Reyes católicos por el bien de España
Reyes Católicos no sólo lo fueron Isabel y Fernando. El título católico ha estado unido a la Corona española de generación en generación a lo largo de los siglos, señalando la especial vinculación de la monarquía española y la fe católica como elemento unificador de los pueblos de España y como vector de una identidad nacional común
«Es peculiar de los reyes de España luchar por la fe»: los motivos por los que el Papa Alejandro VI concedió a Isabel y Fernando el título de Reyes Católicos siguen vivos hasta hoy. De hecho, desde aquel 19 de diciembre de 1496 en que el Papa Alejandro VI firmó la Bula Si convenit, todos los reyes de España han llevado ese mismo título a lo largo de los siglos, hasta el día de hoy.
«La monarquía española ha sido católica siempre», afirma el historiador don Luis Suárez, que explica:
«La monarquía en España se ordena prácticamente en el siglo XIII y XIV, con reyes como Pedro IV y Alfonso XI, y se define a sí misma como confesionalmente católica: el poder del rey es absoluto, no hay poder superior, pero está sometido a las leyes morales de la Iglesia. Eso es lo que de manera oficial se establece con los Reyes Católicos».
De hecho, la primera razón que motivó el título concedido a los Reyes Católicos fue la reunión «casi en un solo cuerpo de los reinos españoles»; una concesión que fue «aviso y ejemplo de los príncipes cristianos, porque vuestras fuerzas y vuestras armas no las habéis empleado en la ruina y matanza de otros cristianos, por ambición de tierras y de dominio, sino en la prosperidad de los cristianos y en defensa de la Iglesia y de la fe», decía la Bula papal.
Desde entonces, tanto los Austrias como los Borbones «han continuado con esa vinculación que supone la defensa de la fe católica -según don Luis Suárez-. Y esa trabazón entre nación, monarquía y fe se fue manteniendo con el paso del tiempo. Por ejemplo, cuando se aprueba la Constitución de Cádiz en 1812, el primer artículo recoge la confesionalidad del Estado».
El padre benedictino Santiago Cantera, autor de Hispania-Spania. El nacimiento de España (ed. Actas), abunda en el origen religioso de la nación y de la monarquía españolas: «Desde la época visigótica, con la conversión de Recaredo y el III Concilio de Toledo, en el año 589, la monarquía quedó vinculada a la fe católica como dos elementos constitutivos del ser de España. Más adelante, con el avance de la Reconquista, todos los reinos y monarquías fueron reinos cristianos, algo que quedaba reflejado en las ceremonias de coronación y proclamación de los reyes, con un gran contenido religioso. Desde sus orígenes, la monarquía española ha estado inseparablemente unida a la fe católica. Y todavía más cerca en el tiempo, cuando España se rebeló contra los franceses en la Guerra de la Independencia, se hizo por la religión y por el rey».
De hecho, se puede decir que España nunca ha sido más España que cuando ha sido monárquica y católica. «Sobre todo, cuando ha sido católica -apostilla el padre Cantera-. A lo largo de los siglos, se ha consolidado la vinculación de nuestra identidad nacional con la fe católica. Tenía razón Menéndez y Pelayo cuando afirmaba que ha sido la fe común lo que ha unido a los pueblos de España».
Autonomía, no ruptura
El innegable empuje de la secularización ha erosionado, sin duda, las instituciones básicas de la sociedad, pero debilitar los lazos entre monarquía y fe tendría consecuencias, según el padre Cantera: «Si esto sucediera, la monarquía española podría perder su sentido, porque perdería una de sus características fundamentales, su vinculación con la fe católica». Por otro lado, es necesario entender bien la separación entre Iglesia y Estado -argumento que se suele esgrimir para que la Corona pierda su sentido de catolicidad-. Así, el padre Cantera aclara que «no se trata de una separación absoluta, sino de una colaboración entre dos esferas distintas. El mismo Concilio Vaticano II afirma la necesidad de la colaboración entre estos ámbitos. La separación Iglesia-Estado supone una autonomía legítima, no una ruptura».
Por eso, ante los intentos de ruptura con nuestra historia y con la tradición, y de ruptura entre españoles, no está de más mirar al pasado para construir el presente y el futuro; para, en definitiva, reconocer quiénes somos.