Misántropo: ¿Vivimos para ser como los demás quieren? - Alfa y Omega

Y usted… ¿Qué necesita para ser feliz? Necesita, tal vez, el amor, la amistad, el prestigio, trabajo, dinero… ¿Lo ha pensado alguna vez? Necesita quizás de alguien que le abrace por las noches o de un buen plato de comida sobre la mesa… Una mirada amable o una palmadita en la espalda. ¡Quién sabe! Puede que a lo mejor usted sea de los que se bastan a sí mismos y consideren al otro como parte del escenario de esto que llamamos vida. No sé. La misantropía a veces está tan de moda…

Misántropo es una maravillosa versión (por llamarlo de alguna manera) de la obra del dramaturgo francés Molière. Adaptada —como no podía ser menos— a este siglo deshumanizado y a veces cruel en el que nos desenvolvemos. Es un canto a la vida pero desde la desesperanza, que ya es complicado. Porque si alguno de ustedes está pensando en asistir a una obra más del francés, sepan de antemano que lo que se van a encontrar es a un Molière mejorado y sobredimensionado. La mano de Miguel del Arco está por detrás, y eso dice mucho; pero es que también hay un increíble elenco de actores y actrices que lo respaldan. Aunque, para ser sincera, es tal el acierto de la versión, que estos últimos no pueden más que mejorar la obra en la forma, puesto que el en fondo se trata de una pieza de la que me consta, está teniendo mucho éxito y más que le auguro.

Foto: Eduardo Moreno

Pero vayamos por partes… Se trata de una noche de fiesta donde unos compañeros de trabajo se divierten dentro de la discoteca y de vez en cuando salen a la calle por la puerta de atrás para fumar, charlar, descansar… Hasta ahí todo parece normal. Me costaría mucho creer que alguno de ustedes no se haya visto nunca en una situación así. Un callejón gris donde sólo se respira polvo y asfalto que sirve de marco idóneo para la sinceridad, aunque duela.

Porque de todos los amigos hay uno, Alcestes (Israel Elejalde, qué decir: ¡Increíble!) que se convierte en el centro de todas las burlas por sus palabras ya que es el único que dice aquello que nadie quiere escuchar. Coherencia a la que casi siempre le dan la espalda. No se le oirá una palabra mal dicha ni un argumento que no tenga sentido; es más, es un modelo de vida a seguir si no fuera porque el corazón le duele demasiado y porque -sin saberlo- ha caído preso de la locura porque ama. Nunca han sido buenos compañeros el amor y la lealtad… o sí. Además, la lealtad que profesa Alcestes es de las de vértigo. No se rasga las vestiduras a la hora de decir algo, no sonreirá si no lo siente, y no mentirá ni aunque le muerdan los tobillos. Su vocación es la transparencia aunque eso no esté de moda y aunque el mundo (por frágil y vulnerable que se asome) apueste por vivir sin ella.

Foto: Eduardo Moreno

Y claro, no todo podía ser tan recto en la moral y la vida de Alcestes. Su corazón es víctima de una mujer, Celimena (Bárbara Lennie, de nuevo mágica y bella por dentro y por fuera) que por principios Alcestes detesta, pero que irremediablemente se erige como su dueña. Ya saben cómo funciona la cosa: el chico incomprendido se ha ido a enamorar de la mujer fatal. Pero no se engañen, sería muy fácil trasladarles la idea de que el argumento al fin y al cabo gira sobre este triángulo amoroso (no lo hemos comentado, pero el vértice que falta está repleto de amantes y enemigos), pero piensen que es Miguel del Arco (La función por hacer, Veraneantes, entre otros) el que está detrás de la obra y como siempre, da un paso más y se asoma tímido para presentar a un hombre que a veces se desconoce: ese ser frágil y envuelto en la duda que nadie es capaz de desenmascarar, que no es más que el reflejo de su propia existencia.

¿Para qué vivimos entonces? ¿Para ser como los demás quieren que seamos o para vivir de espaldas al miedo? Tal vez para amar por encima de todo o para dejarnos la piel en cada encuentro. Para desvivirse por una vida plena o para que la plenitud les alcance antes de alcanzar el sueño… No lo sé, son cuestiones que lanzo al aire. Sentí que se quedaron sostenidas en el Teatro Español y que necesitan salir para ver si alguno de ustedes es capaz de dar respuesta.

Foto: Eduardo Moreno

Cada vez me gusta más Miguel del Arco, he de reconocerlo. También la pareja que forman Israel Elejalde y Barbara Lennie, para qué mentir. Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, José Luis Martínez, Miriam Motilla y Manuela Paso bien merecen un ¡bravo!, así como el momento en el que escuchas a Asier Etxeandía cantar al corazón, que se te encoge y se te encoge y se te encoge.

Esta es una de esas obras que a uno se le queda en la cabeza dándole vueltas y más vueltas. Yo desde entonces no hago otra cosa que pensar en la filantropía, que duele menos.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta.
La única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

(Cernuda)

Vayan a ver la obra. Vayan a vivir la obra. Vayan a pensar la obra. A dibujarla, recrearla, rememorarla.

Misántropo

★★★★★

Teatro:

Teatro Español

Dirección:

Calle del Príncipe, 25

Metro:

Sol

OBRA FINALIZADA