¿Cómo sería un mundo sin parroquias? - Alfa y Omega

¿Cómo sería un mundo sin parroquias?

Necesitaba un sacerdote para oficiar el responso por un familiar fallecido. Marcó el número de su parroquia… y no hubo respuesta. Salió a la calle, caminó hasta el templo más cercano en busca de consuelo, pero la puerta estaba cerrada. Llamó a la centralita del hospital para avisar al capellán, pero no estaba… ¿Se imagina un mundo sin parroquias, sin confesiones, sin misas? Pues su sostenimiento depende también de usted, como recuerda el Día de la Iglesia Diocesana, que se celebra el domingo, 16 de noviembre

Rosa Cuervas-Mons
¿Se imagina la ciudad de Burgos -en la imagen- sin su catedral? ¿Y los pueblos, las ciudades, los barrios…, sin sus parroquias? Son mucho más que un edificio

María caminaba por la calle; no atravesaba su mejor momento y su cabeza llevaba días dando vueltas a una pregunta: ¿Por qué antes era feliz y ahora no? Su familia era la misma, tenía trabajo y seguía disfrutando con el estudio, su vida no había cambiado tanto. Había algo, sí, diferente. Años atrás, ella era creyente. Ahora no.

Continúa su paseo y, de repente, se encuentra con unas puertas abiertas. Son las de la parroquia de San Antonio del Retiro, en Madrid. Colgado en la pared hay un cartel con una foto de Juan Pablo II y una frase: No tengáis miedo. Entra y, por primera vez en muchos años, escucha una Misa. Vuelve días después, también a Misa. Y un día más. Es entonces, en su tercera visita, cuando el sacerdote se le acerca y comienza a hablar con ella. Fue el principio de su camino de vuelta. Y comenzó con unas puertas abiertas.

Sacerdotes, voluntarios, catequistas…, todos son Iglesia

Este testimonio real es sólo un ejemplo de lo que puede suponer una iglesia abierta en medio de una gran ciudad, o de un pequeño pueblo. Hay muchos otros ejemplos, menos especiales, más cotidianos, pero igual de importantes: encargar una Misa por un ser querido que ha fallecido, casarse, confesarse, comulgar, prepararse para la Confirmación, entrar a rezar, pedir ropa y comida o, simplemente, hablar con un sacerdote.

Como Fray Escoba

Sólo en el año 2012, los más de 19.000 sacerdotes que hay en España celebraron más de nueve millones de Misas, además de 268.000 bautizos, 245.000 Comuniones y 110.000 Confirmaciones. En total, 48 millones de horas dedicadas a servicios sacramentales y atención pastoral a disposición de todos los que la necesiten.

Si unimos a esta labor el trabajo de catequistas, religiosos y voluntarios, el coste de la atención pastoral sería, si hubiera de contratarse en el mercado, de 1.993 millones de euros. La Iglesia lo hace con un gasto total de 807 millones, o sea, 1.126 millones de euros menos. Todo un caso de éxito en productividad.

Pero, ¿qué significan esas frías cifras? Significan, por ejemplo, que los niños del barrio de Valdespartera, en Zaragoza, pueden prepararse para la Primera Comunión gracias a que, en la pequeña parroquia de San Ignacio Clemente Delgado, personas como Pablo y Elena dedican parte de su tiempo cada semana a darles catequesis. Padres de dos niños pequeños, Pablo y Elena son un matrimonio joven que decidió, hace ya dos años, ayudar a los demás y dar ejemplo a los que están fuera. «Que no sea predicar sólo con la palabra, sino demostrarlo también con hechos. Hacer ver que, aunque el tiempo de cada uno es limitado, se puede sacar una hora a la semana para hacer algo por los demás, por los niños, los ancianos, los enfermos…» Ellos hacen una catequesis solidaria, o dicho de otra forma, «si un día yo no puedo ir, va mi mujer y viceversa». En casa, se preparan juntos los temas, y luego es uno de ellos el que lo expone a los niños de catequesis.

Cuenta el sacerdote don Rubén Ruiz, párroco de San Ignacio, que su parroquia nació de cero en un barrio nuevo y con mucha gente joven. Poco a poco, han ido creando, explica, un ambiente de familia entre las personas que más colaboran y participan en la vida del templo. Se preocupan unos de otros, se reúnen para comer o merendar, e incluso, para jugar un partidillo de frontón, como el que interrumpió la llamada de Alfa y Omega. «¿Nuestra parroquia como ejemplo de actividad y de vida de comunidad? ¡Qué ilusión! Esto nos anima a seguir trabajando», decía un sorprendido párroco. «Doy muchas gracias a Dios porque ha puesto a gente muy joven y con muchas ganas de hacer cosas», explicaba luego, para referirse al grupo nuclear de parroquianos que se desvive por que la de San Ignacio sea la parroquia de todos. Colaboran con la Hermandad de Donantes de Sangre, dejan en los buzones información sobre las actividades del templo y, sobre todo, reciben a quien entra en la iglesia con el mismo cariño con que querrían ser recibidos ellos. «Que todos se vayan con sensación de acogida, sean de la creencia que sean», dice Rubén Ruiz.

A su lado está Fidencio González, un pilar fundamental de la parroquia, que participa en el grupo de oración, colabora en el coro y forma parte del equipo de limpieza, encargado de tener la parroquia a punto y de mantener las albas, casullas y los paños del altar limpios y preparados para su uso. «Desde que leí San Martín de Porres, Fray Escoba, quise participar en el grupo de limpieza. Cuanto más humilde, mejor», dice a Alfa y Omega este jubilado que, de joven, estuvo en el seminario y ahora dedica su tiempo libre a la parroquia y su familia.

Formas de ayudar, hay tantas como ideas. Grupos de scouts, voluntariado con enfermos, asistencia en las labores pastorales, visitar a los enfermos, repartir bocadillos entre los necesitados del barrio, ayudar a Cáritas y Manos Unidas…, o ser el enlace de la parroquia entre los vecinos. Esta red de enlaces es la última actividad que ha puesto en marcha la parroquia de San Juan Crisóstomo, en Madrid. Con la intención de hacer llegar a Dios a los más alejados, y hacerse presente entre todos los vecinos del barrio, esta parroquia puso en marcha, el pasado curso escolar, el reto de tener un delegado de la parroquia en cada portal. Sus tareas: rezar de manera especial por la comunidad de vecinos, ser ejemplo de conducta y de buen trato, y avisar a la parroquia si hay algún vecino enfermo al que se pueda visitar o ir a llevar la Comunión. La idea, que ya se está aplicando también en otras parroquias, va calando poco a poco entre la comunidad.

Casi cien cárceles

De los portales viajamos a las cárceles y centros penitenciarios. Sólo en 2012, 192 capellanes y más de 2.500 voluntarios fueron fuente de esperanza y consuelo para 68.597 reclusos de 81 centros penitenciarios. Una labor de ayuda posible gracias a las 488 parroquias que colaboran en la pastoral penitenciaria con formación, acompañamiento a reclusos enfermos y a sus familias, oración y formación cristiana…

De éstas y otras actividades trata la fiesta que la Iglesia celebra el próximo 16 de noviembre. El Día de la Iglesia Diocesana es el momento para prestar particular atención a la parroquia como comunidad, como familia. «Igual que muchas familias, padres, hijos, abuelos, se reúnen los domingos para comer y lo viven con alegría, también la familia de los hijos de Dios nos reunimos el domingo en la Eucaristía», recuerda la campaña de Por Tantos, el programa para el sostenimiento económico de la Iglesia. Al invitarnos a celebrar ese Día de la Iglesia Diocesana, Por Tantos subraya «la alegría y el gozo que supone poder ir a Misa. (…) En el Día de la Iglesia Diocesana celebramos que vivimos nuestra fe en una parroquia concreta, en una diócesis determinada con otros cristianos de todas las edades, y con los sacerdotes y religiosos».

Por eso, por la importancia de la parroquia en la vida de cada católico, la Iglesia llama a los fieles a «dar gratis lo que han recibido gratis. ¿Necesitará mi parroquia algo de mí? ¿Necesitará catequistas? ¿Necesitará mis conocimientos profesionales como voluntario? ¿Necesitará que sea generoso con mi dinero?» El lema, tan sencillo como real: Porque participar en tu parroquia es hacer una declaración de principios.