Cuando deje de llover: Negra espalda del tiempo - Alfa y Omega

«A veces tengo esa sensación de que todos los ayeres laten bajo la tierra como si se resistieran a desaparecer del todo, el enorme cúmulo de lo conocido y desconocido, lo contado y lo silenciado, lo registrado y lo que nunca se supo o no tuvo testigos o fue ocultado, una masa ingente de palabras y acontecimientos, pasiones y crímenes e injusticias, de temores y risas y aspiraciones y ardores».

No encuentro mejor manera de adentrarme en el rico, complejo y absolutamente cautivador universo de Cuando deje de llover que a través de estas palabras de la novela de Javier Marías, Negra espalda del tiempo. Porque el dramaturgo australiano Andrew Bovell va tejiendo una fascinante historia en torno precisamente al peso del pasado, que paradójicamente nunca pasa, que siempre está ahí, latente, marcando nuestras vidas. O las vidas de esta saga familiar, compuesta por cuatro generaciones que se mueven entre Inglaterra y Australia y entre el año 1959 y el 2039.

Foto: Javier Naval

Una historia en la que, como en un complejo caleidoscopio en el que conviven pasado, presente y futuro, se sustituye la narración lineal por la circular, abandonando el orden cronológico para agrupar las escenas en torno a la huella emocional que van dejando en sus vidas ciertos momentos cruciales, que siguen pesando, reiterándose de generación en generación, envolviendo al espectador con continuos ritornelos, que nos van llevando desde la perplejidad y desconcierto inicial hasta una sincera y honda emoción en las escenas finales.

Y la propuesta de esta compañía (viene funcionando como tal, sin serlo formalmente, con el impulso de Jorge Muriel en la producción, selección y traducción de textos y de Julián Fuentes Reta en la dirección) se ajuste como un guante a la de obra Bovell, con una inteligentísima concepción del espacio escénico, que subraya en todo momento el carácter circular de la historia: cada objeto escénico, cada movimiento, cada gesto, tiene un sentido en función de la misma. Y a ello contribuye un plantel de actores en el que todos brillan a un altísimo nivel. Susi Sánchez está sublime.

Foto: Javier Naval

Y destaca la mirada con la que se nos pide que contemplemos a esos personajes frágiles, solos y destrozados por la incomunicación: una mirada de compasión hacia el ser humano. Y al igual que los miembros de esta familia tienen que bucear en su pasado para liberar su presente y su futuro, así los espectadores tenemos que ir descifrando ese puzle que son sus vidas para finalmente descubrir que estamos indagando en nuestro propio interior: un interior en el que cabe la vergüenza, la culpa, la ocultación, pero también un profundo deseo de liberación, de perdón, de vivir una vida que sea nuestra, libre de la frustración y el deseo ahogado.

Con momentos de profundo lirismo, de realismo descarnado, de imágenes oníricas y absurdas, la obra nos va llevando a interrogarnos sobre la posibilidad de cambio, de superación, con la esperanza puesta en ese día en que deje de llover. Pero para eso hay que pagar un precio: el precio de mirar sin miedo a nuestro pasado y a nuestro interior. Y sobre todo el de mirar al otro («odiar a alguien es beber veneno y esperar a que la otra persona muera por ello») para romper ese silencio que nos separa. Porque como se repite en la obra no tener nada que decir es tener tantas cosas que decir que no te atreves a empezar.

Cuando deje de llover

★★★★☆

Teatro:

Matadero Madrid. Naves del Español

Dirección:

Paseo de la Chopera, 14

Metro:

Legazpi

OBRA FINALIZADA