Algunas veces comentamos que parte del atractivo de Stella Maris como servicio a los marinos le viene por la aureola de misterio que rodea la vida marinera. En el imaginario de la gente aparece el mar como algo fantástico, de aventura o de los sueños. Incluso los propios marinos son los que han inspirado leyendas de sirenas y fantasmas.
Desde la fe, en sentido teológico, en el Evangelio (Mateo 14, 25-33) aparece Jesús caminando sobre las aguas del mar de Galilea y animando a los marinos a no tener miedo y sobrepasar la muerte por la fe en el Resucitado… En todas partes aparece el simbolismo fuerte del mar.
Hoy en día la realidad del sector marítimo, por su desconocimiento e irrelevancia mediática, solo aparece en desafortunados naufragios. Resulta siempre un reto tener que materializar lo intangible, como cumplir con sus justas demandas.
Compartiendo la invisibilidad de los derechos de los marinos, Stella Maris también necesita acudir a las ayudas que están a su alcance para subsistir. Es un tema no resuelto todavía. Algunos nos hemos embarcado en los recursos sociales establecidos. Para ello, entre otros papeles, se nos pide cuantificar los logros alcanzados en el bienestar de los marinos. Para ver la viabilidad del servicio, hay que medir la calidad y cualificar el trabajo realizado (en medio de este lío de papeles recuerdo al capitán Garfio y a otros piratas, siempre luchando en alta mar).
Lo cotidiano, que parece irrelevante para la opinión publicada y para la Administración, es lo más importante para el bienestar de la gente, en nuestro caso, de los trabajadores del mar. Y es eso cotidiano lo que garantiza que haya menos accidentes laborales y salvaguarda su bienestar emocional.
No son fantasmas en buques legendarios, sino gente común trabajadora que necesita de la justicia y de nuestro apoyo y solidaridad, una mano amiga como la del Jesús vivo que rescata al Pedro dudoso que se hunde.