje cristiano no es un producto que se pueda vender, según los criterios de la publicidad. Esas palabras, pronunciadas por Francisco algunos días atrás en su Misa cotidiana, resumen todo un horizonte para la Iglesia. La misión. El Papa quiere sacudirla. Revitalizarla. Por eso convocó un Mes Misionero Extraordinario. Uno de sus organizadores, Giovanni Pietro dal Toso, cuenta a Alfa y Omega los detalles de esta iniciativa recién presentada

Andrés Beltramo Álvarez
La misionera sor Dativa Mukebita habla con Jeni Ibrahim en el proyecto Villa de los Ángeles en Ngara (Tanzania). Foto: CNS

Se llama Giovanni Pietro dal Toso y es secretario adjunto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Desde sus oficinas, en el centro de Roma, monitoriza la expansión o el declive de la presencia católica en los lugares más recónditos del mundo. Es el trabajo de Propaganda Fide, como se le llamaba históricamente a esa benemérita institución de la Curia romana, que aún tiene jurisdicción sobre todos los territorios de misión: África, Asia, Oceanía y algunas regiones muy puntuales de América Latina.

Con unos días de distancia, repite casi exactamente las palabras del Papa: «El Evangelio no es un producto para vender». E insiste: «No es algo que yo te pueda ofrecer mercantilistamente, no es un objeto». Esa analogía, confiesa, le gusta porque es clara. Por eso, precisa: «El Evangelio es un mensaje, y cuando yo se lo transmito a alguien, entre ese señor o señora y yo está su libertad de aceptar o no lo que tengo para decirle».

En ello identifica la clave fundamental de distinción entre el proselitismo y la evangelización: la libertad. Como concepto resulta sencillo, como fenómeno humano difícil. Porque implica que el misionero esté dispuesto a dar todo por nada. Sin lograr ninguna conversión, incluso. Algo que contradice las aspiraciones humanas.

Al respecto, Dal Toso sostiene que la respuesta a esta disyuntiva la ha dado el mismo Papa, quien desde el principio de su pontificado aclaró que su intención es «iniciar procesos». Eso quiere decir, continuó, colocar una semilla que requiere su tiempo para desarrollarse y dar fruto.

«Me parece que el Papa ha visto que el mundo está cambiando y, así como él, lo ven muchos obispos, muchos párrocos y nuestros feligreses. Por eso hay que cambiar la forma en que la Iglesia se pone delante de este mundo, cómo lo vemos. La Iglesia nunca está contra el mundo, porque Jesucristo vino a servir a este mundo y para que el mundo pueda conocer a Dios. Esto es siempre una de las tareas de la Iglesia: acercarse al mundo para llevarle el conocimiento de Dios», explica.

En misión en el mundo

Con el lema Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo, el Mes Misionero Extraordinario está previsto para octubre de 2019. Concentrará actividades en Roma y en diversas latitudes. No por casualidad coincidirá con el Sínodo de los obispos dedicado a la Amazonía, uno de los más vastos territorios de misión del mundo.

Convocado por Jorge Mario Bergoglio el 22 de octubre de 2017, recordará el centenario de la publicación de la carta apostólica Maximum Illud, de Benedicto XV, el 30 de noviembre de 1919. Un texto emblemático, que buscó poner fin a ciertos vicios que, para entonces, ya cargaban pesadamente la acción misionera de la Iglesia.

«El Papa ha dicho muy claramente que la obra de evangelización de la Iglesia no tiene nada que ver con la obra colonizadora de los poderes políticos. Son cosas distintas», precisa Dal Toso. Y agrega: «Más que proselitismo, yo veo que durante la historia se dio un acompañamiento de la colonización con la misión; pero, al mismo tiempo, los Papas quisieron hacer una distinción, porque no son lo mismo. ¿Por qué? Porque la Iglesia no se identifica con una cultura, o un poder político, es otra cosa».

Aún así, el responsable vaticano hace una salvedad. Se refiere a muchos portugueses y españoles que en los siglos XV y XVI partieron hacia el Nuevo Mundo. «Ellos lo hicieron por una razón religiosa», insiste. Y vincula el descubrimiento de los nuevos continentes no solo a una gesta geográfica o científica, sino también espiritual. Aunque, reconoce, no todos los involucrados tuvieron la misma actitud.

Aquella carta fue retomada por el Papa en otra misiva, del mismo 22 de octubre de 2017 y dirigida al cardenal Fernando Filoni, prefecto de Propaganda Fide. En ella, Francisco recuerda que Benedicto XV quiso tener a la acción misionera «lejos de aquellas miras nacionalistas y expansionistas que tantos desastres habían causado». Y precisa: «La Iglesia de Dios es universal, para nada extranjera a ningún pueblo».

Foto: Andrés Beltramo

Fue así como el Papa, un siglo atrás, despertó el ardor misionero, evocó Bergoglio. Como si, con sus palabras, manifestase una decisión personal de emularlo.

«El Papa Francisco ha impulsado el Mes Misionero porque quiere que la misión se convierta aún más, para la Iglesia, en un tema central; que no olvidemos esto que es la naturaleza de la Iglesia. La Iglesia no existe para sí misma, existe para llevar el Evangelio, y el Papa ha querido ese Mes Misionero para que pueda redescubrir su naturaleza misionera», describe Dal Toso.

Todo esto se resume en apenas tres palabras: «Iglesia en salida». Una invitación lanzada por el Pontífice argentino desde el inicio de su ministerio y que ya ha calado en diócesis y parroquias, como constata el también presidente de las Obras Misionales Pontificias.

«La misión no es algo solo del pasado sino también de hoy, y va a ser aún más importante en el futuro. Por eso el Papa habla siempre de Iglesia en salida, que significa una Iglesia misionera. La misión se da no solo en los territorios de frontera, donde no se conoce a Dios, también tiene lugar allí donde las mayorías se declaran católicas, pero requieren profundizar en su fe, ir más a la raíz y ver que existen peligros para nuestra fe en la cultura dominante, en muchas partes donde existe una cultura secularizada. Debemos pensar cómo enfrentamos, en nuestros países, estas circunstancias», prosigue el secretario.

El misionero que viene del sur

Si bien el espíritu de la carta de Benedicto XV mantiene intacta su vigencia, muchas cosas han cambiado en los últimos 100 años. No solo fuera, también dentro de la Iglesia. Entre otras cosas, se ha verificado un desplazamiento en los centros que ofrecen misioneros al mundo. En aquellos tiempos España, Francia, Italia y otros países europeos constituían la fuente principal de sacerdotes misioneros.

Hoy el panorama es completamente distinto. Mientras las naciones europeas sufren los embates del secularismo y la carencia extrema de nuevas vocaciones, otros países se han convertido en emergentes. De América Latina, Asia y África. De ahí la premura por recuperar terreno. «Que cada cristiano, en cuanto bautizado, sepa que es un testigo de su fe. En este sentido la misión no es una cosa para los demás, para los lejanos, sino también para cada creyente que, en su pequeño mundo, en su familia o en su trabajo, puede ser un testigo del Evangelio», constata Dal Toso.