«Cuaresma es detenerse en oración y ante el hermano herido» - Alfa y Omega

«Cuaresma es detenerse en oración y ante el hermano herido»

Pararnos «ante la presencia de Dios en la carne del prójimo» es el centro del mensaje del Papa para la Cuaresma de este año, en la que propone «decisiones comunitarias» sobre «nuestros estilos de vida»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El Papa Francisco durante el lavatorio de pies el último Jueves Santo en la cárcel de menores de Roma
El Papa Francisco durante el lavatorio de pies el último Jueves Santo en la cárcel de menores de Roma. Foto CNS.

«Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad», afirma el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2024, hecho público este jueves. Es un texto plagado de referencias a la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, en el que el Santo Padre se detiene en las diez palabras que Dios le reveló en su camino hacia la libertad: «Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del amor con el que Dios educa a su pueblo». Esta llamada a la libertad es «vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino», afirma el Santo Padre. «Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar».

En este sentido, la Cuaresma que empieza el próximo 14 de febrero, Miércoles de Ceniza, «es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser el lugar del primer amor», el momento en el que «Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida». No se trata de «un camino abstracto», puntualiza el Papa, para quien el primer paso hacia «una Cuaresma concreta» es «querer ver la realidad».

También el Señor es «un Dios que ve y sobre todo escucha», en referencia a los sufrimientos de Israel bajo el poder del faraón. Del mismo modo, «hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos», por lo que el Papa nos interpela: «¿Nos llega también a nosotros ese grito? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?». Como respuesta a esta pregunta, lamenta que «muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen».

Por todo ello, «el camino cuaresmal será concreto si confesamos que seguimos bajo el dominio del faraón, un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles», afirma. Lo compara «con el modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas».

Israel no pidió libertad

El Papa se detiene también en el detalle de que «es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide». Por eso pregunta de nuevo: «¿Deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza». Se trata de «un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios». Esta carencia «nos impide avanzar» pues «de otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos».

Por eso la Cuaresma «es tiempo de conversión y tiempo de libertad». Un periodo en el que descubrir «las mentiras del enemigo», como «sentirnos omnipotentes y reconocidos por todos» o «apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas». Son todos engaños que «en lugar de impulsarnos, nos paralizan».

«Es tiempo de actuar —abunda el Pontífice—, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido». Se trata de dos caras de un único amor que consiste en «detenerse ante la presencia de Dios en la carne del prójimo». «Fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan», exhorta Francisco, para que entonces «el corazón atrofiado y aislado se despierte».

Decisiones comunitarias

El mensaje hace referencia también a la forma sinodal de la Iglesia «que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando». La sinodalidad sugiere que la Cuaresma «sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados».

En esta línea, el Papa invita a todas las comunidades cristianas «a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo». En efecto, «ese amor que hace nuevas todas las cosas empieza por las más pequeñas y cercanas».