Cobo pide al inicio de la Cuaresma «dejar que la ceniza se grabe en lo oculto de nuestra vida» - Alfa y Omega

Cobo pide al inicio de la Cuaresma «dejar que la ceniza se grabe en lo oculto de nuestra vida»

El cardenal arzobispo de Madrid preside en la catedral de la Almudena el Miércoles de Ceniza. «Para ir con Cristo es necesario enterrarse, y si no nos enterramos no nos hemos enterado», ha señalado

Sara de la Torre
El cardenal Cobo durante la celebración del Miércoles de Ceniza. Foto: Archimadrid / Álex Giménez

«Volver a iniciar un camino cuaresmal tiene que ser ilusionante. Haremos nuestra la Cuaresma y sentiremos su oportunidad si descubrimos lo que nos ofrece: la conversión entendida como renovación». Con estas palabras comenzó el Miércoles de Ceniza en la catedral de la Almudena su homilía el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Dijo también que en este tiempo «algo distinto tiene que despertar en nosotros», porque «la conversión es dejarnos mirar con una mirada que enamore, esa que Cristo tiene permanentemente por cada uno de nosotros».

Este cambiar «de rumbo en la vida es crecer, no en clave de desarrollarse para ir a más, sino madurar y despojarse de cargas y prioridades diversas en cada momento de la vida». Por eso, conversión «es despojarse de los fondos reservados que todos tenemos en el fondo de la vida, de esas pesas que se esconden siempre y que nos acompañan en muchos momentos», dijo Cobo.

La ceniza «nos hace caer en la cuenta del tiempo que tenemos y vivimos. Tirar la toalla o grabarse ceniza: esa es la opción. No se trata de hacer cosas solamente: es dejar que la ceniza se grabe en lo oculto de nuestra vida», destacó el arzobispo de Madrid, para quien lo esencial en este tiempo es «ponerse ante Dios en lo escondido y en la honradez».

De esta forma, recordó que en Cuaresma «nace la sinceridad» de intentar responder a ciertas preguntas fundamentales: «¿Estoy viviendo la vida que quiero vivir? ¿Me relaciono conmigo mismo con la valoración que Dios me tiene? ¿Qué se llevan los demás que forman parte de mi vida? ¿Qué se llevan: alegría, o frustración y queja permanentes?». Para responderlas, señaló que «la conversión profunda nace de la convicción de que podemos vivir lo de siempre, pero desde otras perspectivas. La realidad externa no la podemos cambiar, pero nuestra forma de acogerla sí».

No ser dioses

La Cuaresma se convierte así en el tiempo «de descubrir las incertezas y las mentiras, y de abrirnos a vivir cada vez más en la libertad que nos hace libres». Es toda «una provocación gravarse la ceniza confesando que somos mediocres, pero así invocamos la misericordia de Dios», dijo.

En un mundo que olvida a Dios, «nosotros queremos poner a Dios en su lugar y comprometernos a no ser dioses», interpeló. En este punto, la ceniza abre los ojos ante «tanta violencia personal y tanta omisión y descarte de los más pobres». Y lo hacemos sabiendo que «estamos manchados allí donde fuimos ungidos en el Bautismo, porque con el tiempo nuestra unción se ha ido manchando y borrando con cenizas y restos de demasiados olvidos y pecados», reconoció.

No obstante, la Cuaresma también supone un remedio «porque es Jesús quien nos rescata. Él va por delante y nos convoca a la Pascua. Ahí nos lleva a preguntarnos a dónde quiere que vayamos, no a dónde queremos ir». Así, José Cobo pidió no olvidar que «para ir con Cristo es necesario enterrarse, y si no nos enterramos no nos hemos enterado. La semilla tiene que estar debajo de tierra».

Romper las cadenas

Así, este es un tiempo favorable «para reavivar nuestras relaciones con Dios y romper las cadenas del individualismo. Entonces redescubriremos, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volveremos a aprender a amarlo como hermano o hermana».

Los medios que nos ofrece el Evangelio —el ayuno, la oración y la limosna— tienen como objetivo «activar de forma renovada esas dimensiones que nos configuran», dijo el cardenal, recordando que el ayuno nos recuerda «esa bendita sensación de tener hambre y sed, de sabernos incompletos, limitados». Por otro lado, la oración incide «en el escuchar permanentemente que tenemos un Dios que es Padre, que nos ama con amor eterno, que nos ha creado y nos conserva la vida».

Por último, el arzobispo de Madrid destacó que la limosna «nos activa la mente, nuestra capacidad de comprensión de que somos esencialmente relacionales, que no somos sin los demás». Concluyó afirmando que «un año más se nos ofrece un tremendo regalo: el de encontrar la novedad de lo que Dios sueña que vivamos».