Carta del padre Bergoglio - Alfa y Omega

Carta del padre Bergoglio

José Antonio Méndez
El joven padre Bergoglio, con su familia

El Archivo Salesiano de Buenos Aires ha facilitado a L’Osservatore Romano una carta mecanografiada y firmada, en 1990, por el entonces sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio. La misiva rinde homenaje a otro sacerdote, el padre Pozzoli, amigo de la familia y que influyó en el nacimiento y acompañamiento de la vocación del joven Bergoglio. Además, relata numerosos detalles de la vida del Pontífice. El diario de la Santa Sede lo publicó en las vísperas de Navidad, porque, entre otras cosas, el 25 de diciembre el Santo Padre celebró el 77 aniversario de su bautismo.

En el texto, el Papa habla de su familia en términos como éstos: «Papá llegó de Italia el 25 de enero de 1929. Era piamontés (nacido en Asti) y había vivido en Turín la mayor parte del tiempo. (…) Llegaron en el Giulio Césare, pero debían haber viajado en una travesía anterior: con el Principessa Maffalda, que se fue a pique. ¡No se imagina cuántas veces di las gracias a la Divina Providencia!». También relata que «la abuela, doña Posa Margarita Vasallo de Bergoglio (la mujer que tuvo mayor influjo en mi vida) trabajaba en la naciente Acción Católica: daba conferencias por todas partes. (…) Parece que mi abuela decía cosas que no caían bien a la política de entonces… Una vez le clausuraron el salón donde debía hablar, y entonces lo hizo en la calle, subida arriba de una mesa. (…) No creo que la situación política haya sido el detonante para la migración a la Argentina (tampoco tuvo que tomar aceite de ricino). Un hermano de mi abuelo estaba radicado en Paraná y le iba bien con la empresa. Vinieron a sumarse a esa empresa pavimentadora de familia, en la que trabajaban 4 de los 5 varones Bergoglio. Papá era único hijo y pasó a trabajar como contador». La carta también explica las dificultades a las que tuvo que hacer frente su familia, y cómo la figura del sacerdote fue determinante para los Bergoglio: «Vino la recesión económica. El Presidente de la empresa, hermano de mi abuelo, (…) enferma de leucemia y linfosarcoma (…) y muere. Ambas cosas fundieron la empresa. Tuvieron que vender todo; (…) y mis abuelos y papá quedaron en la calle. Fue el padre Pozzoli quien les facilitó un préstamo de 2.000 pesos, con los cuales mis abuelos compraron un almacén en el barrio de Flores, y papá -que había sido Raggionere en la Banca de Italia y contador de la empresa- hacía el reparto con la canasta». Y destaca: «En febrero de 1948, mamá había tenido su último parto y había quedado seriamente postrada como consecuencia. Hubo que ponernos internos a los 3 mayores».

Me voltearon del caballo

Aunque en otras ocasiones el Papa ya ha hablado de su vocación, la carta relata pormenores hasta ahora desconocidos: «El 21 de septiembre de 1954 me voltearon del caballo. Conocí al padre Carlos B. Duarte Ibarra, en Flores (mi parroquia), me confesé con él de chiripa… y allí -sin estar yo en el telonio como el santo del día- me esperaba el Señor, miserando et eligendo. Allí no tuve dudas de que debía ser sacerdote. La vocación la había sentido por primera vez en Ramos Mejía, durante mi sexto grado, y la hablé con el famoso pescador de vocaciones, el padre Martínez, salesiano. Pero luego comencé el secundario, y ¡¡chau!!. Estudiaba química en el Industrial y solía pasar largas temporadas (sobre todo en verano) en casa de mis abuelos maternos. (…) No dije nada en casa hasta noviembre de 1955: ese año terminaba el Industrial (eran 6 años) y me recibía de técnico químico. En casa no ven la cosa. Eran católicos prácticos…, pero preferían que esperara algunos años, estudiando en la universidad. Como yo veía en qué iba a terminar el conflicto, lo fui a ver al padre Pozzoli y le conté todo. Examinó mi vocación. Me dijo que rezara, y lo dejara en manos de Dios. Me dio la bendición de María Auxiliadora». El entonces padre Bergoglio, al que en octubre de 1990 aún le faltaban dos años para ser ordenado obispo, explica detalles de la enfermedad que le ha obligado a vivir con sólo un pulmón: «Entré en el seminario en 1956. En agosto de 1957 me agarra una pulmonía. Estoy a las puertas de la muerte. Luego me operan del pulmón. El padre Pozzoli me visita en la enfermedad. Durante el segundo año de seminario, había madurado la vocación religiosa. De tal modo que, una vez curado, en noviembre, ya no vuelvo al seminario y pretendo entrar en la Compañía. Hablo el asunto con él, examina la vocación y da vía libre. Son frecuentes mis visitas al padre Pozzoli y al camarín de María Auxiliadora». Antes de despedirse, el hoy Santo Padre hace algo que ha recomendado desde la cátedra de Pedro: dar las gracias: «Uno comienza a aceptar que la vida le pase la cuenta, es decir, le vaya señalando las personas que lo ayudaron a vivir, a crecer, a ser cristiano, sacerdote, religioso… Y, al reconocer el bien que me han hecho tantas personas, voy gustando cada día más el gozo de ser agradecido».