El eslogan de este año para la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico —La gloria de Dios es la vida del hombre: ¡Cuídala al volante!— nos recuerda, una vez más, a los creyentes que la vida del hombre, como don que es de Dios, es sagrada. Así se pone de relieve a lo largo de toda la Sagrada Escritura.
Es en el Nuevo Testamento donde resplandece toda la grandeza y dignidad del hombre. Dios se ha hecho hombre para hacer al hombre hijo de Dios; ha venido a compartir con nosotros la vida terrenal, para que nosotros compartamos con Él la vida celestial.
Este carácter sagrado del hombre y de la vida humana ha sido reconocido y defendido siempre por la Iglesia. Sería bueno que lo recordáramos en toda ocasión, y de manera especial cuando nos ponemos al volante, para que, atentos y vigilantes, no pongamos nunca en peligro ni la vida propia ni la ajena.
Hagamos, por el contrario, realidad lo que nos dice el Papa: «El Señor siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres, en los que Él se refleja».
Nuestra Iglesia está embarcada en el compromiso de la nueva evangelización, para que el Evangelio llegue a los que todavía no conocen a Cristo, y para que penetre en profundidad en el corazón de todos los bautizados. El Evangelio, acogido y vivido, es capaz de hacer de nosotros hombres nuevos.
En los próximos días, se van a multiplicar los vehículos en nuestras carreteras, con motivo de los desplazamientos veraniegos. Deseamos que, también en las carreteras, en los vehículos y, sobre todo, en el corazón de los conductores, resplandezca la fuerza renovadora del Evangelio.
Nuestras carreteras han de ser caminos de encuentro, de vida, de desarrollo; nunca vías de muerte.
Que no sea el temor a la multa, sino el amor a la vida propia y a la de los demás, en que se refleja la gloria de Dios, lo que nos impulse a una conducción responsable y respetuosa con las normas.
Del Mensaje para la Jornada de Responsabilidad