Gracias, valientes periodistas, por dignificar la profesión - Alfa y Omega

Gracias, valientes periodistas, por dignificar la profesión

Entre los cuerpos enterrados bajo las ruinas de una ciudad fantasma, Olha se ha fijado en la belleza del jardín de Tatiana

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«Disculpadme por el retraso; los tres últimos días no he podido dormir y me costaba trabajar». Olha Kosova lleva una semana de viaje por la región de Donetsk, en la parte sur del Dombás, en la Ucrania martirizada por Putin. Ha entrado a localidades donde no llegan ni los grupos de rescate, como la localidad de Avdíivka. La única carretera que lleva a la ciudad está en la zona de alcance de artillería rusa. Allí, a una hora del lugar donde fue alcanzado por un cohete el periodista francés Arman Soldin, Olha ha vencido al miedo para poder ser nuestros ojos durante dos páginas, a las que dedicaremos —con suerte— diez minutos para leer con interés y el corazón en un puño. Y aun así, con su vida como garantía, se disculpa por retrasarse unas horas en enviar el material. Olha es esa periodista por la que el Papa pidió aplausos el pasado domingo durante el rezo del Regina Coeli, con motivo de la jornada dedicada a los comunicadores sociales. Ella cumple a rajatabla esa petición de Francisco de «ir, ver y escuchar». Y, como nos recuerda este año, además, «habla con el corazón». Porque entre los cuerpos muertos, enterrados bajo las ruinas de una ciudad fantasma, Olha se ha fijado en la belleza del pequeño jardín trasero de Tatiana, en las casitas para los pájaros de Andriy, en el jarrón con tulipanes de la casa cuartel de Muja, envuelta en la oscuridad. Ella «ama bien» y, así, «dice bien».

El valor que tiene cada una de sus palabras, escritas a trompicones cuando la electricidad permite encender el portátil, lo conocen bien los cuatro periodistas que forman Baynana, un medio que nació en España tras huir de la guerra de Siria porque estos valientes —que nada tenían que ver con la prensa— decidieron que, lo que no se sabe, no existe. Uno de ellos estudiaba Literatura en la universidad para escribir novelas de amor y terminó contando relatos de muerte. Gracias, valientes compañeros, por seguir dignificando la profesión.

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