Subsecretario del dicasterio para los religiosos: «No funcionamos con esquemas de cuota de poder» - Alfa y Omega

Subsecretario del dicasterio para los religiosos: «No funcionamos con esquemas de cuota de poder»

El claretiano español Aitor Jiménez Echave analiza el papel de las religiosas en una Iglesia sinodal, los desafíos en la gestión de los bienes de los institutos religiosos y la necesidad de «continuar estando cerca de las víctimas de abuso»

Victoria Isabel Cardiel C.
El padre Aitor Jiménez Echave
El padre Aitor Jiménez Echave. Foto: www.istsorellemisericordia.it

El religioso claretiano Aitor Jiménez Echave fue designado por el Papa el 29 de febrero como nuevo subsecretario del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, organismo del Vaticano al que pertenece desde 2006. El religioso, nacido en diciembre de 1962 en Baracaldo (País Vasco), forma parte de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María desde 1987, y, en 1989, recibió la ordenación presbiterial. Obtuvo su doctorado en derecho civil y canónico y también es doctorado en Teología de la Vida Consagrada en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, Italia. Además, posee varios diplomas, incluido uno en Derecho Canónico Oriental.

¿Cómo recibió el nombramiento?
Inicialmente con sorpresa. Esta fue dando paso al agradecimiento a Dios y al Papa Francisco por haberse fijado en mi persona. A lo largo de estos meses he ido asumiendo desde la oración las exigencias de este servicio eclesial, pidiendo a Dios que no me abandone, que ame por mi, que hable por mi. En definitiva, que sea Él quien me guíe y me haga dócil a su llamada y voluntad.

Usted lleva muchos años trabajando en este dicasterio que antes era congregación. ¿Qué cambios ha traído la reciente constitución apostólica Praedicate Evangelium?
Praedicate Evangelium aborda la reforma de la Curia romana con la intención de que continúe sirviendo a la Iglesia desde su vocación evangelizadora. No ha modificado de forma drástica el dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, ya que este dicasterio tiene una fisonomía muy determinada y un servicio muy específico. Sí ha dado un nuevo impulso evangelizador y misionero al servicio que hacemos, recordándonos que, si no evangelizamos desde el servicio específico al que hemos sido llamados, está viniendo a menos no solo nuestra vocación, sino la verdadera razón de nuestra existencia y consagración.

La vida consagrada ha sido durante mucho tiempo un laboratorio de sinodalidad. ¿Cómo puede ayudar a la Iglesia en su conjunto a ponerse en camino juntos?
Efectivamente la sinodalidad está presente desde los orígenes de la vida consagrada. Los institutos que han ido naciendo a lo largo de los siglos han puesto de manifiesto que la sinodalidad es el camino que hemos de recorrer en la búsqueda, aceptación y configuración de nuestras vidas a la voluntad de Dios. Esta característica pone de relieve que no se puede caminar como un individuo aislado de los demás, buscando la propia salvación, sino que, como ha puesto de manifiesto el Concilio Vaticano II, somos parte de un todo y junto con los demás hermanos y hermanas hemos de recorrer el camino para que en comunidad alcancemos la salvación a la que estamos llamados.

El dicasterio se encarga de promover y regular todas las formas y expresiones de la vida consagrada en el mundo. ¿Cuál es hoy su diagnóstico en un contexto cultural cada vez más secularizado e incapaz de comprender el valor de las opciones integrales y definitivas?
La vida consagrada es un don precioso de Dios que da a su Iglesia, enriqueciéndola con los diversos carismas y formas de vivir la consagración. Es cierto a veces que a la realidad cultural de algunas regiones del mundo le cuesta comprenderla, como le cuesta también comprender y mantener la fe, pero existen otras zonas en las que es comprendida y considera una realidad referencial para la propia vida. La vida consagrada posee una dinamicidad que le ayuda a ir dando respuestas (en fidelidad a la sana tradición) a las nuevas realidades culturales y sociales en las que le toca vivir. Como tal también está generando respuesta a las dificultades socioeclesiales en las que nace o está llamada a vivir. Por eso la vida consagrada no desaparecerá. Ejemplo de este proceso pneumatológico lo encontramos en la historia de la vida religiosa, que a lo largo de estos siglos ha ido dando respuesta a las diferentes épocas históricas, suscitando formas de consagración adecuadas a las necesidades emergentes.

Un tema particular sobre el que su reflexión se ha centrado en los últimos años ha sido la administración de los bienes de los institutos religiosos. ¿Es posible conjugar carisma y dinero? ¿Cuáles son las indicaciones y directrices operativas sugeridas por el dicasterio a las comunidades de personas consagradas?
El dicasterio ha celebrado dos encuentros internacionales sobre el tema de economía y carisma, y ha publicado orientaciones sobre cómo administrar los bienes eclesiásticos para favorecer la realización de los fines carismáticos para los que fueron creados las diferentes formas de consagración. El dicasterio ayuda y da seguimiento a los procesos de discernimiento en el campo económico de los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica con la finalidad de que los superiores y miembros que constituyen estos institutos o sociedades piensen la economía en fidelidad al carisma, con una mirada constante en aquellos que menos tienen: los pobres, excluidos, descartados de la sociedad a los que los consagrados están llamados a donarse. En la medida en que seamos capaces de dar un rostro humano a la economía y se convierta en instrumento de la acción misionera, la economía será más evangélica. Se producirá así el deseado intercambio y comunión de bienes entre los organismos eclesiales y se dará rostro a la profecía que es la vida consagrada.

Desde las comunidades religiosas femeninas —que representan más de dos tercios del mundo de los consagrados— llega hoy una exigencia de consideración y dignidad que representa un desafío para toda la Iglesia. ¿Qué respuestas dan desde su dicasterio?
El dicasterio no funciona con los esquemas sociales de cuota de poder y de representación. Tiene presente la configuración de la vida consagrada. Prueba de ello es que desde hace varios años existen dos subsecretarios, una mujer y un varón, que trabajan en comunión y que estudian indistintamente todos los casos que llegan. Asimismo, en la actualidad el servicio de secretario del dicasterio está siendo realizado por una religiosa. No se trata de modas, sino de una conciencia de complementariedad en el servicio, que ayuda a poder considerar las diversas problemáticas desde diversas sensibilidades y perspectivas. Esto ha llevado a un enriquecimiento en el servicio, pues la vida consagrada está constituida por personas que Dios llama sea desde el orden sagrado o del laicado.

El dramático fenómeno de los abusos sexuales, como el de los abusos de poder, ha afectado también al mundo de las personas consagradas. ¿Cómo está cambiando la percepción de esta realidad en la Iglesia y qué papel juega la vida religiosa en el camino de purificación y renovación?
El abuso, en cualquiera de sus formas, es inaceptable. El abuso sexual, especialmente de niños y personas vulnerables es particularmente grave porque ofende la vida, como nos recuerda el Papa Francisco. Ante estas realidades escandalosas llenas de sufrimiento que todavía existen, los fieles y especialmente los consagrados, no podemos desanimarnos, ante lo que todavía hay por hacer, sino que hemos de trabajar con renovado entusiasmo. Los monasterios, las casas religiosas, las comunidades de consagrados se han de convertir en lugares donde toda persona humana se pueda sentir seguro y en casa. De ahí, que hemos de continuar estando cerca de las víctimas de abuso, acogiéndolas, escuchándolas, ayudándolas, estableciendo protocolos de prevención. Hemos de seguir mirando a las víctimas con una mirada que nace desde el corazón cercano, que fija sus ojos en el rostro de quien ha padecido el abuso.