Corrupción - Alfa y Omega

Actualmente, en nuestra sociedad, las tentaciones de cansancio, de pesimismo y de desconfianza son grandes. De una forma especial, las continuas noticias de corrupción en la vida pública se suceden en los medios de comunicación, hasta el punto de generar la sensación de que nadie escapa a la tentación de enriquecerse ilícitamente. Incluso sobre el mismo deporte, se cierne la sospecha del engaño y del fraude… El clima de sospecha llega a ser tan generalizado que no es difícil escuchar este tipo de expresiones: Todos son iguales; Todos son unos corruptos; Todo el mundo tiene su precio

Digámoslo claramente: la corrupción en la vida pública es uno de los principales males morales de nuestros días, y se hace necesario arbitrar medidas de estricto control que puedan devolver la confianza a los ciudadanos. Pero dicho esto, debemos añadir que el clima generado por la corrupción puede acarrear en nosotros un segundo mal moral, frente al que debemos estar alerta: me refiero a una desconfianza generalizada, que nos lleve a aislarnos y ausentarnos de la vida pública y política. Una tentación posible ante la expansión de la corrupción, es que nos dejemos arrastrar por el escepticismo, e incluso por el cinismo.

Para no dejarnos arrastrar por los males que se derivan de la corrupción, a la fe en Jesucristo es importante añadir la virtud de la humildad. En efecto, todos tenemos que realizar un profundo examen de conciencia: El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No sería justo limitarnos a hablar de la corrupción en tercera persona del plural, como si los corruptos fuesen siempre los demás: ellos, los políticos, los ciclistas… Sinceramente, ¿somos nosotros honestos en nuestra relación con el dinero, a nuestro nivel y en nuestras circunstancias?

Como afirmaba el escritor ruso Dostoyevski: «Más allá de la moral y de la conciencia, sólo se encuentra el abismo de la locura». Y si abrimos los ojos, lo podemos comprobar en el día a día de nuestra relación con el prójimo: la recta conciencia es la mejor almohada; mientras que la conciencia errónea y falsa es, a medio plazo –cuando no a corto plazo–, fuente de sufrimientos y de desequilibrios… ¡Dejémosle a Dios hablarnos a través de la voz de nuestra conciencia!

De su homilía en la Fiesta de San Sebastián