Evangelizar también es cosa de los jóvenes - Alfa y Omega

Evangelizar también es cosa de los jóvenes

La joven profesora valenciana Patricia Ruiz, uno de los rostros de la campaña del Domund 2021, ha sido testigo de cómo las maras en Honduras captan a los niños para sus actividades delictivas y de cómo la Iglesia las hace frente a través de la educación

José Calderero de Aldecoa
Patricia Ruiz dio clases a niños durante su experiencia misionera en Honduras. Foto cedida por Patricia Ruiz

La joven valenciana Patricia Ruiz es una de las protagonistas del vídeo que Obras Misionales Pontificias (OMP) ha preparado con motivo del Domund, que se celebra este domingo, 24 de octubre, con el lema Cuenta lo que has visto y oído. Ella, que tiene tan solo 28 años, es profesora de Educación Secundaria Obligatoria. Se siente una privilegiada y da a gracias a Dios por su vida.

Si viviera en Honduras, sin embargo, la situación sería distinta. Allí ser joven es un factor de riesgo. De hecho, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, tener menos de 30 años es el principal condicionante para ser víctima de la violencia. También para caer en ella. «Muchos jóvenes se ven abocados a meterse en las bandas criminales», conocidas como maras, «para salir adelante», explica Ruiz, que acaba de regresar de San Pedro Sula, una de las ciudades hondureñas más peligrosas. Las organizaciones delictivas, todas ellas vinculadas al narcotráfico, «van captando poco a poco a los chicos». La maniobra comienza «cuando son muy pequeñitos, a partir de los 7 años. Les van dando trabajitos». Les pagan, por ejemplo, «por vigilar y avisar si viene la Policía. A los niños que utilizan para esto les llaman los banderitas», asegura esta profesora que, exceptuando el año pasado por culpa de la pandemia, ha viajado los últimos cinco veranos al país centroamericano. La estrategia con los jóvenes es distinta. «Primero los enganchan a la droga y luego los reclutan».

En datos

10.629 misioneros españoles están registrados en la Dirección Nacional de OMP

54 % de los misioneros son mujeres

651 misioneros laicos

Pero esto no es lo único que ha visto y oído Patricia Ruiz. También ha sido testigo de cómo las misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María trabajan de igual modo para sacar adelante a los jóvenes, pero no a través de la delincuencia, sino de la educación y de una vida de servicio. «Las hermanas tratan de hacer ver a los chicos que hay alternativas, que con trabajo y esfuerzo se puede vivir de otra manera y que hay un horizonte diferente al que ellos ven y al que les obligan a resignarse», subraya la joven valenciana.

En concreto, las religiosas cuentan en la misión con un dispensario médico, con un comedor escolar donde alimentan a los niños y niñas sin recursos de la escuela pública, y con un programa de apoyo escolar. Como docente, esta es la tarea en la que más ha podido ayudar Patricia. «Ayudamos a los más pequeños con la tarea y también damos charlas a los adolescentes, de valores, de motivación, de sexualidad, de drogas… En realidad, de lo que haga falta en ese momento», detalla. Este último año, sin embargo, el trabajo ha sido distinto. «En noviembre hubo dos huracanes que arrasaron por completo la zona y nos hemos tenido que centrar más en las labores de reconstrucción», concluye Ruiz, no sin antes subrayar «el cariño y el espíritu de servicio con el que las religiosas atienden a todos y que me ha ayudado a hacerme más sensible, e incluso implicarme, ante los problemas de los demás».

Necesario relevo generacional

Ruiz es una de los cerca de 10.000 jóvenes que cada año salen de España en verano hacia la misión y que en esta campaña del Domund se han convertido en los protagonistas. «La idea original era trasladarse a diferentes países para que sus habitantes nos contaran la labor de los misioneros», pero cuestiones de índole económica y la pandemia «hicieron que pensáramos en los chicos que tenemos más a mano», reconoce el sacerdote José María Calderón, director nacional de OMP. En cualquier caso, «hemos descubierto que este cambio de planes ha venido bien para hacer ver a los jóvenes que la misión no es algo para los mayores o para los curas y las religiosas», asegura. También «es una posibilidad dentro de las opciones de vida que se les plantean», añade.

Ferrero en un ejercicio de rehabilitación en la residencia de Lobito. Foto cedida por Marta Ferrero

Detrás de esta palabras de Calderón no solo hay una clara intención por buscar un relevo generacional, «que también, porque desgraciadamente la edad media de nuestros misioneros –74 años según la última memoria de las Obras Misionales Pontificias (OMP)– es muy alta». Se trata «de hacer caer en la cuenta a todos de la necesidad que siempre va a existir en la Iglesia de seguir evangelizando, incluso aunque existieran muchísimas vocaciones». De hecho, «nuestra misión con la campaña del Domund no es recaudar dinero para salir al paso económicamente de un determinado proyecto», sino «ayudar a los cristianos a que descubran que la Iglesia es universal y que depende de nosotros colaborar para que pueda cumplir su misión evangelizadora».

Dar la vida también en casa

El mensaje ha calado en personas como Marta Ferrero, enfermera zamorana de 25 años, que en el verano de 2017 realizó una experiencia misionera en Angola, en el poblado de Lobito, junto a los misioneros seglares vicencianos. «Tienen una escuela, trabajan en el centro de salud de la zona y en la residencia de ancianos, y también imparten talleres espirituales y otros de temática más diversa, como por ejemplo de rehabilitación de alcohol», rememora. Ferrero colaboró «ayudando a poner la medicación y haciendo curas» en el centro de salud por las mañanas y, «por la tarde, echaba una mano con la rehabilitación de los ancianos en la residencia».

La experiencia de Ferrero en Angola le ha servido a nivel laboral en su Zamora natal. Foto cedida por Marta Ferrero

Más allá de estas tareas, que incluso le han servido a Marta Ferrero como prácticas a nivel profesional, la joven todavía recuerda la entrega total de las misioneras –ella estuvo con las mujeres–. «Yo fui solo 43 días, pero ellas estaban dispuestas a entregar su vida entera por esta labor». Y, en realidad, «esto es de dar la vida por los demás es algo que también nosotros podemos hacer en casa y en el trabajo», concluye.

«Lo que hemos oído»

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, Francisco recuerda que el Señor «nos convoca» a todos «a sentirnos parte activa de esta misión. Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano de este amor de compasión».

De esta forma, Francisco invita a los fieles a ponerse «en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador» e impulsar «iniciativas y forjar comunidades que aprendan a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social».

Con Jesús «hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes», concluye el Pontífice, y por ello nosotros «no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído».

Para colaborar con la jornada se puede visitar pinchando AQUÍ.

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