El dogmatismo mató a la RDA - Alfa y Omega

El dogmatismo mató a la RDA

La pregunta de un corresponsal italiano, Riccardo Ehrman, precipitó inesperadamente la caída del Muro de Berlín hace ahora 30 años

Ricardo Benjumea
Riccardo Ehrman, en su casa, con un ejemplar dedicado de las memorias del portavoz del Politbüro de la RDA. Foto: R. B.

Cuando la propaganda sustituye a la realidad durante 40 años, el lenguaje se vacía de contenido. Por eso en aquella rueda de prensa televisada a toda la nación (casi) nadie tomó en serio las palabras del portavoz y primer secretario del Partido Socialista Unificado (SED) de la extinta República Democrática Alemana (RDA), Günter Schabowski, cuando el 9 de noviembre de 1989 anunció una nueva ley de viajes que permitiría abandonar el país sin visado. ¿A partir de cuándo? «Que yo sepa… desde ya».

Solo un diplomático alemán occidental y el veterano corresponsal italiano de la agencia ANSA que formuló la pregunta que acorraló a Schabowski abandonaron la sala. Riccardo Ehrman llamó a Roma a anunciar que el Muro de Berlín había caído. Le tomaron por loco. La propia Angela Merkel, entonces una joven química recién doctorada en Leipzig, le confesaría que no captó la magnitud del anuncio. Esa noche se marchó tranquilamente a una sauna.

El portavoz, acorralado

Ehrman, que el lunes cumplió 90 años en su «dorado retiro» en el castizo barrio de La Latina de Madrid, siempre tiene tiempo para atender a un colega interesado en su historia. «Mi mérito –asegura– no fue haber hecho esa pregunta sobre la ley de viajes, que a fin de cuentas era la que en ese momento hubiera querido preguntar cualquier ciudadano de la RDA. Si tengo algún mérito es solo haber comprendido la respuesta».

Pero Ehrman hizo algo más. En plena crisis de los refugiados de la RDA que cruzaban a Austria desde Hungría, acorraló a Schabowski preguntándole por «los fallos» cometidos por el Gobierno en materia de visados, una herejía ante la que el líder comunista reaccionó visiblemente molesto: «Nosotros no cometemos fallos». Y se sacó del bolsillo una nota, que aún no había tenido tiempo de leer, sobre una liberalización de los permisos para viajar que aún debía esperar varias horas para entrar en vigor, de forma mucho más ordenada.

«El propio Schabowski no fue consciente de la repercusión de sus palabras», asegura el periodista, «pero realmente fue él quien derribó el muro. La gente empezó a agolparse en la frontera. El jefe de un puesto fronterizo le llamó por teléfono: “Compañero primer secretario, ¿abrimos fuego?”. “¡Por amor del cielo, no, déjenles pasar!”».

Riccardo Ehrman conoce los hechos de primera mano. Schabowski y él se hicieron buenos amigos. En 2009, el antiguo portavoz recibió al periodista en su modesto piso de Berlín occidental. «Hasta ese día nadie se había atrevido a hablarme así», le reconoció. «Toma, la respuesta a tu pregunta», añadió, entregándole una copia de su libro Wir haben fast alles falsch gemacht (Hicimos casi todo mal). Son las memorias de uno de los pocos dirigentes socialistas que hizo verdadera autocrítica moral sobre la dictadura. «Si Schabowski hubiera sido elegido sustituto de Erich Honecker, como estaba previsto, en lugar de Egon Krenz, la RDA hubiera durado unos años más», cree Riccardo Ehrman. «No había libertad, es cierto», pero el país, el más desarrollado de todo el bloque socialista, ofrecía sus ventajas. «No he conocido ningún otro lugar donde no hubiera ni un solo desempleado. Y tampoco había droga».

Fue el dogmatismo lo que mató a la RDA. «El canciller Helmut Kohl [de la RFA] les engañó con la unión monetaria», que para ciertas sumas de dinero permitía cambiar la moneda local, el Ostmark, uno a uno por el marco alemán, pese a que su valor real era unas diez veces inferior. «Los economistas de la RDA leían a Marx, pero no a Galbraith, que había advertido de que un país que renuncia al control de su moneda está destinado a perder su soberanía, y eso fue exactamente lo que ocurrió. La promesa de Un país, dos sistemas era inviable». La RDA se desmoronó.

«Riccardo, che cazzo hai fato?»

Ehrman tuvo ya claro ese destino inevitable al abandonar corriendo la rueda de prensa aquel 9 de noviembre. Sin embargo, en la calle todo seguía igual. «Durante unas horas, me entró un miedo terrible. ¿Y si me había precipitado?».

La confirmación le llegó de una profesora de marxismo-leninismo, vecina suya, antigua embajadora ante la ONU y alto cargo en la nomenklatura. «Estaba esperándome delante de mi puerta, llorando. Se echó a mis brazos: “Alles ist vobei, aber vielleicht ist es besser so” [“Todo se ha acabado, pero quizá es mejor así”]».

Al entrar en su apartamento, el teléfono estaba sonando. Llamaba el embajador de Italia: «Riccardo, che cazzo hai fato? [“Riccardo, ¿qué coño has hecho?”].

El periodista decidió darse otra vuelta por la calle. «Había una cola terrible de miles de personas esperando a pasar al otro lado, pero la frontera seguía cerrada, había una tensión enorme. Yo no sabía que la rueda de prensa había sido televisada en directo. Alguien me reconoció. Un grupo de personas me cogió en hombros y me vitorearon».

La tensión se convirtió en fiesta anticipada por lo que a esas horas todavía no estaba claro que fuera a llegarse a producir. «Fue un milagro que no hubiera un solo disparo esa noche. Podría haberse originado una tragedia», apostilla Ehrman.