Él es nuestra defensa - Alfa y Omega

Él es nuestra defensa

Miércoles de la 34ª semana del tiempo ordinario / Lucas 21, 12-19

Carlos Pérez Laporta
Foto: Cathopic.

Evangelio: Lucas 21, 12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Comentario

Los que creemos en Cristo no tenemos nada de lo que defendernos, porque Él mismo es nuestra defensa: «Meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría». No hay perseguidor con la suficiente fuerza, no hay ofensa tan grande, como para oponerse a las palabras que Él nos da. La fuerza y el daño no pueden nada contra su palabra. Su palabra llena todo, da sentido a todo, consuela nuestro corazón en el dolor y permite vivir el sufrimiento.

Basta que Él esté y nos hable, como los susurros de una madre ante el niño que llora. Incluso más que con una madre o un padre, porque incluso si ellos nos fallasen y persiguiesen, la certeza de Cristo vencería también. Esa es la verdadera sabiduría, la verdadera defensa frente a cualquier ataque: la certeza de la presencia de Cristo que nos ama y nos habla.

Porque estar junto a Cristo significa saber que «ni un cabello de vuestra cabeza perecerá». Es tal el amor que Cristo nos ha manifestado y nos manifiesta que nos sabemos preciosos a sus ojos. Cada fibra de nuestros ser Dios la atesora en su corazón, la guarda y aguarda. Nada de nosotros puede perderse si vale la sangre de Cristo. Esa es nuestra defensa, el amor que Cristo nos tiene. Desde ahí y solo desde ahí debemos hablar a los hombres de nuestro tiempo.