El arte de acompañar el alma de los soldados - Alfa y Omega

El arte de acompañar el alma de los soldados

Un sagrario de campaña realizado en la cabeza de un proyectil o las pictoesculturas del páter Ángel Belinchón uniendo pintura y metralla son la propuesta cultural del Ministerio de Defensa para ensalzar la figura de los capellanes castrenses

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Curiosidades y objetos litúrgicos usados por los capellanes jalonan el recorrido de la muestra. Foto: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo.

El Instituto de Historia y Cultura Militar, del Ministerio de Defensa, acoge hasta el 11 de abril en Madrid la exposición El páter: entre la tierra y el cielo, que además de dar a conocer la faceta artística del capellán castrense Ángel Belinchón, muestra también la misión y el trabajo de los capellanes militares a lo largo de la historia.

«Como sacerdote y como artista, trato de mostrar con mi obra algún reflejo de la belleza divina», asegura Belinchón. Después de una primera fase realista y naturalista, con los años ha ido encontrando su propio estilo, hasta recalar en lo que denomina pictoescultura: «Hago una base de color en la que integro materiales que voy encontrando por ahí e intento darles una segunda vida». Al ser capellán castrense, entre estos materiales están esquirlas de metralla o astillas de troncos que han servido como diana en maniobras militares. «Son cosas que a los soldados y a los oficiales les sorprenden mucho, porque pasan desapercibidas con facilidad. Todo eso ayuda a alimentar la capacidad de observación y la sensibilidad ante la realidad que esta ahí fuera».

Belinchón era sacerdote diocesano en Cuenca cuando, en 1991, marchó para hacer el servicio militar obligatorio. En aquellos meses junto a los soldados encontró «un campo vastísimo de misión, con toda esa juventud a tu disposición para hablarles de Dios. A ellos pude brindarles atención espiritual, y también ayudé a mejorar la alfabetización de algunos que apenas sabían leer y escribir». La impresión fue tan grande que tras acabar la mili pidió ingresar en el Arzobispado castrense, donde ha podido acompañar a las tropas españolas en tres misiones fuera de nuestras fronteras: dos veces en Bosnia y una en Afganistán.

El páter Ángel Belinchón con varias obras suyas realizadas con restos de proyectiles. Foto: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo.

«Fueron todas una gran experiencia, porque la Providencia nos coloca en situaciones muy delicadas». Cuando se desplaza con el contingente buscando sembrar la paz, «el páter se realiza completamente», afirma Belinchón. «En las misiones estamos trabajando para nuestros soldados 24 horas al día durante varios meses seguidos. Eso permite un trato humano constante que te permite conocer el alma y el corazón de esos hombres». Para el sacerdote, ofrecer esta atención espiritual «es un desafío ante la realidad de la muerte. Muchos toman conciencia de su sed de eternidad y abren su alma al páter para buscar a Dios. Los capellanes castrenses estamos para eso».

Junto a la obra de Ángel Belinchón, la exposición también contiene piezas como altares portátiles, fotos y cuadros de las distintas épocas que ha atravesado el servicio eclesiástico militar, varios ornamentos sagrados y un particular sagrario de campaña realizado dentro de la cabeza de un proyectil. En total, son 60 objetos relacionados con la misión de los capellanes castrenses a lo largo de los últimos siglos, que como afirma Mónica Ruiz Bremón, la comisaria de la muestra, indican que la del páter «es una figura entrañable dentro de la tropa: pastor, militar e incluso héroe en ocasiones».

En la muestra también se puede encontrar una colección de la riqueza documental del Arzobispado castrense, como algunos documentos fechados en 1610 o libros sacramentales de las provincias de ultramar, Filipinas y Marruecos. Junto a ello, la exposición recuerda también a los seis capellanes castrenses que han recibido la Cruz Laureada de San Fernando, todo ello con la intención de «poner en valor la historia del servicio de asistencia religiosa de la Iglesia a los militares», dice el páter, una presencia que acompaña a los soldados «desde hace siglos, siempre al cuidado de su dimensión espiritual».