Deseo: insípido culebrón sexual de poco fuelle - Alfa y Omega

El laureado escritor de moda, Miguel del Arco (Madrid, 1965), autor de la multigalardonada en los premios Max 2011, La función por hacer, debuta como director teatral con Deseo, aburrido y esperpéntico experimento sobre la voracidad sexual protagonizado por un cuarteto de lujo: Emma Suárez, Luis Merlo, Gonzalo de Castro y Belén López.

Deseo cuenta la historia de Ana (Emma Suárez), una mujer madura, casada desde hace veinte con Manu (Gonzalo de Castro), que disfruta de los gráficos y expresivos relatos sexuales que le cuenta Paula, una nueva amiga, desinhibida y soltera (Belén López), a quien ha conocido en el gimnasio. Empujadas por el vértigo del deseo —que es pura tensión sexual— Ana propone a Paula pasar un fin de semana en la casa de campo que comparte con su marido. En estas llegará a esa casa Teo (Luis Merlo), un buen amigo de la pareja, recientemente abandonado por su mujer.

Casi dos horas han bastado para que se desarrolle sin descanso Deseo, que, estructurada en dieciocho escenas en 18 espacios diferentes, cuenta con una música original difusa y estridente, y una gigantesca maquinaria giratoria multiusos, de rasgos simplísimos y unicolor, va dando paso a las diferentes estancias de la casa, lúgubres y tétricas, desde la fachada, el comedor, la sala de estar, la cocina y dos dormitorios donde acontecen las historias.

A pesar de que la obra arranca con fuerza —y ataja el asunto sobre las relaciones sentimentales, enfocadas exclusivamente hacia el sexo y su manera de influir en la conducta humana—, Deseo se estanca a los 15 minutos de empezar, porque a partir de ese momento la historia no añade ningún elemento dramático nuevo. La trama pivota siempre en torno a la esclavitud del sexo —de seres que huyen del amor porque con él han fracasado y el sexo es su vía de escape más rápida—, a la ordinariez llevada al extremo —cada dos frases se puede escuchar «¿nos acostamos?» (y sus variantes lingüísticas más populares y soeces), «¿vamos a la cama?», «¿a quién te has tirado?», «¿me has puesto los cuernos?», etc.—, lo cual además de resultar monótono —que no falten los desnudos integrales—, está expresado por los actores con cierto desdén, dejando al descubierto, pues, su condición de individuos infelices, atrapados en una telaraña de sensaciones locas, en la que prefieren negarse a sí mismos a buscar la felicidad o respuestas al amor verdadero de un modo más edificante.

Por si fuera poco, Deseo insiste en el doble juego moral —parejas entre amigos intercambiadas sin importar las razones ni las consecuencias— en el que se tolera, no ya elevar la categoría de juego sexual a categoría mundana, sino de promover esta solución de vida como único modelo competente de desarrollo personal, que termina por hundir en la miseria sentimental a sus protagonistas, más allá de lo que ellos ni imaginaban, a causa, además, de una prolongada retahíla de mentiras asumidas como verdades, presuntamente trufadas de misterio. De hecho, la demostración de llevar una vida ordenada, sin desajustes, coherente y recta, queda eclipsada por completo.

Todo ello, pues, es el resultado de una visión deformada de la realidad, que entronca con lo políticamente correcto, para no herir sensibilidades, y que se traduce en dar voz al individualismo feroz y progresista del que hacen gala las mujeres protagonistas, por un lado, y la idea definitiva en la que queda reducida la percepción sobre el hombre, ingenuo y simple por naturaleza, que se contenta con cualquier cosa porque carece de ambiciones: son los casos de los varones de este drama, y que, por razones que se ignoraran, el espectáculo se anuncia en clave de comedia.

En el apartado actoral, Belén López encarna con solvencia a Paula, lleva el peso del conflicto y se convierte en el personaje más completo de toda la historia. Le sigue Luis Merlo, camaleónico desde su entrada en el escenario, mantiene el buen nivel interpretativo al que nos tiene acostumbrados, con la dificultad añadida de que su personaje es el que afronta más registros. Tanto Emma Suárez como Gonzalo de Castro se interpretan a sí mismos, puesto que los roles asignados no contienen trazas suficientes para desarrollar un papel mejor.

Sea como fuere, el resultado definitivo es muy deficiente, a pesar del esfuerzo de los intérpretes, porque el texto es muy maniqueo, ramplón, sin aristas, seguramente sincero, pero muy ideológico —narrativamente resulta previsible y su final demasiado precipitado— y más indicado para su representación en teatros de temática especializada. De este modo, fracasa Del Arco en su debut de dramaturgo y fracasa el impulsor de Deseo, el productor Pedro Larrañaga, que animó al escritor a desempolvar un texto olvidado en un cajón desde 2004.

Deseo

★★☆☆☆

Dirección:

Calle Alcalá, 20

Metro:

Sol, Banco de España

OBRA FINALIZADA