El Evangelio no se rinde - Alfa y Omega

El Evangelio no se rinde

Cristina Sánchez Aguilar
Una de las Vicarías, la de Auyamal, en Barquisimeto (Venezuela). Foto: Javier Fariñas-AIN.

Si escuchan alguna vez hablar de la Chinita, la Coromoto, la Divina Pastora o la Chiquinquirá, sepan que un cristiano venezolano está hablando de su querida Madre del cielo. Venezuela es un pueblo profundamente mariano, que es mucho más que un régimen político.

Cuenta Javier Fariñas, enviado por Ayuda a la Iglesia Necesitada al terreno, que un sacerdote todoterreno, el padre Eudo, afirmó: «El Evangelio no se rinde en Venezuela»; no se rinde en un pueblo con grandes riquezas naturales, pero en el que la sociedad y la Iglesia viven con enormes dificultades. Un pueblo, sigue Fariñas, «que se desangra literalmente, con cerca de 20.000 muertes por causa violenta cada año, en el que la fragilidad institucional y legal ocupa la escena pública». De hecho, el último informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos destaca «el uso abusivo del Derecho penal y la afectación a la libertad de expresión».

Cifras concretas

Para lograr estos retos se necesita ayuda económica. Y es en este punto en el que AIN va a trabajar. Tras el viaje de Javier Fariñas a la zona, la estimación del dinero que necesitan para sostener todas las peticiones es:

  • Ayuda a la subsistencia a diversas congregaciones religiosas, que se ha estimado en 18.300 euros. Para el sustento de los sacerdotes, se van a enviar, si se recaudan, 49.794 euros.
  • Ayuda a la formación de 45 seminaristas, de escasos recursos económicos, con 11.350 euros.
  • Venezuela tiene la tasa más alta de embarazos de adolescentes de toda Hispanoamérica, lo que ha provocado un elevado número de abortos. Para evitar esta situación y fomentar la importancia de la estructura familiar, AIN ha prometido 5.000 euros para desarrollar un programa de pastoral familiar. No sólo la familia necesita ayuda: la Iglesia en Venezuela ha comenzado un proyecto de formación de agentes de pastoral penitenciaria, para lo que necesitan 8.000 euros.
  • Y, por último, AIN asumirá los costes de un boletín informativo, de la diócesis de San Carlos, que llega a más de 25.000 familias y se ha convertido en el mejor método para formar a los católicos de la diócesis y como freno al avance de las sectas. 7.500 euros son necesarios. Más información: Tel. 902 636 737.

La Iglesia, que denuncia esta falta de derechos, las desigualdades y las arbitrariedades del poder, se ha convertido en objeto de la dialéctica del Gobierno. De hecho, su presidente, Hugo Chávez, ha calificado al cardenal Urosa, arzobispo de Caracas, de troglodita, en reiteradas ocasiones.

Pero la Iglesia en Venezuela tiene coraje y mucha fe. Y cuatro grandes retos por delante, según el cardenal Urosa: el fortalecimiento de la evangelización y la catequesis, el trabajo con niños y jóvenes, el cuidado de las vocaciones religiosas y la promoción de la convivencia social en un país profundamente dividido.

Vicarías: presencia de Cristo entre los pobres

El cují es un árbol que puede llegar a los 15 metros de alto. Aunque también podemos llamarle templo parroquial. Y si no, que se lo pregunten a los fieles de las Vicarías de Nuestra Señora de los Ángeles o Auyamal, ambas en los suburbios de Barquisimeto. Bajo un cují comenzaron las catequesis en la primera de ellas. Bajo un cují se celebraba la Misa, hasta hace muy poco tiempo, en la segunda. También en Auyamal sobrecoge otra de sus capillas: nueve palos de madera sostienen chapas dobladas por el viento.

La Vicaría es una forma de organización eclesial y de evangelización en Venezuela, que se ha extendido por todo el país en los últimos treinta años. «Se trata de la presencia viva de la Iglesia entre los pobres», señala el cardenal Urosa, arzobispo de Caracas. En ocasiones, alguna congregación religiosa se hace cargo de ellas. En otras, son los seglares los que toman la acción.

En el caso de la Vicaría de Nuestra Señora de los Ángeles, de Barquisimeto, fueron dos mujeres las que tomaron el proyecto como propio: Velquis y Rosaría. En el año 1996, en la zona de Los Ángeles, la Iglesia no tenía ninguna presencia estable. Era una zona ocupada por familias que se habían quedado sin vivienda. Una vecina prestó una casa para organizar pequeños encuentros, pero no tenían un lugar en el que reunirse para celebrar la Eucaristía. Comenzaron una carrera de obstáculos: cuando faltaban fondos, organizaban rifas o comidas solidarias. Cuando lo que se necesitaba era mano de obra, los feligreses hacían de albañiles, soldadores o electricistas. Y entre fatiga y fatiga, la celebración de la Palabra. Desde hace cuatro años, un diácono está al frente de esta comunidad, que llega a las veinte mil personas, y en la que falta formación y sobra inseguridad. En estos barrios, la muerte en forma de asesinato asoma casi cada día.

Una feligresa nos dice que «aquí es donde yo me he sentido plena. Yo le sirvo, y Él me ha respondido». Y la respuesta llega nítida debajo de un cují, o de unas chapas mal colocadas.

Javier Fariñas

RELACIONADO