Así recreó Delibes su Valladolid natal para su novela El hereje - Alfa y Omega

Así recreó Delibes su Valladolid natal para su novela El hereje

Más de tres años de trabajo documental necesitó Miguel Delibes para escribir su último libro, en el que resume grandes temas como la libertad de conciencia, y que todavía hoy nos lleva a la reflexión

Begoña Aragoneses
Miguel Delibes escribe junto a un ejemplar de El hereje. Foto: ABC.

«Asentada entre los ríos Pisuerga y Esgueva, la Valladolid del segundo tercio del siglo XVI era una villa de veintiocho mil habitantes, ciudad de servicios a la que la Real Chancillería y la nobleza, siempre atenta a los coqueteos de la Corte, le prestaban un evidente relieve social». Es el comienzo del libro primero de El hereje, y a partir de aquí, la pluma de Miguel Delibes llevará al lector a recorrer de arriba a abajo la Valladolid de entonces de la mano de Cipriano Salcedo, en quien muchos han visto un espejo del propio autor. La maestría del escritor vallisoletano, profuso en la descripción de enclaves, situaciones y personajes, hace que la lectura de su última novela sea un paseo detenido por las intrincadas calles de esa ciudad que lo vio nacer en 1920 y lo vio morir 89 años después, y por las vidas de cuantos personajes asoman a sus páginas. Muchos, reales, como Agustín y Pedro Cazalla y su madre, Leonor de Vivero, iniciadores del foco luterano de Valladolid; otros, ficticios: el propio Salcedo, protagonista de la historia, su esposa… Ahora que se cumplen los 25 años de la publicación de la última novela de Delibes, la Fundación Miguel Delibes ha impulsado la exposición El fuego de la conciencia, desde el 17 de octubre en la sede del Parlamento de Castilla y León, en Valladolid.

Detalle del grabado de Valladolid en 1574 de G. Braun y F. Hohenbergius, perteneciente a la obra Civitates orbis terrarum. Foto: UBHD.

El historiador Mario Crespo, su comisario, da las claves de una novela que es el «testamento literario» del escritor, «el resumen de sus grandes temas, un gran homenaje a la libertad de conciencia, a Valladolid; una novela que nos lleva, todavía hoy, a la reflexión». Es, además, la publicación que le supuso más trabajo. Recuerda Crespo que Delibes había renunciado a seguir escribiendo en 1994, cuando recibió el Cervantes, y resulta que, pasados los 70, «se mete con este novelón» porque cayó en sus manos Historia de los heterodoxos españoles y «se enamora del estilo de Menéndez Pelayo». También de lo que cuenta, de esas personas que buscaron «otras vías a lo ritualizado», con «dudas razonables». Delibes empezó a estudiarlo, a contactar con autoridades en religiosidad de la época y a leer todo aquello que aludía a entonces. Le llevó tres años documentarse hasta en los más mínimos detalles. Como la vestimenta, pródigamente descrita en muchas de sus páginas. «Cipriano Salcedo se resumió en sí mismo ataviado con un coleto sin mangas, negro, a la moda, y un cuello tan alto que le cubría medio pescuezo, por encima del cual asomaba el borde rizado del cabezón de la camisa». Para ello, se empapó de los libros de Carmen Bernis, «máxima autoridad en indumentaria de los siglos XVI y XVII», investigó cómo eran las calles, qué comían las gentes…

«Tenía muy claro el personaje lleno de dudas», pero otros detalles de la novela los fue modificando según avanzaba en sus investigaciones, como «los recorridos del conventículo» que reunía a los «nuevos cristianos». Hay una cosa, sin embargo, en la que Delibes rompe, algo «valiente en un escritor: no intenta imitar el lenguaje de la época, sino que usa el castellano de Valladolid del siglo XX», el que él conocía. Recorrió Delibes también pueblos, y uno de ellos fue Pedrosa del Rey, donde Salcedo conoce a su párroco, Pedro Cazalla, durante las visitas a sus tierras. «Realmente, Delibes estaba entusiasmado», concluye el comisario.

Una Iglesia desconcertada

«Yo nacía en Valladolid al mismo tiempo que Lutero estaba fijando su tesis en la iglesia del castillo de Wittenberg», le cuenta en una de sus distendidas charlas Salcedo a Vivero. «El 31 de octubre de 1517 exactamente». La concreción histórica de El hereje queda reflejada en El fuego de la conciencia, que se podrá visitar en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León, en Valladolid, con alrededor de 150 piezas que aluden a la época que recrea el libro. Tal es el caso de la Virgen de la mosca, de la colegiata de Toro, que aparece en la novela junto a otras 90 localizaciones de toda España. ¿Por qué eligió Delibes aquella época? «Es un tiempo de cambios políticos, económicos —«sin advertirlo, Salcedo empezaba a caminar por la senda de un incipiente capitalismo»—, con la extensión del Renacimiento —«sobre el lecho, un crucifijo encargado ex profeso a don Alonso de Berruguete», describe Delibes el dormitorio de Salcedo y su esposa—». Junto a esto, la Iglesia también está desconcertada, en «una tensión muy interesante» que acaba en los autos de fe de 1559 que tan detalladamente se recogen en la tercera parte del libro.