Arcadio Díaz Tejera: «Un muelle no es un almacén de seres humanos»
El juez de control del Centro de Internamiento de Extranjeros de Barranco Seco en Las Palmas analiza el aumento de llegadas de migrantes a Canarias y la situación del CIE
¿Por qué se han multiplicado las llegadas de migrantes a Canarias?
Los repuntes obedecen al estado de la mar, a la presión migratoria y a que los traficantes de seres humanos ven que las otras rutas están más selladas en frontera. La presión migratoria existe, en el caso de los subsaharianos, porque sufren pandemias, desertización, guerras, conflictos étnicos y religiosos… Con los magrebíes se da el juego habitual entre vecinos. En algunas cosas son aliados leales, y cuando quieren conseguir cosas o se negocia un acuerdo, fomentan más o menos salidas.
Hace unos días conocimos la muerte de 140 migrantes. Una tragedia más…
Lo que más me impresiona es la inexistencia de eco alguno. Da la sensación de que la población está aturdida con el miedo a la pandemia, con la angustia por la salud, con el terror al futuro. En esta situación, hay gente que exalta el odio. Muchos compran el relato de que los migrantes nos traen el bicho, nos quitan las viviendas, las pensiones, el trabajo… cuando es falso. Pero va calando en la gente.
Da la impresión de que la mala gestión de esta situación puede generar mayor rechazo entre la población, ¿no?
Claro. Solo el 1 % de los migrantes vienen en pateras y cayucos. El 99 % entran por puertos y aeropuertos, pero la gente no los ve. Desde el 28 de agosto de 1994, cuando llegó la primera patera, han entrado en Canarias por esta vía un total de 110.000 personas. Al año, recibimos entre 14 y 16 millones de turistas. Así que 110.000 en 26 años no es nada. El problema es que solo se ve la llegada de pateras y cayucos, y a la gente le entra la ansiedad y el miedo.
¿Hay un problema con la acogida? En el muelle de Arguineguín siguen durmiendo migrantes.
Algunos hemos estado peleando para conseguir el desalojo del muelle y redes estables de acogida. El 22 de octubre hice una visita de inspección y allí estaban 1.575 personas, de las que 500 dormían al aire libre. Ahora mismo siguen unas 600, que quieren alojar en una zona militar cerca del CIE de Barranco Seco. Mientras la acondicionan, seguirán usando el muelle. No es solo que haya ratas, que estén a la intemperie o que se alimenten de bocadillos, es que un muelle es para atracar barcos, no es un almacén de seres humanos. Por eso he calificado la situación de inhumana.
Son varios los alcaldes que se han negado a ceder espacios y en algunos lugares quienes se han manifestado han sido los propios vecinos. ¿Qué hacer?
Pedagogía pública. Explicar las cosas, pero somos muchos los que tendríamos que hacerlo y no unos pocos.
¿Habrá alguna solución?
Los gobernantes van cambiando, pero nadie se plantea que la ubicación geográfica de Canarias no va a cambiar y que el fenómeno de la migración nos va a acompañar toda la vida. Y, por lo tanto, habrá momentos más o menos intensos y deberemos tener una red de establecimientos estables para estas personas.
¿Tiene sentido tener un CIE abierto en plena pandemia?
No. Yo cerré Barranco Seco en marzo porque, aunque todos eran negativos por COVID-19, empezaron a contagiarse. Y fuimos nosotros, los blancos, los que los contagiamos cuando iban los policías, el juez, la fiscal, los de mantenimiento y cocina… Una vez desalojado, fui por los recursos sociales donde estaban las personas que habían pasado por el CIE para ver cómo estaban y atendía a otros. Les dio una cierta seguridad y garantía que una instancia externa se preocupase de ellos. Los subsaharianos, en general, son gente noble, pero, todo hay que decirlo, tuve que ir a una residencia con la Guardia Civil porque algún marroquí tenía problemas y comportamientos agresivos con las mujeres de Cruz Roja. Les eché la bronca y les dije que o cambiaban o saldrían en el primer avión a Marruecos. Fue mano de santo. En general, hay una actitud respetuosa y cariñosa, pero con algunos hay que tener una actitud muy firme a la hora de precisar que sus comportamientos tienen que adecuarse a respetar unas reglas.
El 23 de septiembre se reactivaron y usted ya ha tomado medidas, ¿no?
Tras la entrada de 42 migrantes el 25 de septiembre, establecí que se mantuviera como máximo esa cifra –el aforo es de 112–, porque, si lo volvíamos a llenar, habría hacinamiento y contagios. En ese auto dispuse además que, apenas haya un positivo, se cierre.
De esos primeros internados, 29 eran malienses y, por la situación en su país, susceptibles de protección.
En Malí hay una guerra y no puede ser que ninguno de ellos pidiese protección. Yo mismo les expliqué la ley de asilo, lo que es la protección internacional, los plazos… Los 29 de Malí la solicitaron y, por ahora, 28 están fuera del CIE. Solo queda uno, a la espera del resultado que confirme si es o no menor de edad. Todo esto hay que hacerlo antes de que entren en el CIE. Los propios chicos me dijeron que nadie se lo había explicado. Por eso me reuní con el decano del Colegio de Abogados, con los abogados que habían atendido a esos 42 y con los jueces de instrucción para decirles que los migrantes tienen derecho a una conversación privada con intérprete y a que se les explique que tienen derecho a pedir protección internacional.
¿Tiene sentido mantener este sistema cuando lo que pasan por él son una mínima parte de todos los migrantes que llegan?
Es una ínfima parte. Por ejemplo, los 1.500 migrantes que estaban en el muelle de Arguineguín no pasarán por el CIE. La ley prevé los CIE como última opción. Antes hay un abanico amplio de posibilidades. El argumento que se usa es que así los tenemos localizados para expulsarlos si conseguimos avión y el país de origen lo acepta. Pero hay formas más baratas para tenerlos localizados sin privarlos de libertad.
¿Es un CIE como una cárcel?
Es una cárcel. En el caso de Gran Canaria era una antigua prisión, con el modelo de la dictadura, esto es, con patios y zonas comunes reducidas y sin espacios para la formación, la orientación y la reinserción. El reglamento de régimen de los CIE prevé que se proporcione asistencia jurídica, social y cultural y en la práctica no se presta. Aquí, en Barranco Seco, se ofrece la social, pero las otras dos, no.
Están peor, entonces…
Efectivamente. En la cárcel de Salto del Negro, en Las Palmas, hay 140 voluntarios que hacen labores de rehabilitación, reinserción, formación, actividades culturales… En el CIE no hay nadie, solo unas trabajadoras sociales.
¿Están haciendo los jueces el trabajo del Gobierno en los CIE: limitación de aforo, cierres, mejora de condiciones…?
Hay cosas que no son asuntos del juez, pero si este es un servidor público y quiere garantizar los derechos de cualquier ser humano que esté en España, intenta solucionar problemas.
Y una última cuestión, ¿cómo valora la labor de la Iglesia en este campo?
Soy agnóstico y, con toda franqueza, no sé si es la Iglesia. Sí sé que como juez he trabajado con gente de la pastoral penitenciaria como los sacerdotes Agapito o Dionisio y la monja sor Eva García. Ahora está Antonio Viera [el capellán del CIE], con el que hablo con mucha frecuencia y traspaso información. Lo que define a un ser humano, independientemente de su orientación religiosa, es su práctica. Si esta es la de ayudar a los seres humanos, yo estoy con ellos. Y estas personas de las hablo son gente con la que iría al fin del mundo.
Díaz Tejera cuenta con una amplia trayectoria en el servicio público, tanto en el campo de la magistratura como en el de la política. Fue senador del PSOE, defensor del Pueblo Canario y representó a España en el Consejo de Europa. Desde hace poco más de un año, es el titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas de Gran Canaria.
Está muy comprometido con su trabajo en el control del CIE. De hecho, en el tiempo que lleva encargándose de esta cuestión ya ha conseguido varias mejoras para los internos, entre ellas, la comida o las condiciones de higiene.
Otras las va solventando con la solidaridad de muchas personas. Él mismo recoge cada semana, cuando está de guardia, paquetes de ropa y otros productos que luego entrega en los CIE de Las Palmas o Tenerife o lleva a una pequeña ONG.