Refugiado nicaragüense: «Nos vinimos porque a mi suegro le pegaron un balazo»

Refugiado nicaragüense: «Nos vinimos porque a mi suegro le pegaron un balazo»

La Iglesia propicia el contacto entre las ofertas de trabajo y vivienda del mundo rural con migrantes que quieran comenzar una nueva vida

Álvaro Real Arévalo
Familia Moreira-López, de Nicaragua, paseando en uno de los parques de Aguilar de Campoo (Palencia). Foto cedida por la familia Moreira-López.

Pablo Moreira, Arlyn López y su hijo Pablo Isai, de tan solo siete años, huyeron de Nicaragua y llegaron a España en 2022. «A mi suegro un francotirador le pegó un balazo en la cabeza», explica Pablo Moreira a Alfa y Omega. La familia de Arlyn tuvo que buscar refugio y los Moreira López los acogieron en su casa. Ahí comenzó su persecución política. «La policía y los paramilitares nos empezaron a amenazar y tuvimos que venirnos a España», añade el padre de familia. «Somos solicitantes de asilo político».

Al principio vivían en Madrid, en el barrio de La Elipa (Ciudad Lineal). Se acercaron a la que era su parroquia, San Emilio, y las voluntarias de Cáritas les explicaron la existencia de Proyecto Arraigo, para familias que quisieran trabajar en zonas rurales durante un largo periodo de tiempo. «Dijimos que sí, que estábamos dispuestos», relata Moreira que califica el proyecto como «maravilloso en todos los sentidos, para quien quiera seguir adelante y lo quiera aprovechar bien».

Se fueron a vivir a Aguilar de Campoo (Palencia) y allí, gracias al proyecto, Pablo encontró trabajo en la fábrica de Galletas Gullón. Les ayudaron para encontrar el alquiler del piso donde viven, les dieron ropa y alimentos. «Vamos a quedarnos tiempo aquí, por los menos diez años», afirma el nicaragüense, «hasta que mi hijo tenga que ir a la universidad». Se pone triste al relatar cómo es imposible volver ahora a Nicaragua, por la situación social y política que se está viviendo en su país.

Su voz cambia totalmente al hablar de su nuevo pueblo, de Aguilar de Campoo: «Está siendo maravilloso. ¡Estoy feliz! A mí me gusta, a mi esposa le gusta, a mi hijo le fascina. Salimos al río, a los parques y la gente es maravillosa». Solo tiene palabras de agradecimiento para sus compañeros de trabajo: «Me llevan en su coche, me traen. Son lindas personas».

La Mesa del Mundo Rural es una de las iniciativas con las que la Iglesia está trabajando para permitir una red que conecte a las empresas sociales o asociaciones que trabajan en la repoblación del mundo rural –Proyecto Arraigo y Pueblos con Futuro– con familias migrantes que quieren realizar su proyecto de vida en los pueblos.

«Son ya varias las experiencias de traslado entre diócesis de familias que vienen a enriquecer la vida de los pueblos y las parroquias, en Cuenca, Guadalajara, Palencia, Salamanca, Zaragoza y otras provincias donde llega la Mesa», afirma Xabier Gómez en la revista Migraciones, realizada con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado que se celebra este domingo, 24 de septiembre.

Este año, a este proyecto se ha unido la vida monástica, con la acogida (trabajo y vivienda) que el monasterio cisterciense de Dueñas (Palencia) ha ofrecido a una familia migrante.